“El azúcar orgánico nunca será commodity, porque las variables que determinan su consumo y comercialización son propias de la specialty”, afirmó Eduardo Lukasiewicz, técnico del ingenio San Isidro, de Salta.

El proceso de certificación de esa fábrica comenzó en 2000, cuando la capacidad de producción diaria de la fábrica rondaba las 150 toneladas de azúcar. “Molíamos 1.500 toneladas de caña por día. La escala era muy pequeña, por lo que la incidencia de los costos -tanto fijos como variables- era muy alta y tornaba el negocio muy riesgoso. Entonces, una buena opción para revertir esa situación era diversificarnos y obtener un producto distinto, con un precio de venta mayor y, de esa manera, lograr equilibrar las cuentas. El azúcar orgánico surgió como una buena opción para alcanzar ese objetivo”, sintetizó Lukasiewicz.

Contó que el proceso de certificación no resultó nada sencillo. “Primero, porque se partía de cero, en todo sentido. Debíamos desarrollar el producto, no sabíamos cómo hacerlo y se comenzó con todas las pruebas. Eso implicó cambios en el proceso, adaptaciones y redimensionamiento de equipos, incorporación de otros nuevos y cambios en el sistema de decantación, secado y envasado, entre otros puntos”, recordó. Añadió que debieron adaptar la infraestructura para ir incorporando nuevas normas a la fábrica, adaptando un el sistema de documentación que exige la certificación de normas orgánicas, redactar instructivos, procedimientos, manuales, generar registros de todo. “Para realizar todo esto, facilitó la tarea contar con el inestimable apoyo de la empresa certificadora, la Organización Internacional Agropecuaria (OIA). Héctor Fresler y Pedro Landa nos ayudaron mucho en el desarrollo de las normas internas, como también en la capacitación de los recursos humanos existentes”, destacó.

Dijo que la implementación del proceso de producción orgánica fue mejorando año tras año en todos los aspectos, tanto en el proceso productivo como en la calidad del resultado.

“Esto se debió, también, a una política orientada a prestar atención a la demanda y a las preferencias del cliente. Esto nos llevó a mejorar el control de la producción en orden a las normas orgánicas y a desarrollar un sistema de documentación de las buenas prácticas manufactureras, algo que tiende a perfeccionarse año tras año”, indicó. Y precisó que estos procedimientos son auditados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).

“La decisión del ingenio San Isidro de diversificar su producción con azúcar, con alcohol, con jarabe y con mieles orgánicos fue muy acertada y conveniente. Fue una de las variables que permitió la subsistencia y el crecimiento del ingenio, tanto en cantidad como en calidad”, afirmó. Y contó que la cantidad de caña orgánica disponible para moler ronda las 500.000 toneladas: “Dependiendo del rendimiento, se puede llegar a producir hasta 50.000 toneladas de producto comercializable. Los destinos comerciales son EEUU, países de Europa, Corea y países de Asia. Al mercado interno se destina entre un 5% y un 10%, según el año”, finalizó.