Según la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), nueve de cada 10 siniestros de tránsito en Argentina (89,5% exactamente), mal llamados accidentes, son causados por “errores humanos”. Del apenas 10% restante, el 8,8% son provocados por falta de señalización vertical y horizontal, por la ausencia de iluminación artificial, por calzadas deterioradas o por banquinas descalzadas. Y sólo el 1,6% ocurre por el mal estado del vehículo.
Entre los errores humanos, los dos principales motivos son el consumo de alcohol y el uso del celular. Este último, según los especialistas, viene creciendo notablemente y no tardaría en superar al alcohol como la primera causa de distracción en el momento de conducir un vehículo. El último fin de semana, “Día del Amigo” mediante, se produjeron seis fallecimientos y quedó una decena de heridos en la provincia debido a hechos de inseguridad vial. La mayoría ocurrió en rutas y en avenidas. Salvo en uno de los casos -una camioneta que chocó contra un poste-, en los otros hechos hubo motos implicadas. Un viejo axioma que se repite en las guardias de los hospitales tucumanos es “80-80-80”. Significa que el 80% de los accidentes se producen los fines de semana; el 80% involucra el consumo de alcohol; y que el 80% lo protagonizan motociclistas. Este es un lastimoso fenómeno nacional, donde mueren cuatro motociclistas por día, pero las provincias del norte lideran este ránking luctuoso, con Tucumán y Salta a la cabeza. En ambos distritos el uso de la moto ha proliferado durante los últimos años de manera exponencial, como consecuencia de un transporte público costoso, deficiente, deficitario y sin una oferta variada.
Según su etimología, el vocablo “epidemia” es una descripción en la salud que ocurre cuando una enfermedad infecta a un número de individuos superior al esperado en una población. No es exagerado entonces decir que en Tucumán sufrimos una epidemia de motos, que está causando un silencioso estrago en la comunidad. Los pocos siniestros que adquieren notoriedad pública es porque involucran fallecimientos, aunque incluso no todas las muertes alcanzan conocimiento público. Sin embargo, se estima que el 25% de los decesos no se producen en el lugar ni el día del hecho, sino en los 30 días subsiguientes. Esto,sin contar los heridos, muchos con secuelas permanentes, como daños en la vista, oídos, o serios perjuicios en miembros superiores o inferiores.
A todas estas descripciones que causan serios trastornos en la vida de familias y en frustraciones de sueños y laborales se debe agregar el millonario costo que a diario esto representa para el sistema de salud tanto público como privado. La falta de educación, cívica y vial, es la causa que subyace en este 90% de “errores humanos”, como el negligente consumo de alcohol o el uso del celular al manejar y, obviamente la falta de respeto a las reglas más básicas de tránsito. El Estado tiene un rol fundamental para que este flagelo no siga avanzando y no siempre está abordando este problema como lo que realmente es: una epidemia que avanza silenciosamente… Y no tanto.