“Desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo”, dice el refrán y omite una de las comidas que cobró mayor relevancia en Tucumán en los últimos años. La merienda, con todas las variedades que ofrece, se convirtió en un punto fuerte para los gastronómicos de la provincia. Pese a ello, algunos encargados de cafeterías no se explican cuál es la mística detrás del fenómeno.
Para intentar entender qué es lo que convoca tanto de la tercera comida del día, LA GACETA dialogó con Delfina Culela y Camila Carceller, dos jóvenes empresarias del rubro que empezaron con sus cafeterías desde cero y llegaron a tener gran éxito por sus particulares –y sumamente tentadoras– ofertas.
Tucumán: escenario de amantes de la merienda
Delfina es una de las dueñas de “Amor es Comer”. Llegó de Buenos Aires y decidió empezar un nuevo proyecto. Proveniente de la misma provincia, Camila emprendió junto a su padre, luego de que ambos dejaran sus trabajos anteriores, lo que se convertiría en “Máximo”. Ambas coinciden en que Tucumán tiene sus horarios particulares y se sorprenden por la capacidad de los residentes locales para sentarse a merendar al horario al que ellas pensarían más en una cena.
“La merienda es el boom”, asegura Delfina. “Yo venía (a Tucumán) con una idea y el público me mostró otra cosa: ‘Empezá a prestarle atención a la merienda porque es tu fuerte’. Bueno, lo tuve que aceptar”, reconoce entre risas, aunque cuenta que se inclinaba más por la oferta de las cervezas.
“Estoy viendo que se merienda como si se cenara”, confiesa Camila. “Yo no sé si la gente sale de acá y después cena, porque no sé dónde les entra. No meriendan una medialunita”, cuenta divertida sobre los hábitos de sus clientes y agrega que “mientras más cosas tenga (la merienda), mejor”.
El público tucumano y la demanda en meriendas
El público es similar: hay consenso en que los amantes definitivos de las meriendas son los que ocupan la franja etaria entre los 25 y los 40 años. Sin embargo, hay algunos grupos que también destacan en la comida de la tarde. En tanto en las mesas de “Amor es comer” suelen verse reencuentros esperados y abrazos que se postergaron; en “Máximo” hay un marcado perfil con generaciones de familias completas: la abuela o el abuelo que llevan a los nietos, o la mamá con su propia madre y también su hija.
Para Camila, “en la merienda la gente sale de lo clásico y se anima a probar sabores más nuevos”. Por eso ella misma se anima a probar nuevas recetas e incursionar en la pastelería que termina por ofrecer a su público. Destaca que las tostadas francesas, las tostadas con palta y el croissant relleno son los preferidos de los tucumanos.
“Huevo revuelto, la gente re consume. Además la mayoría entendió que si querían algo saludable, tampoco era la tostada con queso y dulce la mejor opción. Ves que quienes se cuidan son los que más terminan eligiendo otras opciones”, señala Delfina, cuyo local tiene panadería y pastelería propia.
Una propuesta diferente para merendar
Con música relajada, ambientes tranquilos y de colores cálidos, “Amor es comer” ofrece el espacio ideal para una tarde relajada y con buenos sabores. La producción propia es el punto clave al momento de convocar: el motivo por el que la gente elige y vuelve al local de Muñecas 707.
El lema de “Máximo” es “Crear nuevas costumbres, sentite como en casa”, y lo demuestra con sus platos originales, su mezcla de sabores y la vajilla hogareña en que eligen servir. La cercanía de los dueños con los comensales permite un trato mediado únicamente por la exhibidora que presenta los tantos postres que ofrecen. En el local de Jujuy 303, Camila y su papá se aseguran de escuchar lo que sus clientes sugieren.
A la pregunta de “¿qué tiene de especial la merienda?”, ninguna de las dos está segura de cuál es la mística que cautiva tanto el público tucumano. “Para mí es una incógnita. Yo a las 8 cortaba la merienda. Después me encontré con la realidad tucumana de que a las 8 se están sentando a merendar”, plantea Delfina. Camila, que tampoco tiene muy en claro el origen del amor por esta comida, reconoce que se trata de toda una experiencia y que el objetivo es “que el lugar te invite a quedarte, que te invite a volver”.
Tal vez el punto nodal sea, además de los sabores que menos encontramos en casa, la compañía: la de un amigo, de un abuelo o de un desconocido de otra mesa con quien compartir unas palabras y, por qué no, un cortado en jarrita o un budín de mandarinas y membrillo.