Suelo ser muy cauto para emplear la palabra genio, en particular cuando hablo de cine. La historia registra el paso de buenos y muy buenos realizadores, pero pocos genios. Para mí, el nido más fecundo fue el cine picaresco italiano de fines de los 50 a comienzos de los 70, algo así como la novela picaresca española de los siglos XVI y XVII llevada al celuloide, con mucha maestría en casos como el de Fellini, Dino Risi, Ettore Scola, Mario Monicelli, Carlo Lizzani -en ocasiones- y algunos otros que estoy omitiendo injustamente; pero no demasiados. Esto viene a cuento de la muerte de David Lynch, un verdadero genio, uno de los pocos directores que sorprendían por su originalidad creativa, como era también el caso de Fellini, con quien lo emparento en el sentido de que fueron de los pocos que crearon cine de contenido onírico con una exquisitez única; sólo que Lynch nos mostraba el lado oscuro de la mente y Fellini el humorístico, en ambos casos relacionando sueño y realidad, aunque el primero también daba sus pinceladas humorísticas a su obra, pero muy a su modo. Quizá a Fellini se lo haya comprendido y disfrutado mejor en Latinoamérica porque se trata de países de una gran inmigración italiana, con la que convivimos desde hace mucho tiempo. Pero, volviendo a Lynch, no creo que, como he leído, lo suyo haya sido el mostrar el lado oscuro de la sociedad, aunque en ocasiones lo hiciera; como sí lo fue el caso de Fellini (y no sólo éste, sino toda aquella gran generación de directores italianos), quienes solían hundir el bisturí hasta lo más profundo sacando a la luz las miserias y la hipocresía humanas, subproductos del sistema socio económico más expandido en el planeta y desde luego en Italia. Lo altamente valorable de Lynch, en cambio, era casi puramente estético, pues manejaba relatos a los que les daba una trama y desenvolvimientos inesperados, derivándose con frecuencia en dirección al inconsciente y a los sueños. Por eso y porque es un sueño el que da la clave para desentrañar la de Mulholland (el cowboy apareciendo y diciendo a la protagonista “despierta”), con acierto se tituló a una de sus obras mayores en estos lares como “El Camino de los Sueños”. Y algo similar es lo que ocurre en “Terciopelo Azul”, “Corazón Salvaje” y “La Carretera Perdida”, por no hablar de lo que quizá sea su opus magnum, la serie televisiva “Twin Peaks”. Siempre recibiendo el apoyo de las bandas sonoras de Angelo Badalamenti, con quien estableció una simbiosis tal que llegó a decir que la música, también genial, de aquél le inspiraba a continuar o a dar nuevas salidas a la trama. Algo así como lo que declarara Einsestein que le ocurrió con Prokofiev durante la filmación de “Alexander Nevsky”. No desconozco que “El Hombre Elefante” es una muy buena película, pero no sigue la tónica onírica, original, desconcertante, intrigante y atrapante de las otras mencionadas..

Clímaco de la Peña

climacodlp2001@gmail.com