El parque 9 de julio, otrora orgullo y concordante con el mote de Jardín de la República para Tucumán, es para nosotros el centro obligado de amplitud, frescura, aire puro, libertad, expansión mental y física, contacto con la naturaleza viva y reunión familiar. Lamentablemente, su integridad como modelo de parque está sufriendo. Por el ingreso sur, se asentó una acometida de actividades ajenas y dañinas a su función básica. Una feria comercial y gastronómica volante que, como tal, rompe su esquema básico de armónico despliegue de belleza arquitectónica y ambiental. Si agregamos a esto el descontrolado movimiento de vehículos de todo porte, carga y velocidad, llegaríamos a la triste conclusión que la calidad de su belleza y razón de ser está en peligro. Pienso que sus autoridades deben solucionar con tiempo esto que, si continúa, afectará su prestigio entre los parques del mundo, además de arrebatarnos el orgullo de contar con un ente de primera calidad, tal como fue proyectado por el arquitecto Carlos Thays, su creador.
Darío Albornoz
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