El presidente Javier Milei seguramente creyó que su alocución en el Foro Económico Mundial de Davos tenía que ser algo diferente en materia de seducción de capitales. Debe haber supuesto también que estaba obligado a ratificar ante la élite empresaria internacional que el potencial del país, que ellos tan bien conocen, iba a tener un plus de seriedad de ahora en más, derivado de su propio aval ideológico y que iba a barrer con las castas que viven a la sombra del Estado. Lo cierto es que, por distinto y provocador, ese discurso hizo que la Argentina no pasara inadvertida.

El Presidente definió allí con claridad que “la libertad económica, el gobierno limitado y el respeto irrestricto de la propiedad privada” son los tres elementos esenciales para el crecimiento económico y también contrapesó sus propuestas de barajar y dar de nuevo con el mundo actual. Además, hizo profesión de fe en la seguridad jurídica, quizás el bien más apreciado por quienes buscan inversiones con retorno seguro, en medio de la conmoción que atraviesa al Gobierno, que ellos no ignoran, por las sospechas de una suerte de entendimiento con el kirchnerismo con aura de impunidad en media docena de temas judiciales graves, cuya cabeza visible parece ser el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.

Milei hilvanó también allí algunas ideas que, bien leídas, son una lápida hacia la casta empresarial local, el llamado “círculo rojo”, constante modelador de la historia económica en la Argentina y beneficiado desde siempre con prebendas proteccionistas, cierre de la economía, zonas francas, obras públicas y compre nacional. Y lo hizo poniendo por defecto al empresario colaboracionista en el rol de cómplice de los experimentos colectivistas que desbarrancaron a la Argentina, ciertamente música para los oídos del conglomerado internacional.

Se podrá decir que el grave mal de Milei en esa alocución fue haberse mostrado demasiado pagado de sí mismo, pero nunca debería creerse que estratégicamente desperdició la ocasión, tal como se dijo profusamente por acá sólo para desgastar su figura. En general, fueron comentarios presuntamente fogoneados por los castigados empresarios locales quienes, al igual que los sindicalistas o el kirchnerismo doliente, se la pasaron metiendo fichas durante toda la semana para limar al Presidente por las redes sociales. Lo que hizo Milei en Davos fue abrir la Caja de Pándora.

Por estas horas, el triángulo de las Bermudas que forma esa entente, cuyo objetivo final es limitar la competencia, le está propinando a Milei una feroz paliza comunicacional destinada a desgastar las ideas del Gobierno entre la gente, un proceso perfectamente aceitado por el descalabro económico que tiene en vilo a la sociedad, ya que le come el bolsillo a diario y, además, por el lógico miedo a que el futuro sea peor. Pasó un mes y ya hay algunos atisbos de retroceso en la opinión pública: el operativo desgaste está en marcha.

En medio de mucha acción sicológica, que opera no sólo a destajo sobre la desinformación o el desinterés de la ciudadanía, sino también a partir de la poca rigurosidad de las redes sociales y del seguidismo que hacen muchos medios de lo que ellos dicen que es la demanda del público, una encuesta académica y no partidaria recién salida del horno ya percibe cierto movimiento negativo del péndulo de apoyo social en relación al Presidente y a las duras medidas tomadas en apenas un mes y algo en funciones.

Varios ítems que engloban las respuestas de un trabajo de campo dado a conocer ayer muestran algún sesgo enfocado en la crítica hacia el Gobierno, seguramente la base para que los sectores más furiosos profundicen a diario la campaña de desprestigio que vienen esgrimiendo desde el minuto cero. Vale la pena consignar que se trata de un sondeo de opinión pública de carácter académico que hace de manera regular la Universidad de San Andrés, una institución que no trabaja para ninguna facción política, por lo cual los datos se tornan confiables y, sobre todo, son comparables.

