El mieloma múltiple es un tipo de cáncer de la sangre que afecta el sistema hematológico y, principalmente, produce complicaciones en los riñones y los huesos.
Este cáncer ataca las células plasmáticas, un tipo de glóbulo blanco encargado de producir anticuerpos para combatir infecciones. En lugar de células sanas, aparecen versiones malignas que se multiplican y comienzan a producir anticuerpos anormales, conocidos como proteína M o proteína monoclonal, los cuales dañan diferentes partes del cuerpo.
Dolor de espalda, el principal síntoma
Uno de los síntomas más comunes del mieloma múltiple es el dolor de espalda. Los pacientes suelen experimentar lumbalgia, una afección genérica que puede ser consecuencia de diversos factores, desde una mala postura al dormir hasta un entrenamiento intenso.
Sin embargo, en el caso del mieloma múltiple, la lumbalgia es un indicio principal del cáncer.
Un cáncer poco común
Aunque raro, el mieloma múltiple es el segundo cáncer de la sangre más común en el mundo. Es más frecuente en personas mayores de 60 años, pero también se diagnostica en personas más jóvenes.
Un caso emblemático ocurrió en Brasil, donde un niño de 8 años fue diagnosticado con la enfermedad, siendo el primer niño en la historia en recibir este diagnóstico, según la International Myeloma Foundation Latin America.
Diagnóstico y tratamiento
El mieloma múltiple se puede detectar mediante un análisis de orina o un análisis de sangre llamado electroforesis de proteínas séricas. Este examen se ordena cuando los síntomas indican enfermedades inflamatorias, autoinmunes, infecciones agudas o crónicas, o enfermedades hepáticas o renales.
Tratamiento y expectativas
Desde el primer diagnóstico de mieloma múltiple en el siglo XVIII, la medicina avanzó significativamente. Aunque la enfermedad no tiene cura, existen tratamientos que permiten a los pacientes vivir con un buen control de los síntomas, similar a vivir con una enfermedad crónica como la diabetes o la hipertensión.
La intervención temprana es crucial para evitar que el avance de la enfermedad comprometa la salud de manera irreversible.
Una opción común es el trasplante de células madre, que puede ser autólogo (del propio paciente) o provenir de un donante. Antes del trasplante, se realiza un tratamiento con quimioterapia o radioterapia para que la médula ósea existente deje espacio para una nueva.