Mientras con algún grado de dificultad se siguen los argumentos bien técnicos que aporta Javier Milei en un escrito de su autoría para concluir que el atraso cambiario que se denuncia hoy en día es únicamente un “disco rayado” de economistas que en su eventual ignorancia (o mala fe) no consideran siquiera que en realidad lo que ocurre con el dólar es que hay una “apreciación del peso”, no se puede dejar de hacer un poco de historia.
Puso por escrito el Presidente que el Gobierno “no devaluará” y, al respecto, vienen a la memoria varios alegatos de gobiernos de los últimos años con conclusiones parecidas, razonamientos de políticos y técnicos de varias extracciones que, al final, se fueron al tacho de la basura. Lo cierto es que, a la corta o a la larga, casi todos ellos terminaron como meras expresiones de deseos porque de modo invariable los precios de los activos financieros se llevaron puestos los voluntarismos o aún razonamientos técnicamente irreprochables o hasta ayudas de organismos de crédito que no fueron tomadas en cuenta por los mercados.
Es verdad que en situaciones anteriores, los manotones de ahogado eran mucho más notorios, como fueron los de Domingo Cavallo al final del gobierno de Fernando de la Rúa, con el triste desenlace que se recuerda. Por entonces, el agua estaba por arriba del cuello, pero éste no es el caso de hoy: a lo sumo Milei está abriendo un poco el paraguas.
Otro ejemplo: en 2018, Mauricio Macri tenía una agenda complicada de inflación alta para la época (cerca de 50% hacia fines de año), el peso se devaluaba, se acordó el famoso préstamo de emergencia con el Fondo Monetario que llegó al final a U$S 56 mil millones, mientras la economía se contraía ese año 2,6%, marcando una reversión del crecimiento del año anterior. El punto similar al Milei de estos días, anclado en su propio interés ideológico (la “batalla cultural”), es que mientras los operadores iban para un lado, aquel Presidente puso en agenda e instó al Congreso a debatir una Ley sobre el aborto.
Pese a la profundidad del tema, la intención de cambiar la agenda fue tomada por entonces como algo eventualmente dilatorio, para eludir la necesidad de ir al hueso con las cuestiones de la economía, gradualismo mediante. Hoy, con una estrategia mucho más atrevida y acorde el deterioro, Milei ha llegado hasta aquí con la aplicación del shock que la economía necesitaba para diluir la herencia kirchnerista y eso lo contabiliza a favor el Presidente con el acompañamiento de buena parte de la opinión pública.
A veces los funcionarios se creen elegidos (no electos, sino señalados) y suponen que van a poder torcer el destino; eso, parece ser voluntarismo puro. Milei ha decidido, como Cavallo en el 2001, tirarle dialéctica a la City y, como Macri, poner el foco en otro lado y no en lo que hay que hacer. “Nunca deberás pulsear con los mercados (ni mucho menos tentarlos)”, debería ser una regla que un liberal de fuste no debería ignorar. No es la única lección que debería sacar de los últimos años el gobierno nacional.
Muchos operadores, aunque el carry trade que promociona el Gobierno les da negocios y están agradecidos, observan con preocupación que el período electoral que ya se vive a pleno ha contribuido también a cambiarle algunos parámetros de acción a la política económica y que la sintonía fina ha sido dejada para más adelante. El giro hacia la política alcanza naturalmente a La Libertad Avanza que, como partido, teje alianzas en casi todo el país, aunque con la mira puesta de modo casi obsesivo en copar políticamente la Ciudad de Buenos Aires, bastión del alicaído PRO, al que ya creen sometido.
En estas cuestiones, además, el oficialismo cuenta con la colaboración inestimable del kirchnerismo que no sabe cómo hacer para obturar las fugas internas, proceso que se vio en la Cámara de Diputados con la media sanción que apunta a suspender las PASO. En el Senado, será otro cantar y mucho más cuando se sume Ficha Limpia, con lo que ello conlleva para Cristina Kirchner: dejarla fuera de las listas en octubre.
