ANTOLOGÍA
CUENTOS SELECTOS
FRANZ KAFKA
(Edhasa - Buenos Aires)
Kafka es un caso único en la historia literaria. Su modo de mirar la realidad modifica la literatura. Podríamos decir que con Kafka nuestra forma de pensar el pasado literario se trastorna y el futuro también. Desde Kafka, como dice Borges, encontramos precursores imposibles en la más lejana tradición.
¿En qué consiste lo kafkiano? Se trata de una operación simple, elemental y extraordinaria: lo absurdo es visto como ordinario y lo extraordinario es visto como “natural” o real. Así, un hombre se despierta y advierte que se ha convertido en insecto. Otro es acusado sin pruebas y existe con esa mácula como si se tratara de un hecho indescifrable. En la novela El castillo, el personaje central no puede llegar al castillo y lo impostergable se confunde con lo imposible.
Podríamos decir que Kafka anticipa los regímenes totalitarios y eso es poco decir. El poder de una pieza literaria se confunde con su apertura a las interpretaciones insospechadas. Las obras de Kafka salen airosas frente a esta prueba.
El volumen que prologa Diego Erlan y que traduce Ariel Magnus cuenta con una condición importante: propone una selección de cuentos de Kafka que nos permite leer y reconocer una zona típicamente kafkiana. “La condena” -ese cuento que fue escrito en una noche-, “Informe sobre una academia”, “En la colonia penitenciaria”, “Investigaciones sobre un perro”, “Carta al padre” y “Una transformación” (Magnus elige este sustantivo en lugar de “metamorfosis”) son algunas de las piezas que incluye el volumen. Con estos títulos basta para que alguien advierta en qué consiste la inefable y fabulosa invención kafkiana.
Los textos son disimiles en extensión y en construcción. Sin embargo, tienen en común esa mirada descentrada y absurda sobre lo real. Un narrador engañosamente omnisciente relata en “Un artista del hambre” la odisea trágica y nimia de un ayunador profesional que queda sin trabajo. “Ante la ley” propone la versión microscópica del universo del autor: un hombre espera ante la ley. Espera toda su vida. Antes de la muerte, le pregunta al guardián: “todos aspiran a la ley, ¿cómo es entonces que en estos muchos años nadie salvo yo haya solicitado ingresar?”. El guardián responde: “nadie podía ingresar aquí porque esta entrada estaba determinada solo para ti. Ahora me voy y la cierro”.
Nosotros tenemos a Kafka. Y eso es un motivo de felicidad. ¿Cuál será el autor, en el futuro, que nos ayude a modificar nuestro modo de interpretar la realidad?
© LA GACETA
Fabián Soberón