Vino a decir nada y llegó tarde…

La última visita de Alberto Fernández a Tucumán reúne todos los condimentos de un periplo incomprensible.

ALBERTO FERNÁNDEZ. ALBERTO FERNÁNDEZ. FOTO LA GACETA/ANALÍA JARAMILLO

Tarde, mal y contraproducente. La misérrima visita de Alberto Fernández a Tucumán esta semana, 48 horas después de la fecha en que sí debía estar aquí (pero no estuvo, aunque él filmó un mensaje para justificar su ausencia diciendo que -mediante ese video- sí estaba) reúne todos los condimentos de un periplo incomprensible. Salvo por un detalle: sirvió enormemente para comprender el elogio de la nada que representa acabadamente su acaba gestión presidencial.

El incidente en el cual la Casa Militar, a cargo de la seguridad del jefe de Estado, actuó en una casa de estudios como si la UNT fuera una casa penitenciaria termina de configurar la identidad de estos cuatro años de sufrida intrascendencia nacional. Encerraron a la prensa tucumana en un auditorio, y le echaron llave, no porque quisieran eludir el contacto con el periodismo, sino porque entre las autoridades del oficialismo nacional, en realidad, nadie, nunca, nada tiene por decir. Y un gobierno que dice nada es, legítimamente, un gobierno de nadie, para citar una lúcida aserción de Giovanni Sartori en un libro de título incomodísimo para el cuatro gobierno “K”: “¿Qué es la democracia?”.

Tanta es la nada por decir del gobierno de nadie que las declaraciones del Presidente de la Nación son el epítome de la sinrazón. Alberto Fernández se comprometió a completar el edificio de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia de la UNT. Una promesa que sería por demás altruista de no ser por un detalle: a él le quedan poco más de 120 días en el poder y a la primera etapa de ese inmueble de jurisdicción nacional demoraron poco más de 12 años en construirlo.

Inviten a nadie

La génesis del acto en la Quinta Agronómica es igualmente reveladora. El domingo 9 de Julio, día en que según la nueva historia oficial kirchnerista fue habilitada la Independencia, pero no en Tucumán ni con una proclama histórica, sino en la localidad bonaerense de Salliqueló y mediante un caño, en la UNT recibieron el primer contacto oficial. Un llamado desde un ministerio provincial a un teléfono de la cúpula rectoral para consultar, en nombre de la Casa Rosada, la posibilidad de realizar el acto durante la mañana del martes. El ombliguismo “K” es fascinante: para ellos el único receso de invierno que cuenta es el que entrará en vigencia en Buenos Aires el lunes próximo.

En la UNT aceptaron y el lunes de vacaciones de julio fue febril en preparativos. Eso sí, ese día llegó otro pedido: el gobierno de los que tienen nada para decir quería un acto al que fuera invitado nadie. “Nos piden que sea una ceremonia restringida”, fue el eufemismo ministerial tucumano. La respuesta rectoral fue que tanto como “a nadie” no se podía. Sí o sí debían invitar a los miembros del Rectorado y del Consejo Superior, y a las autoridades de la Facultad de Bioquímica, anfitriona del encuentro. Aceptaron a regañadientes. Y con una aclaración: desde el protocolo hasta la seguridad, todo estaría a cargo de la Nación. Los tucumanos fueron “invitados” dentro de su propia casa.

En ese contexto fue que la comitiva presidencial dio cumplimiento a una atávica fantasía de un sector del cuarto gobierno “K”: encerrar a los periodistas. Si por inaugurar un edificio universitario usan un auditorio como lugar de detención momentánea de cronistas, da vértigo pensar en la cobertura periodística de la inauguración de la primera etapa del penal de Benjamín Paz…

Los simuladores

Un gobierno que no quiere recibir preguntas es, cabalmente, un gobierno sin respuestas. Ya la situación social, económica y financiera del país eran suficiente indicio, pero igual lo confirmaron.

Ahora bien, una administración incapaz de responder cómo administra el Estado, más que un gobierno es un simulacro de gobierno. La cuarta experiencia kirchnerista, precisamente, es sólo eso: una estética vacía. Carente de contenidos, incluso, para enfrentar la pregunta de un periodista.

El cuarto kirchnerismo es, por caso, la estética vacía de una izquierda presunta: hoy se conocerá el dato de inflación de junio y, con ello, cuántos son los pobres que sigue generando “el modelo”. La matriz productora de pobreza es común a los populismos de la región, gramdes exportadores de pobres: Venezuela los exporta a América Latina; Argentina, a EEUU y Europa. Le llaman “migración”.

Esclarece Norberto Bobbio en su clásico “Derecha e Izquierda” que aquello que distingue a un extremo del otro no es la dicotomía “seguridad vs. libertad” sino “igualdad vs. desigualdad”. La derecha considera que la desigualdad es, prácticamente, “natural” a la condición humana y hasta “necesaria” al funcionamiento de las sociedades. En todo caso, reclama que el Estado ofrezca condiciones dignas de vida para cada estrato. Una talentosa y liberal economista tucumana acostumbraba escandalizar auditorios en la Universidad Di Tella, hace una década, increpando al público con una disyuntiva: “¿prefieren ser pobres o ser desiguales?”. La igualdad ante la ley, aquí, se entiende con la fórmula: “Igualdad entre iguales en iguales circunstancias”.

