Un afuera lleno de peligros

La mutación de dos hermanas en “Siempre lloverá en algún lugar”.

DECADENCIA. Clotilde y Emma temen que alguien entre a su casa.  DECADENCIA. Clotilde y Emma temen que alguien entre a su casa.

Dos hermanas sexagenarias, Clotilde y Emma, viven un encierro voluntario porque el entorno apocalíptico y decadente del afuera les resulta amenazador. Extraños sucesos, mutaciones y signos de animalidad aparecen entre la población y sus propios cuerpos están en un proceso de transformación. Para salir a la calle, se disfrazan de pordioseras para no develar su status económico. La inminente visita de un viejo amigo las pone en alerta y potencia los discursos antagónicos entre la revolución de los 70 y el conservadurismo burgués.

Ese es el planteo de “Siempre lloverá en algún lugar”, el texto del tucumano Manuel Maccarini que se estrenará esta noche, a las 22, en la sala Julio Ardiles Gray de El Círculo de la Prensa (Mendoza 240), con dirección de Indio Armanini y actuaciones de Eloísa Martínez Romero y Gringo Maccarini.

“Preferí trabajar con un actor que hará de mujer y se transformará en hombre a lo largo de la obra y con una actriz que comenzará de mujer e irá mutando a hombre. Trabajar con los géneros cambiados nos da equilibrio. La mutación que experimentan es consecuencia de los efectos adversos surgidos a partir de la globalización. Está estrechamente relacionado el caos en el que viven con el proceso de transformación de sus cuerpos. Emma afirma que los cambios se deben a la alimentación y nombra entre otras causas a las papas de Chernobyl y a las hamburguesas de Miami, con lo que suma a las multinacionales. Para Clotilde, la iniquidad del sistema es una amenaza constante y tienen una respuesta orgánica defensiva”, señala Armanini para LA GACETA.

Desde lejos invaden la escena sonidos de sirenas, voces de una turba desesperada, disparos, corridas, truenos, puertas y llaves que se accionan, mientras suena la la sonata número uno de Brahams interpretada por la cellista Jacqueline Du Pré y el pianista Daniel Barenboim.

El director destaca que “hay muchas situaciones absurdas en la obra que son padecidas por los personajes y ahí se despierta la animalidad de cada una de ellos; lo anecdótico es que existe una profunda contradicción entre las dos grandes posturas donde todo termina mezclándose porque no hay claridad ideológica: pregonan la revolución desde la comodidad burguesa en la que viven, expresan la grieta actual”.

Y aclara que “el destino no se puede cambiar, porque es consecuencia directa de nuestros actos , y el contexto de la obra los lleva inevitablemente al caos”. “La lluvia que esperan es la esperanza del cambio, lo último que pierde el ser humano por su espíritu de supervivencia; los redimirá y les permitirá tener una libertad sin virus ni bacterias que afecten la normalidad de sus vidas. El único problema es que viene tomada de la mano de la tragedia. La violencia gana terreno lenta y constantemente, pero justificada en la protección de la propiedad privada, la brutalidad es una consecuencia”, concluye.

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