José María Posse
Abogado - historiador - escritor
Perón al poder
La fórmula Perón-Perón arrasó en las elecciones de septiembre de 1973; el viejo general se sabía enfermo, pero quería dar lo que sería su último servicio a la patria, ayudando a su pacificación. Pero los sucesos en Ezeiza habían abierto brechas en las vertientes sindicales peronistas y los jóvenes montoneros. El ERP repetía a cuatro voces que Perón volvía a la Argentina con el aval de los EEUU y la CIA, justamente para combatir los grupos insurgentes comunistas. Lo cierto es que el general era por formación y convicción, un hombre de derecha y confeso anticomunista.
Al día siguiente del triunfo electoral, por decreto 1545 del PEN se declaró ilegal la actividad del ERP. El decreto, firmado por Lastiri y sus ocho ministros decía: “Declárese ilegal la actividad del autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo, prohibiéndose en consecuencia que bajo ese nombre o cualquier otro que lo sustituya, se realice por cualquier medio, proselitismo, adoctrinamiento, propagación y difusión o requerimiento de ayuda para sostenimiento o expansión de su actividad disolvente”. Aún Montoneros mantenía vínculos con el peronismo, hasta que el 25 del referido mes, el grupo asesinó al secretario general de la CGT José Rucci, un hombre de la más cercana confianza y amistad del general Perón. Era un sindicalista de fuste, vivía austeramente y se preocupaba hasta el los detalles mínimos del bienestar de quienes representaba, su muerte marcó un antes y después en la organización subversiva.
Crónicas del viejo Tucumán: cincuentenario del Operativo Independencia“Jóvenes imberbes”
El cruel asesinato de Rucci causó un repudio generalizado en el país y puso una distancia infranqueable con el viejo caudillo, quien en un multitudinario acto, el día 1° de mayo de 1974, expulsó a Montoneros de Plaza de Mayo. Ocurrió que los grupos Montoneros y sindicales (quienes no olvidaban a su abatido secretario general), estaban ese día diferenciados por brazaletes y pancartas. Unos gritaban por la “patria peronista” y los otros por la “patria socialista”. En un momento dado, Perón, harto de los cánticos exclamó: “a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, ¡y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años!”. Ese día se rompió el vínculo con Montoneros y se fortaleció el sector “ortodoxo” del peronismo.
Comandados por José López Rega, junto a un grupo de extrema derecha crearon el comando parapolicial conocido como la Triple A, destinado a perseguir y asesinar militantes calificados de izquierda, peronistas y no peronistas. La situación en la que quedaron los “Montos”, fue bien narrada por Julio Santucho (hermano del líder del ERP); “Desautorizados y expulsados por su jefe, habían quedado fuera del peronismo; el intento de participación electoral independiente en la provincia de Misiones ( 5,6 por ciento de los votos contra el 46 por ciento del justicialismo y el 39 por ciento del radicalismo), demostró que el montonerismo había servido para aportar algunos votos al peronismo, pero no estaba en condiciones de arrancárselos).
Azul
Lejos de aplacarse los ánimos, el accionar subversivo continuó con mayor virulencia. El día 15 de noviembre el ERP copó una escuela primaria en la ciudad de Tucumán y la revista Estrella Roja que editaba la organización se ufanaba del asesinato de militares de alta graduación. Pero la situación llegó al límite (en un gobierno democrático), en el ataque a la guarnición militar de Azul. El “comandante” Mario Santucho tenía tres objetivos: provocar a Perón para que se mostrara como un defensor de las Fuerzas Armadas; demostrar a los trabajadores que el ERP no los traicionaba y era capaz de conducirlos a la revolución social y la tercera razón, tal como el propio Gorriarán Merlo confesó, era tomar armas para la guerrrilla en Tucumán. “nosotros queríamos formar una fuerza militar capaz de derrocar al poder real”, llegó a afirmar. En la toma del regimiento fueron asesinados a mansalva tres soldados y el coronel Arturo Gay; también asesinaron a la esposa de Gay delante de sus hijos. El coronel Jorge Roberto Ibarzábal, incluso detuvo la resistencia para salvar a la familia Gay, aun así no pudo detener el horror.