La izquierda, por supuesto, sostiene todo lo contrario. Pero no para caer en la falacia de los universalismos, que consistiría en una errónea interpretación de que todos deberíamos ser absolutamente iguales, sin respetar la riqueza de las diferencias (cuidado: morir de literalidad es pandemia en algunas sociedades). La igualdad ante la ley se entiende con la fórmula: “Tu origen no es tu destino”. Para ello, la igualdad de oportunidades no sólo demanda de un andamiaje legal, sino de un Estado que garantice “cantidad” de oportunidades. Y “calidad” de oportunidades.

Este Gobierno ya consolidó un 45% de pobreza nacional. Y según el Indec en su informe sobre distribución de la riqueza en el primer trimestre del año, ha consagrado niveles de desigualdad que encienden todas las alarmas. Esa asimetría se mide con un coeficiente que va de 0 (la igualdad absoluta) a 1 (la desigualdad completa). En la Argentina el índice de Gini ya es de 0,44. Es decir, hemos recorrido ya casi la mitad del camino rumbo a la desigualdad más manifiesta. Si el kirchnerismo es “de izquierdas”, la derecha ganó la partida antes de que comenzara.

Desde el principio

El cuarto gobierno kirchnerista, además, es la estética vacía de un gobierno. En eso consiste tener un Presidente al que su Vicepresidenta ningunea desde el “día cero” del mandato: ella anunció la fórmula el 18 de mayo de 2019. Él se limitó a aceptar.

En rigor, Alberto ha consagrado la agenda de sus últimos días de gestión al ninguneo. Unas pocas veces, ninguneo propio. La mayor parte del tiempo, ninguneo ajeno. Su proceder en Tucumán con los periodistas es la típica conducta patoteril del que, en realidad, viene siendo patoteado.

En el programa Periodismo Para Todos, el domingo pasado, brindaron una cifra para dimensionar la vocación con que el Presidente saliente corre detrás del ninguneo por todo el país: sólo durante la primera semana de julio gastó 85.000 dólares en desplazamientos.

En el arranque, nomás, viajó a Puerto Iguazú a principios de semana para entregar a Brasil la Presidencia Pro Témpore del Mercosur. En la oportunidad se encargó personalmente de que lo ninguneara la historia. Desde Uruguay hasta Chile (literalmente, en el flanco derecho y el izquierdo de la Argentina) condenaron el nuevo atropello de la dictadura de Nicolás Maduro: inhabilitaron a María Corina Machado por 15 años para ejercer cargos públicos en Venezuela, por ser culpable del delito de postularse como candidata a presidenta por la oposición.

Argentina, mediante el cuatro gobierno “K”, volvió a defeccionar al respecto. Frente a la intemperie del ridículo continental, el gobierno del peronismo (ese partido de la democracia proscrito y perseguido por el orden militar durante toda la segunda mitad del siglo XX) optó por el tecnicismo de que no se debe intervenir en los asuntos internos de otras naciones. El doble estándar “K” sobre persecuciones políticas es majestuoso. Denuncian hasta la disfonía que “Cristina está proscripta”, cuando nada le impide ser candidata (la condena por corrupción en la causa “Vialidad” no está firme). Pero enmudecen ante la cacería de opositores desatada por las dictaduras “amigas” de Venezuela y de Nicaragua. La igualdad ante la ley se entiende con la fórmula: “Aquí están mis compromisos con los derechos humanos. Si no le gustan a Ortega y a Maduro, aquí tengo otros…”

Hasta el final

En el cierre, Alberto ninguneó su obligación con la ley y con el pueblo tucumano. El domingo pasado él no era un invitado a la celebración del 9 de Julio: estar aquí era su obligación como Presidente porque ese día la Ciudad Histórica de San Miguel de Tucumán es capital de la Argentina. Pero prefirió autoinvitarse a una fiesta donde no lo querían ni como convidado de piedra: la inauguración de un tramo del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, donde la anfitriona, la viuda de Kirchner, se encargó prolijamente de no mencionarlo ni una sola vez. Al ninguneo, Cristina le echa gas…

El doble estándar de Cristina Fernández en materia de responsabilidades públicas también es fuera de serie. Respecto de los fracasos se comporta como la más crítica de las opositoras, que no tiene responsabilidad en las decisiones del Poder Ejecutivo porque su ámbito es el Poder Legislativo. Pero cuando se trata de un logro es la primera en asir la manija del gasoducto y posar para la foto, aunque el Senado nada tenga que ver con la ejecución de las obras públicas.

Finalmente, el Presidente de la Nación terminó por arribar a Tucumán dos días después de que debía hacerlo. Y dos horas después de la hora prevista oficialmente. En esta oportunidad, Alberto fue ninguneado de nuevo. Pero esta vez se ninguneo a sí mismo. El martes vino a Tucumán a decir nada. Y encima llegó tarde…

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