Reflexiones ante la temporada turística

29 Junio 2023

A pocos días del arranque de las vacaciones de invierno -temporada turística por excelencia en Tucumán- se ha vuelto habitual observar los contingentes de viajeros que se agolpan frente a la Casa Histórica, que recorren los templos del centro o que viajan a los Valles para conocer las maravillas que resguardan las montañas tucumanas. El hecho de que estos visitantes elijan invertir su tiempo y su dinero en nuestra provincia es un motivo de alegría. Pero también implica una responsabilidad a la que hay que prestarle atención.

Sin dudas, el casco histórico de la capital es el punto ineludible: en Congreso al 100 se encuentra el principal monumento y museo histórico del país, donde se declaró la Independencia argentina, y en un radio de pocas cuadras se concentran las principales iglesias: Catedral, La Merced y Santo Domingo, y la plaza principal de la ciudad. En esta lista se debería incluir indudablemente San Francisco, que entre otros elementos de alto valor conservaba parte del mobiliario de la casa en la que sesionó el Congreso de 1816, pero está cerrada desde hace años. Y las refacciones avanzan lentas.

Recorrer estas pocas cuadras es una experiencia enriquecedora para quienes buscan empaparse de cultura e historia, pero también incómoda y hasta quizás inquietante. Por ejemplo, en Congreso, entre 24 de Septiembre y Crisóstono Álvarez, manteros y artesanos ocupan buena parte de la peatonal, y las personas que hacen cola frente a la sede de una tarjeta de crédito, terminan convirtiéndose en obstáculos para quienes intentan recorrer ese paseo. Seguramente con un poco de orden y buena voluntad este problema podría ser subsanado. Hay otro que luce más complicado en esa misma cuadra: el agua que se esparce entre los adoquines ¿El problema es un caño roto? ¿ O la mala costumbre de algún frentista de arrojar el líquido a la calle? Sería bueno determinarlo para encontrarle una solución.

Sin dudas, la ciudad ofrece muchas otras alternativas de valor que pueden complementar el paseo por el casco histórico. Teatros, restaurantes, bares y espacios para hacer deportes al aire libre se concentran en sectores como Barrio Norte (especialmente en el entorno de la plaza Urquiza) y en Yerba Buena (la avenida Perón es el mejor ejemplo). Estos atractivos urbanos, que exceden la tradicional visita a museos y templos, pueden ayudar a extender la permanencia de los viajeros en la zona urbana y a incentivarlos a gastar más.

Ahora bien, si hablamos de la naturaleza, Tucumán está repleta de rincones de un atractivo invaluable. La belleza de los paisajes no está en duda. Lo que debe discutirse es, en todo caso, la calidad de los servicios que se brindan en esos lugares.

¿Se come bien en Tafí del Valle? ¿Por qué falta señalización en las rutas tucumanas? ¿Los precios son acordes a los productos que se ofrecen? ¿Hace falta amontonar espectáculos masivos en apenas unos pocos días? ¿El transporte público es funcional a la actividad turística? (pensemos en la imposibilidad de viajar en ómnibus desde el Aeropuerto hasta el centro y viceversa) ¿Apenas un buen paisaje alcanza para atraer turistas? ¿O hace falta generar otras propuestas a su alrededor? ¿De qué manera inciden en la actividad turística los conflictos en los que se discute la propiedad privada, como los que ocurren en los Valles cada vez con más frecuencia?

Creemos que las respuestas a estas y a muchas otras preguntas pueden servir para repensar y potenciar a Tucumán como un destino turístico que, en las últimas décadas se limita a ser apenas un lugar de paso. Pero que posee todas las posibilidades de convertirse en una referencia nacional a la altura de los destinos más elegidos.

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