Roxana Tanori tuvo que remarla desde que nació su hija. Eloísa llegó al mundo hace 18 años, con una parálisis cerebral . “Siempre estuve sola. Tuve que recurrir a la Justicia para que el papá la reconociera. Así y todo, no se hizo cargo de nada”, remarca la mujer, que a pesar de estar pendiente de los cuidados de Eloísa, se las ingenia para poder trabajar y así cubrir todas las necesidades de ambas.
Lo que más le preocupa a Tanori es que no tiene un techo propio. La humilde casa donde viven, en el barrio 10 de Noviembre, de Tafí Viejo, no es de ellas. Se la presta un hermano, que ya le pidió que se fuera de allí porque necesita el inmueble, cuenta la mujer. “Estoy anotada desde hace tiempo en el Instituto de la Vivienda, pero hasta ahora no tuve suerte. No me alcanza lo que gano para alquilar algo”, aclara.
Hasta hace dos meses, Roxana y Eloísa llevaban una vida muy sacrificada, pero sin sobresaltos. Todo se agravó después de que la joven se enfermó de dengue y tuvo que ser internada. En el hospital, se vio afectada por una bacteria y terminó sufriendo neumonía bilateral. “Todo cambió desde entonces porque ella empezó a sufrir ataques de pánico. Estuvo un mes entero sin dormir, llorando y gritando. Recién desde hace una semana, por la medicación que le dio una psiquiatra, puede descansar. Espero que se mejore pronto porque Eloísa es muy alegre y le gusta pasear, estar con los amigos e ir a clases; y ahora pasa el día encerrada”, resume la mamá. Lo que dice queda demostrado en las fotos que adornan el comedor: en todas aparece Eloísa con la sonrisa como la mayor protagonista de su rostro.
Tecnología y solidaridad: Eloísa al fin podrá poner en palabras lo que sienteAunque Eloísa ya tiene su dispositivo asistivo, que fue diseñado por los ingenieros y con el que ella se puede comunicar con el mundo que la rodea, por ahora no lo puede usar en su casa porque no tiene computadora.
El aparato que tenía desde 2017, que le habían dado a través del programa Conectar Igualdad, se rompió y no sirve más.