Un plan de cultivo sólido resulta crucial para el éxito agrícola. Proporciona una visión clara de objetivos, de recursos, de cronograma y de estrategias. Al considerar el tipo de cultivo, el clima, el suelo y la demanda del mercado se maximiza la productividad y se minimizan los riesgos.
En pleno inicio de la campaña de los cultivos de invierno -como el trigo, entre otros- es importante repasar las claves para lograr una implantación exitosa mediante la planificación y la gestión de los recursos.
La importancia de tener un plan de cultivo radica en varios aspectos esenciales para el éxito agrícola. Esto incluye metas a corto y a largo plazo, lo que facilita una orientación precisa y evita la improvisación, la cual repercute tanto en el fracaso productivo como en el riesgo económico.
En este marco, la agtech Sistema Integrado de Monitoreo Agrícola (SIMA), en un texto elaborado por Andrea Celina Garófalo, repasó las claves para elaborar un “Plan Maestro”, con el fin de lograr buenos resultados productivos.
Lo primero a la hora de planificar es tener claro un cronograma de actividades detallado. Conocer paso a paso las labores a desarrollar ayuda a planificar las actividades agrícolas en función de las etapas del cultivo, desde la preparación del suelo hasta la cosecha y posterior logística. Esto asegura que cada tarea se realice en el momento adecuado, lo que mejora la eficiencia y los resultados.
Adelantarse a la jugada
De esto, se desglosa que la empresa pueda lograr la optimización de recursos y la maximización de la producción. Un productor planificado es quien se adelanta a la jugada haciendo un inventario detallado de los recursos disponibles, de las hectáreas destinadas a cada cultivo, de las herramientas y servicios disponibles o necesarios de contratar, como así también el personal. De esta manera, se puede garantizar un uso eficiente de estos recursos, evitar desperdicios y optimizar insumos.
Respecto de las estrategias de manejo específicas, contar con un plan de cultivo de siembra permite considerar, de manera anticipada, cuáles son los factores críticos, como el tipo de cultivo, el clima, el suelo y la demanda del mercado. Esto incluye prácticas de riego, fertilización, control de plagas y enfermedades, adaptadas a las condiciones particulares del cultivo.
En última instancia, estar planificados permite la reducción de riesgos y la maximización de la productividad. Un buen plan de cultivo ayuda a identificar posibles riesgos y a desarrollar estrategias para mitigarlos. Esto incluye la evaluación de riesgos climáticos, financieros y de mercado, lo que permite que el agricultor tome decisiones informadas y esté mejor preparado para enfrentar imprevistos.
Al establecer metas realistas y bien fundamentadas, y al seguir un plan meticuloso se puede maximizar la productividad del cultivo. Esto se traduce en una mayor eficiencia y rentabilidad, así como en la sostenibilidad del proyecto agrícola.
En lo que respecta a la preparación del suelo, este incluye una limpieza del terreno, que consiste en eliminar malezas y nacimientos de cultivos “guachos” o indeseables para reducir la competencia por nutrientes y por agua.
También es apropiado analizar el suelo para identificar deficiencias y para aplicar enmiendas necesarias, como cal para corregir la acidez o fertilizantes para añadir nutrientes específicos.
Es importante seguir las recomendaciones específicas para cada tipo de cultivo respecto de la época del año y de las condiciones climáticas óptimas. Considerar los requerimientos de luz y de temperatura para cada especie, híbrido o variedad.
En tanto, la siembra directa es la clave para asegurar una distribución uniforme de las semillas, la menor compactación del suelo, evitar la erosión hídrica y eólica, mantener la humedad de la superficie con la cobertura natural y eficientizar las aplicaciones de fertilización.
Por otro lado, se debe desarrollar un programa de fertilización basado en las necesidades del cultivo y en las características del suelo, como así también aplicar fertilizantes en momentos estratégicos del ciclo de crecimiento.
A su vez, se deben implementar prácticas de manejo integrado de plagas (MIP) que combinen métodos biológicos, culturales, mecánicos y químicos. Monitorear constantemente para detectar plagas de manera temprana y aplicar tratamientos específicos, y lo menos invasivo posible.
Se debe hacer un seguimiento regular de los lotes, inspeccionando periódicamente el cultivo para detectar signos de estrés, enfermedades, plagas y deficiencias nutricionales. Todo signo y síntomas, relevados de manera precoz, aumentan la posibilidad de lograr controles efectivos.
Registros
Asimismo, es crucial contar con registros detallados, que incluya toda la información sobre fechas de siembra, aplicaciones de fertilizantes y pesticidas, riegos, condiciones climáticas y observaciones sobre el crecimiento y rendimiento del cultivo.
En este sentido, SIMA utiliza un sistema de agricultura inteligente que le permite a productores, empresas y técnicos, monitorear los lotes, geolocalizar datos, analizar la información y generar órdenes de aplicación para un manejo eficiente, por medio de un Smartphone.
Mediante la plataforma, los usuarios pueden alcanzar una administración efectiva del ciclo de sus cultivos, lo que garantiza no solo un rendimiento óptimo y sostenible, sino también ayuda a identificar áreas de mejora y a adaptarse a cambios en las condiciones ambientales y del mercado.