También Axel Kicillof hace lo suyo para fortalecer al Presidente, ya que por un lado deshoja la margarita sobre cómo actuar en las elecciones en relación a Máximo y Cristina y cita a sus seguidores en un acto en Mar del Plata que finalmente debió suspender porque la situación de seguridad en la provincia de Buenos Aires (en el Conurbano para ser más precisos) es francamente caótica: no sabe, no puede o no quiere pararla, mientras que el gobierno nacional mira y lo deja sólo. El gobernador dice que la Nación se desentiende y en esa pulseada están, mientras los muertos se suman.
Sin embargo, y más allá de los negocios de momento o de la cuestión opositora, lo más notorio, lo que los operadores ven como un problema de fuste que puede cambiarle la dinámica a 2025, es que el gobierno nacional decidió salirse de la lógica de empezar a pasar el peine fino que apunte a construir una economía más competitiva, por ejemplo con la eliminación de los impuestos distorsivos y la elaboración de planes específicos en materia productiva que atraigan inversiones productivas y tangibles, fin del cepo mediante, para tratar de convertir al Presidente en una estrella de carácter mundial.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca lo ha subido al banquito a Milei y lo ha puesto a pensar en términos grandilocuentes, más de imitación que de necesidades concretas para la Argentina: el Presidente se ha desenfocado y la City también observa esto. Más allá de cuestiones ideológicas, la idea de apartarse de la Organización Mundial de la Salud, de eventualmente abandonar el Acuerdo de París, el tratado internacional que busca limitar el calentamiento global y ahora, quizás salirse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU es un triste remedo del nuevo presidente de los EEUU.
Trump puede amenazar a China, a México y a Canadá y después volverse para atrás porque tiene espaldas de gigante para ir y para volver de sus afirmaciones y contradicciones, mientras que la Argentina sigue en terapia intensiva. Esta mejor, es verdad, pero allí dentro de la UTI todavía. Cuando un paciente llega a esa instancia, habitualmente los médicos realizan una identificación temprana de los riesgos para frenar el deterioro y tomar así medidas preventivas ante las complicaciones, como es el monitoreo constante para dar en la tecla con el tratamiento oportuno.
El daño en cadena de los sistemas biológicos es un riesgo grave que puede llevar a complicaciones serias e incluso a la muerte. Esta instancia del proceso marca situaciones en los que el fallo de un órgano o de un sistema afecta negativamente a otros, desencadenando una cascada de problemas, más allá de las dificultades que se presentarán seguramente luego en el tratamiento integral, debido a que el cuerpo está debilitado y vulnerable, por lo que se necesitará de un mayor tiempo de recuperación y rehabilitación. De allí, el seguimiento constante y las rutinas de apoyo.
En ese aspecto, también los profesionales se preocupan por una serie de cuestiones a futuro que hacen a la integralidad, como son la terapia mental, los soportes nutricionales y la rehabilitación física para fortalecer el cuerpo y por evitar nuevos ruidos externos de toda índole que vuelvan a desordenar lo ordenado. De allí, que los pacientes queden entre algodones y a merced de la teoría médica, de la sangre fría de la cabeza de conducción y del batallar del equipo de asistencia.
Por eso, resulta vital que haya una estricta planificación que evite ruidos innecesarios por errores no forzados, fruto de la improvisación. Si el protocolo se quiebra todo puede desmoronarse y más si quien mete ruido es el número uno. Desde afuera, los observadores califican y ese observatorio son los dueños del dinero.
Y como éstos son expertos en anticipar resultados, cuando observen que las dificultades que se presentan tiene que ver con los cambios de tratamiento sobre la marcha o cuando noten que las anteojeras del médico-jefe han empezado a nublarse pegarán la vuelta. Los mercados son cobardes por definición y entienden poco de la teoría que Milei predica desde los libros.