Comenzó como lunes negro, al pasar el día se vio que no era grave, el martes todo lució normal y el resto de la semana la vergüenza política opacó la economía. Así se vivió y olvidó el sacudón de los mercados de capitales del lunes pasado. Como tiene que ser, porque no pasó nada raro.

Había motivos para asustarse porque más de una vez las bajas de bolsas precedieron a crisis graves, pero por ahora no es para tanto. La suba de la tasa de interés de referencia en Japón para enfrentar la inflación (temen que llegue al dos por ciento anual) fue sindicada como disparador. Afectó a la bolsa nipona por los efectos posibles en la actividad económica y las acciones derraparon. Ahora bien, la diferencia de tasas con el resto del mundo desarrollado habría llevado a tomar créditos baratos en Japón para colocar el dinero en Europa o EEUU y devolverlo gracias a la rentabilidad obtenida. Un carry trade. Con la suba de tasas se acabó el negocio y se liquidaron posiciones para cancelar las obligaciones, contagiando mercados. Además, se habló de la influencia del temor a una recesión en EEUU que sumó en liquidar acciones, la sospecha de que las empresas vinculadas a la inteligencia artificial están sobrevaluadas (hubo algunos balances flojos) y por lo tanto era hora de corregir cotizaciones y la amplificación de caídas por bots programados para vender papeles en baja. Tal vez haya sido así. Las coincidencias existen y pueden ser importantes.

Pero con la recesión parece haber exageración. Disparó los temores la tasa de desempleo, que pasó de 4,1 por ciento en junio a 4,3 por ciento en julio, y la creación de 114.000 nuevos puestos de trabajo frente a 175.000 esperados. ¿Era para tanto? Bueno, cada país tiene su sensibilidad a la información pero todo el año se habló de la necesidad de que la Reserva Federal disminuya la tasa de interés para así facilitar el crédito, reducir la carga de las deudas y ayudar a reimpulsar la actividad económica antes de que se frene. El avance del calendario hacia las elecciones hizo bajar la probabilidad del descenso antes de noviembre para que la decisión no sea vista como interferencia en la campaña. De todos modos, lo mismo podría decirse de la no decisión. Como fuere, ahora hay más presión para una reducción cuanto antes.

Y si ocurre, mejor para Argentina. Primero, un mundo que crece es un mejor cliente para lo que se pueda exportar. Aunque EEUU no sea el destino más importante su andar influye en la suerte de aquellos a los que más se vende. Segundo, las tasas altas atraen capitales hacia EEUU mientras que las bajas los llevan a explorar el resto del mundo. En consecuencia, aumentarían las posibilidades de financiamiento para nuestro país. Y tercero, mejores perspectivas para EEUU significan más actividad bursátil en Argentina, además de un colateral para las acciones de firmas argentinas que coticen en New York, porque los compatriotas comprarían papeles de empresas estadounidenses a través de los cedear aumentando la liquidez del mercado local.

Eso es útil para el andar de la economía real. La bolsa no es timba aunque los elementos especulativos sean más evidentes que en otras actividades. El cimiento de su labor es financiar empresas consiguiendo socios, una forma más barata que el crédito bancario. En vez de que los empresarios busquen camaradas uno por uno o las personas toquen timbres de las firmas para convencer a sus dirigentes de asociarlos el mercado de capitales ofrece el ámbito para comprar y vender partes de la propiedad de las empresas, las acciones, y así baja los costos de transacción al reunir una amplia variedad de firmas con un buen abanico de personas interesadas.

Algunos compran acciones pensando que un emprendimiento será exitoso y repartirá dividendos. Otros, porque creen que habrá personas que pensarán que una empresa será exitosa y entonces compran para luego venderles. Los más, porque suponen que por el motivo que sea cuando se espera que una empresa triunfe habrá más demanda por sus acciones y entonces podrán venderlas cuando ya quieran el dinero para consumo o para inversiones alternativas. Sobre esos movimientos se construye una enorme variedad de operaciones. Y cuantas más personas inviertan más liquidez tendrá el mercado y por lo tanto más probabilidades de éxito tendrán las colocaciones primarias que hagan las empresas.

¿Cómo les va a los inversionistas locales? Si se toma el índice S&P Merval, representativo del mercado accionario argentino, desde el 1 de diciembre de 2019 hasta el 28 de junio de 2024 subió 4.717,47 por ciento. La inflación de ese período fue 2.141,25 por ciento. Quienes confiaron en las empresas líderes le ganaron por mucho a la inflación.

Por supuesto, hay riesgos y errores, como en toda actividad. Un ejemplo fue la burbuja de las puntocom. Hacia fines de los 90 las empresas vinculadas a Internet parecían imparables, hasta que entre 2000 y 2002 sus cotizaciones se derrumbaron. Pero no todas igual. Las B2C (business to consumer) la pasaron peor que las B2B (business to business). Un punto clave fue la logística.

Imagínese una empresa minorista de Simoca que ofreciera botas online; tendría serios problemas, por los costos de transporte, para vender de manera rentable un par a una persona de Irlanda. En cambio, un simoqueño que abasteciera de botas a un mayorista irlandés de calzado no tendría inconvenientes en usar contenedores para moverlas entre puertos. El mercado apostó, y mucho, por ambas, pero cerraron aquellas con pies de barro.

Entonces apareció la inventiva. Mercado Libre es un ejemplo de empresa de logística que sirve a las B2C. Espíritu empresarial que descubre oportunidades en atender el olfato empresarial de otros. Es la base de todo mercado, incluyendo el de valores. Por eso lo del lunes fue sólo ruido; nada esencial falló. No siempre es así, pero esta vez sí.