Por Flavio Mogetta
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
La era de la ansiedad (Ariel) es un libro que busca detenerse a pensar, a reflexionar, a indagar, a leer al otro. Un libro, que si bien “se nutre mucho de la filosofía”, busca alejarse de la filosofía por la que “solo puede producir ideas para otros filósofos”. “Es como una escuela de chefs en los que las personas solo pueden cocinar para otros chefs porque solo ellos pueden apreciar el sabor sutil de lo que están preparando”, introduce Palacio en esta entrevista para LA GACETA Literaria.
-Cada capítulo del libro ofrece al final las referencias bibliográficas de los autores analizados y además anticipa el tema del capítulo siguiente.
-La idea era ciertamente concatenar los capítulos. El tema de nuestra identidad tiene todo que ver con la forma en que nos amamos. El tema del amor tiene todo que ver con la virtualidad, la virtualidad tiene todo que ver con el conocimiento. Pero ciertamente no son temas cerrados. Yo desconfío mucho de la gente que le dice a uno que tiene respuestas. La filosofía es un saber muy importante por muchas razones, pero porque te enseña a vivir con preguntas. Es decir, la filosofía te enseña a vivir con incertidumbre, una de las peores cosas que nos acompaña hoy es que necesitamos certidumbre. Es esta desesperación de la gente por esa afirmación y por esta respuesta positiva lo que ha hecho que florezcan e instituciones y personas muy indeseables.
-La era de la ansiedad plantea que “el libro está lleno de ideas erróneas, en transición”. Sin embargo, hoy en día parece que prima la idea de que ante la incertidumbre o lo distinto o lo que propone el error, se lo cancela.
-Sí, comencemos con esta última idea que mencionas de lo que es distinto (aunque esto ha sido de siempre), pero hoy como se ve hay que acallarlo. Está esta cultura de la cancelación. Ulises, cuando teme que será seducido por las sirenas, se manda amarrar al mástil de su nave, pero no manda callar a las sirenas. Nosotros mandamos a callar a las sirenas. Una de las cosas que necesitamos es reconocer nuestra vulnerabilidad. Y en muchos sentidos, no solo emocional, sino también de conocimiento. Hay tanto que no sabemos, hay tanto en lo que nos estamos equivocando. Pero así es la búsqueda del conocimiento; se parece mucho a cuando un predador intenta cazar una presa. Falla nueve de cada diez veces. Hoy se afirma que eres tu propia marca, que te tienes que resignificar. Y esta actitud del pensamiento positivo nos ha hecho mucho daño.
-En el libro se afirma que “el liberalismo contemporáneo es simplemente la libertad de poder ser más conservador que los conservadores, sin el estigma que ello implica”. Eso sumado a lo que plantea de las ideas que se lanzan y a la que mucha gente adhiere, permite hacer una suerte de paralelismo con lo que sucedió con Javier Milei en la Argentina, que terminó siendo elegido presidente.
-Yo veo en el fenómeno argentino y en otros de muchos lados, el mismo fenómeno populista. Lo de Milei es extremismo populista. Eso lo hemos visto en muchos lugares del mundo y con muchas tendencias ideológicas. Yo siento que detrás de algunos de sus extremismos no hay ningún patrón ideológico. La prensa no lo sabe entender, entonces dice: a veces es liberal, a veces es anarquista, a veces es de derecha. En realidad no hay un patrón político en ninguna categoría detrás, no hay una malla ni un tejido de ideas, lo que hay es una “emocracia”. Implica regirse por emociones cambiantes. Ahí no hay que leer ningún programa, ningún sentido programático político y, sin embargo, eso es lo que seguimos tratando de hacer.
-A la falta de utopía como un motor para la humanidad lo enlazaba con la cuestión de vivir exclusivamente el aquí y el ahora, de no ir más allá, sino quedarse en lo que se transita.
-Sí, los jóvenes usan una expresión que es fluir. Simplemente fluir. Estar, andar, echar para adelante. Nuestro idioma tiene ese verbo tan curioso: estar. No existe en otras lenguas. Un alemán no puede decir yo estoy, el inglés lo mismo. Actualmente aparece esta idea de que pensar mucho es dejar de fluir, entonces aparecen los cursos de pensamiento positivo y la idea de que el exceso de análisis produce parálisis. Y es absolutamente nefasto, porque lo que no estamos haciendo es tener un exceso de análisis. Si tuviéramos un exceso de análisis tendríamos otra aproximación a la realidad, no sé si mejor o peor pero nuestro problema no es el exceso de análisis. Lo otro que es propio del fluir es el rasgo de no estar en ningún lado, de no comprometerse con nada. Simplemente echar para adelante y no detenerse. No cuestionar, simplemente fluir.
