Por Alejandro Urueña - Ética e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Abogado. Diplomado en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales.

Y María S. Taboada - Lingüista y Mg. en Psicología Social. Prof. de Lingüística General I y Política y Planificación Lingüísticas de la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT.

Varios especialistas de diversas disciplinas vienen advirtiendo desde hace tiempo, por una parte, acerca de los riesgos y sesgos de la IA y, por otra, de la acumulación de poder de las grandes empresas tecnológicas. Asimismo, quienes escribimos este artículo también hemos alertado insistentemente sobre la construcción de un orden mundial sustentado en la economía de mercado de datos y en el extractivismo que las tecnológicas llevan a cabo de datos privados que permiten el acceso a la psiquis y al mundo interno de las personas (sus preferencias, vínculos, decisiones, emociones, valoraciones, etcétera).

Inteligencia “Artística” Artificial: ¿Es posible?

Tal “libertad de acción” posibilita la concentración de poder más allá de las regulaciones de los Estados que, en muchos casos, son limitadas cuando no, inexistentes. Hemos creado el término “IAcracia” para designar este modelo de relaciones de poder gestadas desde Silicón Valley, Nanshan (en China) y otros nichos tecnológicos del planeta y prevenir sobre la necesidad de equidad de derechos al dominio estratégico de la IA, que podría favorecer el desarrollo y la superación de los condicionamientos económicos, sociales, políticos, culturales de buena parte de la humanidad.

En esa misma dirección, investigadores vinculados al MIT han publicado una serie de artículos en el que analizan la configuración de lo que denominan un “nuevo orden colonial” sustentado en las tecnologías https://www.technologyreview.com/supertopic/ai-colonialism-supertopic. Sostienen que la producción tecnológica esta enriqueciendo a una pequeña minoría de personas a expensas del resto del mundo. Esta geopolítica planetaria del poder tecnológico se gesta fundamentalmente en los países llamados desarrollados, que cuentan con los sostenes económicos para generar las inversiones que requiere la IA, y para desembarcar en los territorios de los países subdesarrollados y emergentes que pasan a ser las nuevas colonias. Las jerarquías, a su vez, se proyectan al interior de los Estados. Se trata de procesos de neocolonialismo: la penetración no implica ni ejércitos ni armas. Se realiza a través de algoritmos que, deliberadamente invisibilizados, cooptan conciencias y las hacen dependientes de sus intereses. Y, a pesar de que en esos países hay grupos de científicos y profesionales comprometidos en gestar IA para el propio desarrollo y el fortalecimiento de procesos de afirmación científico tecnológica y sociocultural, se topan con limitaciones económicas y carencia de políticas estatales que subvencionen esos proyectos. Se trata de un esfuerzo desigual de “davides” frente a titánicos goliats que operan desde el Norte Global aprovechando las debilidades y vulnerabilidades del Sur Global. Al respecto, los artículos del MIT hacen hincapié en financiación insuficiente, mala infraestructura, acceso limitado a internet sumado a una conectividad de baja calidad, escasez de centros de datos nacionales, entre otros múltiples factores.

En el análisis de las interdependencias actuales entre IA y poder, el economista Yanis Varoufakis en su obra “Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo” (2024) sostiene que estamos volviendo a modelos feudales reconfigurados por la tecnología, que desplazarían el sistema capitalista. Los señores feudales actuales son lo que denomina “los nubelistas”: la nueva elite dueña de la concentración del capital. Con el término se refiere a los dueños (Apple, Google) de la nube, el territorio feudal digital actual, puesto a disposición de desarrolladores de Apps (aplicaciones), a cambio de que estos últimos dejen un porcentaje de su renta. Paralelamente operan otros nubelistas como Amazon, Uber, Mercado libre, que tienen a su vez trabajadores a un bajo costo: los siervos de este viejo orden social revitalizado por dinámicas del mercado tecnológico. El mecanismo tiene otras complejidades que vinculan a los nubelistas con los sistemas financieros promovidos por los Estados. Si el desarrollo exponencial de la tecnología dejó a la zaga a los gobiernos en términos de su control y regulación, nadie previó la aparición de la nube ni de este nuevo grupo dominante que se yergue sobre los Estados naciones y tiene a buena parte de la humanidad -en diferentes condiciones- trabajando para ellos.

Esta hegemonía sin embargo contrasta con la retórica democratizadora de las grandes tecnológicas que a cada paso nos hablan (o nos venden) la ilusión de una IA responsable, una IA para todos. Al mismo tiempo alertan sobre los peligros de la IA, en un discurso contradictorio y pseudo ético, dirigido especialmente a su competencia.

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¿Estamos inevitable y fatalmente a merced de este “nuevo orden mundial? Puede ser, si la respuesta es la demonización o el mesianismo respecto de la IA. Para evitar las trampas de estas ideologías – debidamente alimentadas por las tecnológicas- habrá que reclamar que se implementen políticas de Estados que frenen responsablemente los procesos de colonización, se abran -inauguremos y sostengamos- instancias sociales de debate que visibilicen la problemática, se la incluya como contenido educativo y de formación profesional y se apoye la conformación de centros tecnológicos independientes en los diversos países. Sobre este último desafío, ya hay varios ejemplos en el Sur Global. Pero esa es otra historia, que analizaremos en un próximo artículo. ¿Y mientras tanto, nosotros? ¿Seguiremos navegando por este mar digital sin brújula, a merced de algoritmos que nos manipulan sin piedad? ¿Acaso nos conformamos con ser meros peones en este ajedrez tecnológico donde las reglas las imponen los gigantes digitales?

“Sí, sí, el futuro. Ese lugar lejano e incierto donde, por supuesto, todo saldrá bien si simplemente esperamos a que suceda. ¡Y la hora de actuar! ¡Qué emocionante! ¡Vamos a hacer un hashtag y a esperar a que los demás lo arreglen!”

Es hora de despertar, la IA no es un destino ineludible, sino una herramienta que podemos moldear a nuestra voluntad. Exijamos transparencia, responsabilidad y control sobre estas tecnologías antes de que sea demasiado tarde. No permitamos que la “IAcracia” se convierta en la nueva tiranía del siglo XXI.