Él mismo fue capturado y soportó 10 meses de tortura en un centro clandestino o cárcel del pueblo, para ser cobardemente asesinado. Juan Domingo Perón enfurecido escribió: “todo tiene un límite… se trata de poner coto a la acción disolvente y criminal que atenta contra la existencia misma de la Patria y sus instituciones”. En una carta a la guarnición de Azul manifestaba: “El objetivo perseguido por estos grupos minoritarios, es el pueblo argentino, y para ello llevan a cabo una agresión integral…el repudio unánime de la ciudadanía, hará que el reducido número de psicópatas que va quedando, sea exterminado uno por uno para el bien de la república…estamos en presencia de verdaderos enemigos de la patria, organizados para luchar en fuerza contra el estado, a la vez infiltran con aviesos fines insurreccionales”.
Guerra desatada
La realidad que quedó claramente evidenciada era que los guerrilleros mataban para imponer el totalitarismo marxista. Y su prédica tomaba fuerzas, incluso llegaron a juntar a 30.000 simpatizantes del recientemente creado FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo), en un estadio de fútbol donde la consigna que cantaban era: “A la lata, al latero, los ranchos tucumanos son fortines guerrilleros”, recuerda Daniel de Santis. La realidad es que el ERP había diseñado un exitoso programa de captación, reclutamiento y adoctrinamiento. Que el accionar guerrillero no tenía nada que ver con la recuperación de la democracia queda palmariamente establecido en que en tiempos democráticos desde 1973/76 el 52% de los homicidios cometidos por la subversión fueron llevados a cabo en gobiernos democráticos. Proliferaron las cárceles del pueblo, los secuestros y ejecuciones sumarias. Con absoluta honestidad intelectual, el comandante Montonero Rodolfo Galimberti reconoció a la revista “Somos”: “Todos violábamos los derechos humanos; y el que diga lo contrario es un hipócrita. ¿Qué convención internacional justifica que se mate a un civil desarmado en la puerta de su casa? ¿O utilizar armas sin portarlas a la vista y sin uniformes? Por supuesto que los grupos paramilitares de la Alianza Anticomunista Argentina entraron en acción. Lo que había iniciado José López Rega, pronto se les fue de las manos. En 1974 el comisario Alberto Villar asumió la jefatura operativa de la Triple A y formó un grupo de elite llamado «Los Centuriones», integrados por unos cien policías elegidos, transformando el grupo en un verdadero escuadrón de la muerte parapolicial. Todos los excesos imaginados fueron perpetrados por estos grupos, que operaron entre 1973/76, siendo responsables de la desaparición y muerte entre 700 y 1.100 personas, así como el exilio forzado de artistas e intelectuales de izquierda. Sus acciones fueron consideradas como delitos de lesa humanidad por la justicia argentina.
A 50 años del Operativo Independencia (parte II)Zona liberada
A principios de marzo de 1974 Mario “Roby” Santucho decidió ir él mismo al frente de 40 guerrilleros a instalarse en Tucumán a efectos de comenzar el entrenamiento de la que sería la tristemente célebre “Compañía de Monte del ERP Ramón Rosa Jiménez”. Su fanática idea era la de crear una “zona liberada” (del imperialismo y la opresión), con apoyo de la población local, para reclamar reconocimiento internacional como fuerza beligerante al intensificar la formación de combatientes y oficiales capaces de llevar adelante una guerra de larga duración; al estilo de lo que fue la guerrilla Castro-Guevarista en la “Sierra Maestra” de Cuba. La “Teoría foquista” era la que propugnaba el Che Guevara en crear “focos revolucionarios”, con los famosos dos, tres o cuatro Vietnam. Para ello eran necesarias tres condiciones: 1)- Milicia propia, que ya la tenían y con combatientes con distintos grados de adiestramiento en Cuba; además hacían ostentación pública de esto, bajando de la montaña tucumana y desfilando uniformados y armados por distintos pueblos de la provincia. 2)- Símbolo propio, recordemos que durante éstas incursiones arriaban la bandera nacional e izaban la propia. 3)- Dinero propio. Para ello utilizaban dinero argentino con un sello del ERP, la famosa estrella. Para conseguir adeptos, en los pueblos pagaban con ese dinero diez veces el valor de los productos que compraban. Obviamente era dinero mal habido; cobraban peaje en las rutas, secuestraban empresarios y hacendados, etc. La utópica idea del ERP era que las Naciones Unidas declararan a Tucumán “territorio independiente”, con la categoría de un estado beligerante, amparándose en el Tratado de la Convención de Ginebra. Ni el propio Fidel castro estaba de acuerdo con el plan, ya que la lucha se libraba contra un gobierno democrático y él respetaba a Perón. Mientras tanto Tucumán se convertía en un laboratorio de todos los horrores posibles: atentados con bombas, asesinatos indiscriminados; todo ello puede consultarse en los diarios de la época que muchas veces no publicaban todas las noticias para no generar mayor temor en una sociedad muy maltratada. Al cierre de los Ingenios se sumaba una descomposición social nunca antes vista, todo ello creaba un clima hostil y un caldo de cultivo perfecto para los insurgentes.
