Días atrás, según informa LA GACETA (30/11) se realizó en San Juan un “Congreso Internacional de Genealogía”, donde se hizo especial alusión a una hipotética “casta criolla” que entre los siglos XVI y XVII habría habitado el Río de la Plata y de la cual descenderían las familias patricias argentinas (…). Tal relato es, a todas luces, una falacia: está perfectamente documentado en archivos peninsulares y americanos que, en su gran mayoría, los colonizadores que arribaron a los territorios del Plata en esa época eran sefaraditas (judíos hispanolusitanos), los que “degradados en su tierra de origen, convertidos por la fuerza o por las circunstancias, optaron por renunciar al Viejo Mundo, a sus vínculos, intereses y posibilidades con el objeto de crear en estas partes una sociedad libre, sin presiones de la Inquisición ni fanáticas persecuciones”. Algunos venían directamente de la península; otros, los más, venían del Brasil y tomaban rumbo a las provincias del Tucumán, Asunción y Alto Perú donde, bajo el mote de “portugueses”, no tardaron en formar prolíficas familias. José Ingenieros manifiesta que “en 1600 eran ya numerosos, siendo vanas las persecuciones intentadas por la autoridad civil y eclesiástica: pronto adquirían la calidad de vecinos desposados con mozas de la ciudad, llegando a ocupar, poco tiempo después, posiciones de primera fila en el comercio y las estancias. Un siglo después eran descendientes de judíos portugueses buena parte de la gente principal del Río de la Plata”. Manuel Ricardo Trelles manifiesta, a su vez, que “de todas las razas fundadoras de nuestra población, la que presenta vínculos de sangre más antiguos con la sociedad rioplatense es, sin duda alguna, la raza portuguesa (Revista General de Buenos Aires, págs. 142/43, tomo II y agrega: “si se analizan los apellidos principales de entonces se vería que todos, o casi todos, proceden de la cepa hebreoportuguesa, más o menos modificada por el injerto de sangre aragonesa o vascongada”. Se menciona, entre ellos, los siguientes: Pereyra, Ramos, Acevedo, Sáenz Valiente, Cueto, Piñeiro, Fragueiro, Pacheco, Rocha, García, Zavala, Iraola, Costa, Álvarez, Pinedo, Silva, Drago, etc. El historiador José Toribio Medina (“La Inquisición de las provincias del Plata“) nos rescata, a propósito, algunas causas que tuvieron lugar en la Colonia en los siglos XVI y XVII: Fray Antonio de Mirabal, hermano del licenciado Lerma (bisnieto de quemado), acusado en 1582; el obispo Victoria, “testificado de diversas causas” (1593) y su hermano Diego Pérez de Acosta, que “permanecía judío, hereje y obstinado en sus errores”. Otras causas contra los “portugueses”, Gaspar Frías, Pedro Lobo, Duarte Méndez, Gonzalo Abreu (gobernador del Tucumán) y Jorge Paz, mercader en Córdoba (1615) por “maldecir la misa”; Francisco Maldonado Silva, denunciado por su hermana (beata) y quemado en Lima (1600), etc. También se mencionan las causas contra los “judaizantes” María de la Cerda, viuda de Gonzalo Mejía (abogado del Tucumán) y Miguel Melo (1641), Juan Rodríguez Estela (escultor) y en el siglo XVIII los procesos contra Miguel de Almeida Pereyra y Dalmacio Vélez Texeda. Ahora bien, entre aquellos hebreos y los actuales que vinieron a principios del siglo XX no existe ninguna solución de continuidad. Aquellos se diluyeron en el seno de las familias patricias argentinas: “no es necesario la intervención de un Peyrefitte para que los descendientes de nuestras familias patricias puedan descubrir su ascendencia judía si se propusieran investigar sinceramente- su árbol genealógico. Durante varias décadas era común que, en subastas públicas de grandes sucesiones, en ciudades como Buenos Aires, Lima o Montevideo, el rematador ofreciese al mejor postor una especie de echarpe de seda con franjas azules y flecos colgantes, con alguna inscripción en hebreo, o candelabros, de los que los herederos tan solo sabían que sus abuelos o bisabuelos los guardaban como objetos sagrados o raros talismanes de tiempos idos… También Borges nos recuerda -magistralmente- el origen del antiguo rioplatense con este poema: “y Freiyre, Posadas o Acevedo,/ arrojados de España por impía/ persecución, conservan todavía/ la llave de una casa de Toledo”.
Arturo Garvich
Las Heras 632 - S. M. de Tucumán