Por Flavio Mogetta

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

“Para que existan esos santos populares, también tiene que haber una cultura que lo haga posible, que los sustente. Por eso hay santos populares en lugares donde el sustrato es la religión, sobre todo la religión católica. Esto no significa que los que siguen a los santos como devotos, tengan que ser necesariamente católicos. Ni siquiera hace falta que sean creyentes, pero sí que el marco cultural permita la visibilidad de estas figuras”, comenta María Rosa Lojo en referencia a las once personalidades argentinas que dan cuerpo a Cuerpos resplandecientes (Santos populares argentinos).

María Rosa Lojo: “Nunca se pudo callar la cultura a partir de calumnias”

Al momento de la charla con LA GACETA Literaria, la escritora lleva apenas un puñado de horas de regreso en el país tras un viaje de un par de semanas a Ucrania, que realizó junto a periodistas y escritores argentinos invitados por el Centro PEN de ese país “con la idea de que nosotros, como otras delegaciones de todo el mundo, podamos ver la situación de guerra con nuestros propios ojos. Fue una experiencia dura, realmente intensa porque estuvimos en escenarios de destrucción, pero muy interesante porque se pudo aprender mucho sobre Ucrania y su historia. Y también para entender el concepto de genocidio cultural que están manejando ellos, que es un concepto clave para saber por qué también consideran que su autodefensa en la guerra es una lucha por la supervivencia de una cultura, no solamente una lucha contra un eventual exterminio físico, sino que es una lucha por la identidad”.

-Cuerpos resplandecientes combina el ensayo con narraciones que no llegan a ser crónicas literarias y tampoco biografías.

-En este libro se combinan prácticas en las que tengo entrenamiento. Una práctica es la investigación y el ensayo que se han volcado en el prólogo. La otra es la práctica que atraviesa toda mi vida: la de la invención, la de la imaginación. No son biografías de santos populares, no pretenden serlo, no pretenden investigarlos documentalmente. Son historias, cosas que le pasan a personas relacionadas con estos personajes, la mayoría de ellas. Todas se basan en lo que se sabe de estas figuras, pero tiene sus derivas. Por ejemplo, el hijo perdido es una de las que más me gusta del libro y es una narración imaginando qué pudo haber ocurrido con ese hijo de la difunta Correa, que se salva de la muerte porque sigue tomando de los pechos de su madre.

-Un aspecto interesante de las narraciones es que casi no están contadas desde la perspectiva del santo popular, al punto de que en algunas se transforman personajes secundarios.

-Mi tesis en general con este libro es que lo importante es lo que nos pasa a nosotros con los santos en sí de los que podemos saber poco, pero sí sabemos las historias o intuimos las historias de personas que sí tienen fe en ellos o que no tienen fe, como en el caso del perseguidor de la madre María, pero que están atrapados por estos por estos personajes, que en definitiva los fascinan. También Maradona está abordado desde otra persona, no desde él mismo, y así en general con todos.


-Diego Maradona no estaba en la edición original del libro de 2007, se agregó en esta reedición y al hacerlo decidís incluir su visita a Oxford, un momento poco revistado de su vida.

-Sí, me llamó mucho la atención, recorriendo la biografía de Maradona, este episodio tan particular que no ha sido demasiado tratado y que, sin embargo, fue un momento culminante en su vida. Porque Maradona, como les ocurría a muchos grandes deportistas que llegaban desde posiciones muy humildes en la escala social a situaciones de fama descomunal, siempre tenían el complejo de que no se los considerara inteligentes, de que eran personas toscas, y que solo se los valorara por sus éxitos deportivos. Bueno, Maradona se empeña en demostrar que para el éxito deportivo hay que tener inteligencia. Él era una persona inteligente e ingeniosa como lo muestran frases que quedaron en el repertorio del lenguaje popular.

-Para él fue sumamente significativo ese momento.

-Él se sintió absolutamente reconocido cuando llegó a Oxford de la mano de alguien que lo toma como referente y que se parece mucho a él en sus orígenes y en su voluntad de superación, que es Esteban Cichello, un becario. Un muchacho que se había criado en una situación de gran pobreza, que logra ir superándola, que también tiene una especie de genialidad con respecto a las lenguas y que termina siendo profesor en Oxford.

Es Esteban el que lo propone para que dé esa charla y que promueve que le entreguen ese diploma de “maestro inspirador de soñadores”, que me parece algo precioso.

-Al referir tu visita a Ucrania mencionaste el sintagma “genocidio cultural”. Con Maradona dijiste “cultura popular”. ¿Cuán importante te parece para las naciones y los pueblos la cultura popular?

