Hace un año y medio poníamos un negocio tipo quiosco y almacén, con mucho esfuerzo y sacrificio nuestros ahorros fueron los pilares del emprendimiento. Los que están en el rubro saben los costos que significa hacer tal inversión, a eso sumarle todos los impuestos, permisos y habilitaciones de rigor que exigen los Estados nacional, provincial y municipal. Con los primeros ingresos uno entiende que los debe reinvertir para crecer, agregar productos que nacen de la necesidad del cliente; a los seis meses nacía la segunda sucursal y con mucho entusiasmo y más esfuerzo todo lo que fue ganancia se convirtió de nuevo en la noble apuesta de crecer y dar trabajo. En diciembre de este año llegaron los primeros síntomas de estancamiento que se lo adjudicamos al cambio de gobierno lo que entendíamos como un signo natural de la economía; al correr los meses la caída de ventas comenzó a preocupar, los impuestos empezaron a subir, se agudizó la falta de consumo; los precios de proveedores empezaron a variar y escalar, el cliente lo notó; los servicios de energía se metieron en las finanzas de nuestros locales y tuvimos que cerrar la sucursal. No dejamos a nadie sin trabajo, los empleados repartieron horas por igual; los números no cerraban pero decidimos soportar, ¿soportar? que nos digan que no hay inflación, que los salarios están creciendo y que vamos a estar mejor. Hoy cerramos todo, no nos dejaron crecer y hacer crecer, no nos dejaron defender la honrosa virtud del trabajo. Sólo nos queda el desafío y las ganas de volver algún día y empezar de nuevo, de creer que este es el camino y el país que queremos, ese país que a base de esfuerzo llegó a ser admirado por el mundo.
Williams Fanlo
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