En sus trazos más gruesos, la investigación señala que la aprobación del primer mes de la presidencia de Milei fue de 48%, igual que la desaprobación. “En el mes de diciembre, habíamos registrado una aprobación de 54%, que coincidía con el respaldo electoral recibido en el balotaje. A un mes de iniciado el gobierno, hay una caída de 6 puntos porcentuales. Como se puede apreciar, no se verifica ese fenómeno conocido como ‘luna de miel’, quizás afectado por la polarización existente”, dice el Informe que acompaña el relevamiento.

En términos de legislación, uno de los puntos más significativos de la encuesta marca como la gota que está dejando caer el triángulo opositor en terreno fértil horada la piedra, es que 49% de los encuestados dice en general estar en “desacuerdo” con las medidas económicas del nuevo gobierno, mientras 45% está de acuerdo. Con mayor precisión –y seguramente más influenciados por lo que “se dice” que por haberlo leído- 51% de ellos, por ejemplo, rechazan el DNU emitido por el Presidente, mientras que 42% dice que está de acuerdo.

Hay dos planos, entonces, que el Gobierno deberá fortalecer si no quiere que el viento le voltee las fichas. Mientras, tal como se observa en el trabajo de San Andrés, aquí la gente se empieza a desilusionar, los linces del mundo suponen que Milei es un teórico empedernido que aún no ha hecho el curso de meterse en la cocina para elaborar las recetas que él mismo escribió. Será vital para el Presidente, entonces, equilibrar ambas dimensiones para lograr un enfoque completo y eficaz: la teoría adquirida y la pericia ejecutiva no son necesariamente cosas opuestas o mutuamente excluyentes y, en muchos casos, una sólida base teórica puede ser fundamental para informar y guiar la acción práctica de manera efectiva.

Por eso, el discurso pudo haberle servido también a Milei para marcar que hay viveza en el personaje. Quienes lo escucharon en Davos o siguieron las repercusiones de su presentación, desconfiaban del Presidente porque probablemente descreían de sus atributos de ejecución. Y no porque él no tenga la capacidad de improvisar soluciones, sino porque la secuencia de sus planes, bastante endeble en muchos sentidos, no les queda aún del todo clara.

Los economistas, por ejemplo, piden señales. La discusión central del proceso tiene que ver con el tiempo que se necesita para llegar al Plan de Estabilización (normalización de precios relativos, cierre del agujero fiscal, etc.), para lo cual muchos creen que hay que liberar de todo cepo ya mismo al sector externo para ir más rápido. Otros ven el fin del proceso recién para 2025. Ésta es la discusión esencial que hace que el mercado cambiario se haya tornado tan viboreante durante los últimos días.

Hay también un punto central en muchas de las dudas que llegan desde afuera que tiene que ver con la desgastante realidad de la política de un país tan poco confiable como es la Argentina y, por eso, observan el test del Congreso como algo vital, más allá de los reparos judiciales al DNU desregulador, especialmente al capítulo laboral, una de las claves de la reforma, ya que busca proporcionar estímulos a quienes desean tomar personal, paquete que hoy está en manos de la Corte Suprema.

En relación al mamotreto de la Ley Ómnibus, 38% de los consultados en la encuesta dice estar “de acuerdo” en general con su contenido, mientras que a más cantidad de gente (41%) no le cierra. Paradójicamente, en ese ítem, quienes presentan mayores niveles de acuerdo son los votantes de Juntos por el Cambio (75%), seguidos por los votantes de La Libertad Avanza (71%).

Desde la técnica legislativa, lo cierto es que para que esa Ley pase el filtro de quienes podrían darle media sanción en Diputados y se consiga un dictamen de mayoría que allane el camino en el recinto, se han cambiado los términos de las Facultades Delegadas (de cuatro a un año, más un pedido de prórroga), se aceptó sacar a YPF de la lista de las privatizaciones, se eliminaron las Retenciones para 35 productos regionales y se presume también que habrá cambios en la fórmula de ajuste a jubilados, sin que ningún funcionario digite los aumentos. ¿Será la semana próxima, en paralelo con el paro de la CGT?