-Es la base, la raíz. Sin eso, ¿qué somos? Nacemos en una comunidad, en un pueblo. Es lo que nos construye. Pienso en las grandes obras literarias como El Quijote, que está hecho de la cultura popular, sin que eso implique que no esté conectado con lo que llamamos alta cultura, con expresiones sumamente elaboradas, si se quiere artificiosas, juegos intelectuales. A mí me gusta esa literatura, pero no la concibo sin interconexión. Me parece que esas obras que recordamos siempre se nutren de las dos fuentes.

-¿Por qué crees que existe la necesidad de creer?

-Me parece que es un sustrato antropológico. Un gran filósofo, Ernst Cassirer, tiene una obra monumental que se llama Filosofía de las formas simbólicas, que la cito en el libro y fue para mí una obra muy básica en mi propia formación intelectual. Si algo demuestra Cassirer es que el pensamiento mágico y el mito están en todas las culturas humanas. Él traza todo un recorrido de cómo el mito y el pensamiento mágico se van transformando en las sociedades tradicionales, en la construcción más compleja de las grandes religiones. Pero el sustrato es ese, la necesidad de explicación con instrumentos específicos que son los mitos y la religión, y que no pasan por una racionalización necesariamente o una conexión solo conceptual con el mundo, pasan por otra experiencia. Y esa experiencia sigue siendo algo que los seres humanos necesitamos. Cassirer demuestra también que la religión puede convivir con el pensamiento científico.

-El libro nace en 2001, un momento de poca creencia para los argentinos, de bastante escepticismo.

-Sí, era un momento de gran ruptura, decepción, frustración colectiva, pérdida. A medida que la globalización avanza también hay un proceso de pérdida de identidad, de lo familiar y lo característico. Creo que, de todas maneras. la creencia en figuras mediadoras o en figuras que nos pueden conectar de manera más cercana con un universo trascendente no solo se da en esas situaciones. Lo que pasa es que se puede agudizar, sobre todo porque en el caso de esos procesos de pérdidas identitarias, justamente esas figuras de los santos populares argentinos nos conectan con nuestra historia y nuestra memoria colectiva, nuestros valores particulares se vuelven más necesarios. Son figuras especialmente representativas de un pasado común y cuando el presente empieza a resquebrajarse y a crujir, ¿a qué nos aferramos? A la memoria colectiva, al pacto de fundación de una sociedad.

-Y estos santos populares muchas veces funcionan como complemento de otras creencias religiosas como el catolicismo.

-Es que están en ese marco. Para que existan esos santos populares, también tiene que haber una cultura que los haga posible, que los sustente. A través del catolicismo nosotros tenemos una cultura donde están las figuras de los mediadores, que son los santos. Para teólogos como Rubén Dri los santos católicos reemplazan de alguna manera a los dioses del paganismo, esas divinidades más cercanas o inmersas en la vida cotidiana. El catolicismo aprovecha de alguna forma esta preexistencia y esa capacidad de lo luminoso cercano que se mezcla en la vida de todos los días y se transfiere a los santos. En cambio, en otras culturas también cristianas, pero no católicas esta figura del mediador no existe. No hay esta devoción, ya que para que esto funcione se requiere un marco cultural religioso. Esto no significa que los que siguen a los santos como devotos o como simpatizantes o que los reconocen como parte de su identidad, tengan que ser necesariamente católicos. Pero una persona cristiana los puede integrar, no están canonizados oficialmente, pero si vas a un santuario vas a encontrar que en el merchandising del gauchito Gil, en las estampitas, aparece con la cruz en la espalda, y es la cruz cristiana y la cruz guaraní también. O al Gauchito Gil con la Virgen de Luján al costado. Elementos de la liturgia católica, y a los que no son católicos les da lo mismo. Van porque hay una adhesión al personaje que pasa por diferentes instancias, no necesariamente por su dogma religioso.

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Perfil

María Rosa Lojo es autora de las novelas La pasión de los nómades, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo y Solo queda saltar, y las colecciones de cuentos Historias ocultas en la Recoleta y Así los trata la muerte, entre otros títulos. Obtuvo el Primer Premio Municipal de Narrativa de Buenos Aires, el Premio Konex, la Medalla del Bicentenario, el Gran Premio de Honor 2018 de la SADE y el Gran Premio de Honor 2020 de la Fundación Argentina para la Poesía. En 2022 ingresó como miembro de honor a la Real Academia Gallega y en 2023 fue declarada Personalidad Destacada en el ámbito de la Cultura por la Legislatura de Buenos Aires.