Por Marc Augé

Basta con el paso de los años, con “envejecer”, para descubrir un continente que uno había observado desde el exterior, por ejemplo en sus abuelos. Nos damos cuenta entonces de que nos convertimos en uno de aquellos que observábamos antes como, en cierto sentido, perteneciendo a otro mundo. Pero no hay otro mundo, ni en la tierra ni en otra parte. La edad es social (se definen obligaciones y prohibiciones relacionadas a la edad en todas las culturas). El tiempo es individual, en el sentido de que cada uno tiene sus recuerdos y sus proyectos; cada uno es libre de tomarse su tiempo, de jugar con él, de disfrutarlo. El tiempo es la relación concreta con la vida que pasa. Esto es cierto en toda edad. El cuerpo se cansa y envejece, es real, pero la enfermedad y la muerte golpean también a personas jóvenes.

© LA GACETA

*Fragmento de una entrevista realizada por Fabián Soberón, publicada en estas páginas en 2016.