Hoy los argentinos ya nos planteamos con más énfasis e indignación, el horror de la corrupción. Si se la asume con firmeza, es porque hay energía y convicción para superarla, lo que abre las puertas del optimismo. Eso implica que mediante la voz, la acción, y fundamentalmente el voto, podemos volver a tener un Estado profesional y honesto, orgullo de todos y anticipo de la gran Nación que queremos. Así se podrá disminuir la pobreza, y que nuestros hijos y nietos no se vayan del país. El momento del pronunciamiento popular se está acercando, y el requerimiento de honestidad y coherencia en los políticos, será decisivo. Tenemos que llegar al ideal de un Estado responsable del interés público, servido por políticos y funcionarios, cuyo valor supremo es el bien común. La pregunta es: cómo llegó este país que hace poco más de un siglo, figuraba entre los siete u ocho con mejor nivel de vida en el mundo, a la catástrofe actual? El profesor y periodista Mariano Grondona lo define como país “desdesarrollado”, un país que recayó en el subdesarrollo después de haber salido de él, que, a la inversa de los países auténticamente subdesarrollados, conoció las primicias del desarrollo y un día se quedó sin ellas. Algo sucedió en el camino, un desvió tanto económico como ético”. Una razón puede ser que hemos tenido líderes mesiánicos funestos, inmorales y corruptos, que crearon expectativas y sueño a un pueblo todavía inmaduro, que no confía en sus capacidades, deberes y derechos, y se conforma con la dadiva y el clientelismo. Las cosas pueden cambiar ahora, porque el pueblo puede empezar a tomar la palabra, hacerse escuchar, y ser representado con lealtad por los periodistas valientes. Es necesario construir una moral pública. Con el dominio de la corrupción, el Estado deja de cumplir su función. No hace cumplir las leyes. Y si los políticos que gobiernan actúan según su interés personal, el Estado es ineficiente y muere. Y si muerte el Estado, también muere el mercado, porque no hay moneda, ni reglas, ni leyes, que impulsen la iniciativa privada. Decía John Locke, filósofo inglés: “ un rey tiene dos alternativas fiscales. O exprime a los que producen y así obtiene recursos, o los deja florecer en libertad y después cobra menos en proporción, pero en términos generales recauda más”. Sin duda, lo sabio es lo segundo. Cuando un Estado se alejó de los ciudadanos, o sea Estado ausente, estos se refugiaron en la privacidad. Esto es vivir para sí, al margen de la Nación, y sin importarle el conjunto. Para los atenienses, el peor castigo era el ostracismo, el exilio de esa aventura colectiva que es la ciudad. Hay que participar en la aventura argentina, no basta con vivir sólo en su propio circulo. Según Aristóteles, sólo los dioses y las bestias, pueden prescindir de la comunidad política. Nuestra oportunidad es que la elección del presidente, legisladores y gobernadores, presionen hacia abajo la corrupción. Y esa arma que contamos los ciudadanos con el voto, tiene que dar resultado en el mediano plazo.
José Manuel García González
Josemgarciagonzalez@yahoo.com.ar






