-Vivimos en la cultura del like. Vivimos de acuerdo con la imagen que construimos o a la imagen que el otro me asigna. La idea de reciprocidad social a la hora de tejer todos nuestros vínculos.
-Sí, pues las relaciones están a la orden del día. Todo el mundo quiere estar en una relación, pero con este espíritu de ligereza. Me meto en una relación y, si salgo lastimado, salgo corriendo, que me den un medicamento psiquiátrico. Pero con las relaciones todo viene en el paquete. El dolor, la falta, todo está allí contenido. Yo veo una generación muy solitaria. Las relaciones son difíciles, son un proceso de negociación constante. Estos chicos están en la casa de los papás hasta los 45 años por la incapacidad de formar relaciones. Veo un rasgo que trabajo en el libro: hoy nuestros derechos son nuestros hechos. Entonces medimos la realidad a partir de nuestros derechos: “tengo derecho a X, Y, Z” y negociar una relación coarta mis derechos. Entonces, ciertamente no voy a hacer ese ese sacrificio.
-Las redes sociales han cambiado la velocidad con la que nos relacionamos. Entonces si la respuesta a una pregunta que hicimos no llega rápido entramos en un estado de ansiedad, que hasta puede paralizarnos o lastimarnos.
-Imagínate un mundo en el cual cada chico tiene una emisora, un canal de televisión, un programa, un podcast, y está parado frente a un micrófono o frente a una cámara diciéndole al mundo “esto soy yo”, y muchas veces no tiene qué mostrar. Son famosos por nada. Kim Kardashian, ¿qué es?, ¿es cantante?, ¿es actriz?, ¿es actriz porno porque hizo unos clips pornos antes de casarse con Kanye West? Cuando botas estos contenidos a ese norme océano y esperas el like y no llega, te defines como un perdedor. Y esta gente está ahí, nosotros también, esperando el like. Somos como un diario abierto que hemos tirado en alguna parte y esperamos que alguien venga y lo lea. No hay lectores porque todo el mundo está esperando ser leído. Nuestra crisis es una crisis de lectores, pero no de lectores de libros necesariamente. Los libros son solo una parte de la crisis de lectores. Estamos esperando ser leídos nosotros, redimidos, salvados de nosotros mismos. Pero ¿quién está dispuesto a sentarse a leer al otro?
© LA GACETA
Perfil
Roberto Palacio (1967) es filósofo, ensayista y divulgador. Por más de dos décadas se dedicó a la filosofía académica en los campos de etología humana y la filosofía del lenguaje en la Universidad de los Andes, antes de desarrollar una carrera como divulgador filosófico a través de su organización Seminarios La Vida Examinada. Es colaborador de Los Angeles Review of Books, Philosophical Salon y El Malpensante, entre otros. La era de la ansiedad es su quinto libro.
La era de la ansiedad*
Por Roberto Palacio
La ansiedad es una condición extraña. Podríamos pensar que se asemeja a la tristeza o a otros estados psicológicos que conocemos bien, como la depresión. Pero mientras la tristeza es por tal o cual cosa (estamos tristes por X), en realidad no estamos ansiosos por esto o aquello. Este punto ha sido de gran interés para los filósofos: la ansiedad es la condición que busca una causa.
Esta idea es uno de los temas del filósofo rumano Emil Cioran: La ansiedad no se provoca: ella intenta encontrar una justificación para sí misma, y para poder centrarse en cualquier cosa, se fija en el más vil de los pretextos, a los que se pega una vez los ha inventado (…). La ansiedad se provoca a sí misma, se engendra, es “creación infinita”.
No podía ser de otro modo: hemos visto en este libro cómo nuestro mundo es afecto a los vacíos. La ansiedad es el estado emocional que se adecúa perfectamente. Decía acertadamente Kierkegaard que ella es la condición por excelencia que se debe a nada.
*Fragmento.