El prebístero condenado por abusos a menores de edad, Justo José Ilarraz, acaba de ser expulsado de la Iglesia Católica a consecuencia de un proceso administrativo penal interno de la Diócesis de Tucumán, donde el cura abusador ejerció el sacerdocio.

Ilarraz tiene 65 años y actualmente cumple prisión domiciliaria en Paraná (Entre Ríos), con una tobillera electrónica, luego de que apelara la sentencia ante la Corte Suprema de Justicia. Todavía no hubo resolución del máximo tribunal.

En 2018 fue condenado por la Justicia civil a 25 años de prisión por corrupción y abuso de menores, pena que cumple con el beneficio de la modalidad domiciliaria.

Ilarraz entró a trabajar en el Seminario ubicado en calle Don Bosco y Circunvalación de Paraná hacia el año 1984. Con el paso del tiempo fue ganando la confianza del entonces rector Eduardo Jacob y acaparando cada vez más funciones y responsabilidades. Llegó a ejercer como docente, prefecto de disciplina, confesor, director espiritual y administrador de la casa de estudios religiosos.

Este poder, según interpretó la jueza que lo juzgó y condenó, Alicia Vivian, lo ubicó en una posición de “dominación” sobre los menores que estudiaban para ser curas. La casi omnipresencia de Ilarraz en la rutina diaria de los niños y adolescentes le permitía cimentar una “confianza perversa”, al decir de la magistrada, y diseñar situaciones para cometer los abusos.

Según los testimonios de las siete víctimas denunciantes de Ilarraz ante la Justicia penal entrerriana (se estima que hubo más de 20, pero la mayoría no se sumó a la causa), el ahora ex sacerdote cometió las violaciones entre 1988 y 1992.

El expediente que concluyó con su condena incluye decenas de ocasiones de abuso en distintos lugares dentro y fuera del Seminario: en la propia habitación de Ilarraz, en el pasillo que unía su despacho con la habitación, en las camas de los seminaristas del pabellón donde dormían, en el baño de ese mismo lugar, en un departamento de Paraná del que se desconoce domicilio y hasta en una carpa de un campamento en un convento de monjas de la ciudad de Córdoba.

Según declaraban las víctimas en el juicio, antes, durante o después de abusarlos, Ilarraz intentaba normalizar las violaciones y les pedía que guarden el secreto. “Lo que pasaba entre ellos era normal, eran cosas de amigos, que entre amigos no había nada malo en demostrarse afecto y que besarse en la boca era una muestra de una amistad profunda”, recordaba uno de los declarantes. Las víctimas tenían entre 12 y 15 años.

Las violaciones del cura se terminaron en 1992 cuando algunas víctimas contaron fuera del Seminario lo que les hacía. Uno de los adolescentes se lo informó al propio arzobispo de entonces en Paraná, Estanislao Esteban Karlic. También lo supo el entonces rector del Seminario y actual Arzobispo de la Diócesis, Juan Alberto Puiggari.

La reacción de Karlic cumplió el manual que durante décadas aplicó la Iglesia en todo el mundo ante casos similares: trasladar al abusador a otro lugar, intentar que las víctimas no denuncien ante la Justicia civil y, en algunos casos, abrir investigaciones al interior de la curia.

Karlic lo mandó a Roma para estudiar una Licenciatura en Misionología entre 1993 y 1995. Mientras, Monseñor dio comienzo a un “juicio diocesano” en Paraná. La “investigación canónica” se llevó adelante bajo estricta reserva en el ámbito del arzobispado local.

A dar misa en Tucumán

En su regreso a la Argentina, Karlic resolvió removerlo de la Arquidiócesis de Paraná y enviarlo a “transcurrir en oración y meditación durante un mes en una casa religiosa”. Pero no se le impidió a Ilarraz que continuara ejerciendo el sacerdocio.

El siguiente destino que se conoce del cura fue la localidad de Monteros, Tucumán, donde ofició misas durante años. Allí lo encontró la publicación de la revista Análisis de 2012 que reveló ante la ciudadanía los abusos que habían ocurrido más de 20 años en el Seminario de Paraná. El escándalo empujó a Ilarraz a mudarse a la capital tucumana, donde se recluyó en la casa de un familiar para evitar el escarnio público.

Allí también transcurrió los años siguientes mientras avanzaba la investigación de la Justicia entrerriana, hasta que se sustanció el juicio en Paraná y debió comparecer en los Tribunales. Finalmente, el 21 de mayo de 2018, el Tribunal de la Cámara del Crimen lo condenó.

Los jueces Alicia Vivian, Carolina Castagno y Gustavo Pimentel lo encontraron autor material y responsable de los delitos de promoción a la corrupción de menores agravado por ser encargado de la educación y abuso deshonesto agravado por ser encargado de la educación, condenándolo a la pena de veinticinco años de prisión de cumplimiento efectivo y lo penaron con 25 años de prisión efectiva. Ilarraz tenía 65 años.

Hasta que la sentencia quedara firme, el Tribunal le concedió el beneficio de cumplir la pena en modalidad domiciliaria. Desde entonces, el cura violador reside en un departamento de un edificio de calle Corrientes de Paraná, con tobillera electrónica, en el último paraje que se le conoce.

Mientras, la causa atravesó diversas instancias de apelaciones y confirmaciones y hoy está en manos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Comunicado de la Diócesis de Concepción

“El Obispado de la Santísima Concepción de Tucumán, comunica que después de realizarse un Proceso administrativo Penal contra el Pbro. José Justo Ilarraz, incardinado en esta diócesis, por delitos contra el sexto mandamiento con menores de edad (m. pr. Sacramentorum sanctitatis tutela art. 6 §1, 1º), encomendado al Tribunal Interdiocesano Bonaerense, y luego de elevarse el Recurso del acusado al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, este organismo determinó a norma del art. 21 §1, 2º de SST, presentar el caso al Santo Padre quien ha dispuesto la expulsión del estado clerical del mencionado sacerdote”, expresa el comunicado que difundió la Diócesis de Concepción a través de su secretaría de Prensa.

“Como diócesis de la Santísima Concepción mantenemos nuestro compromiso por la búsqueda de la verdad y la justicia, condenamos toda clase de abuso y acompañamos con nuestra oración a las víctimas”, agrega en el párrafo final.