“Con sotana negra los caminos / sin cansancio te vieron trajinar / con el rostro de Jesús como una guía / quisiera de tu mano por siempre caminar”, expresa el folclorista Juan Carlos Carabajal en su zamba Mama Antula.
María Antonia de Paz y Figueroa pasó a la historia como la primera santa de origen argentino. En su labor de evangelizar al pueblo y acercar la palabra de Dios a diversos parajes del Virreinato del Perú (y posteriormente del Virreinato del Río de la Plata), la beata también influyó enormemente en la religiosidad femenina.
“Mama Antula desafió con sus acciones el rol tradicional que se le había designado a las mujeres en aquella época. A finales del siglo XVIII ellas debían elegir entre contraer matrimonio y dedicarse a la familia o adoptar los hábitos; eso era lo esperable. Tampoco había una gran injerencia femenina en el ámbito social ya que las mujeres no podían participar en la esfera pública de manera independiente”, explica el historiador Francisco Giles.
A los 15 años, María Antonia optó por un destino diferente: rechazó cualquier tipo de unión conyugal y decidió consagrarse a Dios, pero en privado.
“Otro rasgo destacable es que, a diferencia del común de las mujeres, ella sabía leer y escribir con destreza. Esto se debió a que provenía de una familia acomodada (con antepasados que supieron ser conquistadores y encomenderos). Sin embargo, también jugó un papel decisivo el haber entrado en contacto con los jesuitas”, dstaca Giles. Disponer de ambas habilidades hizo que sus obras y andanzas pudieran llegar hasta nuestro presente, especialmente gracias a las 300 cartas que supo escribir.
Después de la Compañía de Jesús fuera expulsada del territorio, Mama Antula decidió -en 1767- asumir la tarea de acercar la palabra de Dios a quienes la necesitaran. Su mayor recurso fueron los ejercicios espirituales propuestos por San Ignacio de Loyola (fundador de la orden).
“Nuestra santa se atrevió a salir al espacio público para predicar, evangelizar y pedir limosna para concretar los retiros; siempre con una actitud piadosa, penitente. Por su condición de mujer y metodología eso condujo a que sea criticada en algunas ciudades o villorrios por los cuales pasó”, comenta el historiador Jacinto Leiva.
Uno de los episodios más duros ocurrió en 1779 cuando al llegar a Buenos Aires fue insultada y apedreada; al punto de tener que refugiarse en la Iglesia de la Piedad hasta lograr sanar sus heridas.
Unión de género
Para encuadrar la labor de María Antonia de San José y su relevancia histórica, hay que comprender otro fenómeno que se cosió antes y en simultáneo.
“Tras su éxito en Europa, por aquel entonces empezaron a aparecer en la América española diversos beaterios o recogimientos. En ellos residían mujeres laicas que deseaban encomendarse a Dios y optaban por una vida comunitaria, pero miraban con desconfianza o desinterés las estructuras eclesiásticas tradicionales”, relata Leiva.
En 1675, una pariente de la madre de la beata -llamada Doña Josefa de la Cerna y Aragón- utilizó una propiedad que tenía a su nombre para crear la Chacra de las Beatas. Este antecedente pudo haber influenciado la perspectiva de la santa.
“Antes los ejercicios espirituales solían ser sobre todo para hombres, sin embargo, Mama Antula promovió los retiros femeninos y trabajó bastante con ellos. En sus viajes por Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Córdoba y Tucumán logró contactar con mujeres laicas que siguieron sus pasos (o fueron hijas espirituales) y contribuyeron a que los retiros continúen”, comenta el hermano franciscano seglar José Torres Argañaras.
Anécdota
Un ejemplo para dejar de lado las diferencias
La sociedad del Virreinato del Río de la Plata estaba compuesta por blancos, mestizos, indios y negros; además de incluir a la alta burguesía y los conquistadores (con sus respectivos descendientes). A pesar de esta estructuración, en los retiros que realizaba Mama Antula no existían diferencias de clase. Eso condujo a una peculiar anécdota. “Un día llegó a Buenos Aires el virrey del Perú, Manuel de Guirior Portal de Huarte, y su esposa la virreina Da Buenaventura. Ellos estaban de camino hacia España porque habían sido acusados de malversar fondos y debían rendirle cuentas al rey”, introduce el hermano franciscano seglar José Torres Argañaras.
Al llegar a la capital, ambos acudieron a la beata para explicarles su padecer y ella les aseguró que la situación tendría un final favorable (algo que efectivamente sucedió, ya que los cargos fueron quitados). “Antes y después de su reunión en España, ambos asistieron con frecuencia a las misas y los retiros de Mama Antonia como muestra de piedad y devoción. Especialmente la virreina quedó fascinada con la beata y su labor y no le importó convivir con esclavas ni criadas mientras se realizaban los ejercicios espirituales”, agrega. Al tiempo, Mama Antula recibió de regalo por parte de la virreina un altar hecho de jacarandá, nácar y espejos.