Mama Antula: la herencia de la primera santa argentina, contada por familiares tucumanos

Rememoran cómo la figura de la santa caló en sus vidas. Mensajes que traspasan el tiempo y sirven para reflexionar sobre la realidad y la fe.

EL DESCENDIENTE. Pedro León Cornet conoce la línea genealógica familiar que lo vincula a Mama Antula, quien será la primera santa argentina. EL DESCENDIENTE. Pedro León Cornet conoce la línea genealógica familiar que lo vincula a Mama Antula, quien será la primera santa argentina.

Si bien su legado religioso logró transmitirse mediante una asidua correspondencia con la Compañía de Jesús y los testimonios de quienes conocieron a la beata Mama Antula, cuya canonización tendrá lugar a principios de 2024 (ver “Los milagros reconocidos”), existe otro tipo de memoria que permanece viva. Ella le pertenece a los familiares de la laica consagrada.

El parentesco entre la santa y Valeria Paz Lanati proviene del lado paterno. Cuando era chica, su papá -Jaime Paz Valía- solía contarle acerca de las increíbles aventuras que emprendía una mujer, la cual “iba en pata” de acá para allá para dar a conocer a Dios.

“Él tenía un don especial para contar historias, sin embargo, el nombre de Mama Antula me parecía gracioso y por un tiempo creí que todo era un invento suyo. Mi papá transmitía esos relatos con mucha fuerza y se notaba que su obra lo había marcado. También solía decir que era una mujer de hacha y tiza, una verdadera corajuda para la época”, recuerda.

Esas charlas -confiesa Valeria- le sirvieron de sostén para mirar con otra perspectiva la realidad: frente a semejante legado, el resto de la familia debía ser igual de valiente y poner siempre por delante la fe, sin importar lo que ocurriera.

“Estoy orgullosa de pertenecer a la misma familia que Mama Antula, pero por otra parte eso implica una gran responsabilidad. Con la situación actual que enfrenta nuestro país cada tanto me pregunto: ¿qué estoy haciendo para seguir sus pasos? ¿Cómo logro transmitir su mensaje? Hoy estos pensamientos se transforman en un llamado para mostrar quién es realmente el dueño de la historia y quien nos puede salvar”, explica la fundadora del grupo Apóstoles de Lourdes.

Ya en la adultez, el reencuentro con aquellos “cuentos” (convertidos en hechos y milagros) la condujeron a presenciar, en 2016, la beatificación de María Antonia de San José.

“La experiencia fue intensa y movilizadora. Mama Antula demostró que los sueños logran alcanzarse con esfuerzo, dedicación y fe. El legado familiar que ella me dio consiste en mirar a los otros con ojos de misericordia, sabiendo que -en caso de tener mejores posibilidades- debemos estar al servicio del dolor, del sufrimiento, de la muerte y pelear por los valores inculcados”, añade emocionada.

Aunque la genealogía resulta compleja y avanza a lo largo de varias décadas, Pedro León Cornet tiene clara su ascendencia. “Mi bisabuelo, el doctor Manuel Cornet, era hijo de otro Manuel Cornet y Josefa Díaz de Zuasnábar. A su vez, esta señora fue hija de Gregorio Díaz y Victoria Zuasnábar y Paz de Figueroa. La madre de esta última hija de Petrona Paz de Figueroa era hermana de la venerada Mama Antula”, detalla.

Sus antepasados supieron conservar el culto a la santa argentina con vehemencia. “Recuerdo las narraciones que se hacían hasta el cansancio acerca de la gesta que hizo Mama Antula. En especial, sobre la forma en que recorrió el Norte y cómo peregrinó hasta Buenos Aires, descalza, para predicar las enseñanzas de San Ignacio de Loyola”, resalta el abogado e historiador.

Cornet afirma que la popularidad de María Antonia creció exponencialmente a partir del siglo XX gracias el énfasis que puso el Papa Francisco en su figura y la intensa difusión que tuvo la causa gracias a diversos grupos laicos.

De la misma forma que Mama Antula desconoció de fronteras para impartir los retiros ignacianos, sus descendientes    acabaron por asentarse en varias regiones del mapa. “Un dato curioso es que hay algunos célebres hombres públicos como el doctor Marcos Paz (vicepresidente de Bartolomé Mitre) y Julio Argentino Roca (por parte de su madre) que se encuentran relacionados con Mama Antula.

En algún punto la santa se vincula también con las familias Delfín, Vicente y Gallo (hasta con el célebre cura Pedro León Gallo). “Sumado a los Iramain, algunas ramas Zavalía, Santillán, Gramajo, Lopez, Aráoz Cornejo, Palacio, Páez de la Torre Soldati y varias descendencias más, que multiplican la sangre y los afectos por esta valiosa mujer, ejemplo de virtudes e inteligencia”, acota.

Para profundizar en la biografía de Mama Antula y seguir sus huellas hasta el presente, Cornet recomienda dos libros documentales. El primero es “Los Paz de Figueroa” escrito por el genealogista santiagueño Alberto Brazo Zamora.

La segunda obra se titula “El epistolario de María Antonia de Paz y Figueroa” y le pertenece al sacerdote tucumano (radicado en Europa) Fernando María Cornet. Desde otra perspectiva, vale la pena leer la cuantiosa correspondencia que intercambió Mama Antula con los jesuitas luego de su expulsión.

Los milagros reconocidos a Mama Antula, la primera santa argentina

La Argentina tendrá, desde el próximo año, a su primera santa nacida en el país. La santiagueña María Antonia de San José, conocida como Mama Antula, será canonizada por el Papa Francisco, según lo confirmó la congregación de las Causas de los Santos, luego de haber sido aceptado dos milagros sin explicación médica ni lógica alguna, atribuidos a la “intercesión” de la llamada Beata de los Ejercicios Espirituales: el primero fue la sanación de una religiosa del instituto de las Hijas del Divino Salvador en 1900; y el restante la cura del santafesino Claudio Perusini , quien en 2017 sufrió un “ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, coma profundo, sepsis, shock séptico resistente, con fallo multiorgánico”, por lo que sus posibilidades de recuperar la vida normal eran mínimas y sin embargo se repuso. Mama Antula nació en 1730 y a los 15 años asumió un voto de castidad y pobreza y se trasladó a Buenos Aires junto a los Jesuitas; cuando la congregación fue expulsada, recorrió a pie regiones pobres del interior para difundir la fe. Su muerte fue el 7 de marzo de 1799 y sus restos están en la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad de la Capital Federal. En 2010, Benedicto XVI la declaró Venerable por sus virtudes cristianas y Francisco la beatificó seis años más tarde.

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