NOVELA
CUANDO CAIGAN TODAS LAS PROMESAS
IRENE KLEINER
(Corregidor – Buenos Aires)
La protagonista de esta novela, Luna, una mujer que ha llegado a la edad en que las certezas superan las incertidumbres, acaba de tener un baño de realidad: su madre, infatigable sostén emocional de la familia y reciente viuda, sufrió una descompensación y está a punto de ser operada del corazón. Así comienza el relato de la historia familiar de la protagonista, en el preciso momento en que su propia “novela familiar del neurótico” se rompe y con los pedazos, decide hacer una nueva lectura.
Y si en el centro del relato familiar se destaca la figura de un padre de la que su amorosa compañera se encontraba a la sombra, esta nueva mirada descubre el lugar que la tradición le reserva a las mujeres: la de ser la condición de posibilidad del desarrollo personal del hombre hasta el límite del propio descuido, en los incontables episodios en los que las prioridades del padre relegaron las necesidades de su fiel compañera.
Con los materiales con los que está moldeada la memoria (cartas, un diario íntimo, regalos traídos de cada viaje y bloques de recuerdos incrustados en el relato) la protagonista viaja hacia el pasado de una familia que, involucrada en la historia política de la segunda mitad del siglo pasado, imaginó, luchó y vivió al amparo de la que fuera la mayor organización anticapitalista del mundo, el Partido Comunista, del que su padre había sido un referente dentro del movimiento estudiantil.
Los años del fracaso del proyecto de cambio social fueron los del deterioro de la salud del padre y de la caída definitiva de una figura que marcó a fuego el amor de la protagonista por el trabajo con el lenguaje, del que su oficio de traductora es uno de los atajos por los que transitó para hacerse cargo de la herencia paterna. Una herencia cultural, política y literaria, que encuentra en la palabra “patrimonio” su verdadero sentido, aquel que los judíos exiliados de la Mitteleuropa llevaron consigo y conservaron amorosamente, y que constituyó para su padre el ethos que guio su prolífica vida.
Muchos son los modos que en los últimos años adoptó la ficción autobiográfica, un género que supone el desafío de transmutar, como salida de la galera de un mago, la vida en literatura. O quizás sólo se trate de animarse a atravesar esa fina capa transparente que separa la vida de su representación que, como la superficie de una pileta, refracta las imágenes de la historia personal en cada uno de los detalles del recuerdo.
© LA GACETA
MARÍA EUGENIA VILLALONGA