Por María Kodama
Borges no tenía rutina, no era la persona que se levantaba y escribía sistemáticamente; sólo escribía cuando tenía voluntad de escribir. Muchos de los cuentos que él compuso nacían de sueños que había tenido. Hay una anécdota muy divertida: un día estaba junto a Borges en Estados Unidos, y entonces se despertó y me dijo que me iba a dictar un poema.
Me dictó el poema, lo publicó y se hicieron reediciones de libros, pero nunca corrigió ese poema, cosa que era casi imposible imaginar en Borges porque, para él, un poema o un cuento era el comienzo de una infinita serie de correcciones.
Un día con curiosidad le pregunté por qué no había hecho la corrección de ese poema. Y me respondió: “No, yo no puedo corregir ese poema, porque ese poema no es mío. Me lo dictó Kafka en el sueño. Cuando vuelva a soñar y Kafka me diga que debo corregirlo, él sabrá qué debo corregir”.
* Fragmento de una entrevista publicada en este suplemento en 2013.