Adiós a Perón
El viejo general, quien seguramente soñaba con encaminar a la Argentina a mejores tiempos, sufrió la amargura que toda ésta violencia le producía; quizás ello precipitó su muerte. El 1° de Julio de 1974 falleció Juan Domingo Perón y fue llorado por su pueblo; quien además quedaba huérfano de un líder que pudiera siquiera dirigir el rumbo de una nave que navegaba en medio de una terrible tormenta. Su viuda y vicepresidente, no tenía la formación política requerida y de alguna manera comenzó a depender de su círculo cercano, en especial de José López Rega, ministro de Bienestar Social de la Nación, a quien apodaban “El Brujo”. A poco andar, se convirtió en una suerte de primer ministro de la presidente María estela Martínez de Perón. Llegó a poner al frente de los principales ministerios a sus allegados más íntimos. Pero la tremenda devaluación propiciada por el ministro de economía Celestino Rodrigo, conocida como el “Rodrigazo”, hizo caer en desgracia a López Rega, quien literalmente se fugó del país
El escenario
La selva nubosa tucumana era el escenario ideal para la guerra de guerrillas, además, los sembradíos de caña de la llanura, hacían muy difícil de detectar a las columnas de combatientes que bajaban cada tanto a reaprovisionarse. La idea germinal era hacer pie en el monte, aliarse con la población rural cercana y hacer pública la presencia de grupos armados. De esa manera las fuerzas policiales se retiraron de las zonas y durante un tiempo, las fuerzas del ERP tomaron control de la situación. El ejemplo y métodos que utilizarían era el del Vietcong que resultó victorioso en la guerra de Vietnam. Así comenzaron tomando la ciudad de Acheral, donde desfilaron e izaron su bandera; claramente era un golpe de acción psicológica. Por entonces se calcula que los montes había unos 500 combatientes estructurados en cuatro pelotones Santucho era el comandante en jefe y Gorriarán Merlo era el enlace entre el monte y las zonas urbanas. Se enviaron 150 efectivos de la Policía Federal para que peinaran el bosque en búsqueda de los insurgentes, pero la operación fracasó rotundamente. En los siguientes meses el accionar del ERP se desempeñó en las ciudades de Famaillá, Santa Lucía, Acheral, Monteros, Lules, San José, Fronterita y León Rougés, principalmente.
Con mayor o menor intensidad todas las localidades importantes de Tucumán poseían unidades guerrilleras y aparatos clandestinos de apoyo a las compañías de monte. Pero la violencia fue subiendo de tono y llegaron a tomar la comisaría de Santa Lucía buscando al agente policial Eudoro Ibarra, al no encontrarlo allí, fueron a su casa y lo asesinaron frente a sus hijos. Lo mismo ocurrió con el cantinero del Club Social de la localidad, Oscar Zaraspe, quien fue torturado y fusilado, acusado de simpatizar con las fuerzas del orden.
Cristina Viola
El primero de diciembre de 1974 ocurrió uno de los hechos más aberrantes en la historia de nuestra provincia. El joven capitán Humberto Viola, junto a su mujer embarazada de varios meses, sus dos niñas Fernanda de 5 años y Cristina de tres, llegaban en su automóvil a la casa de su padre. Las niñas venían jugando alegremente en el asiento trasero. Maby Picón, su mujer, bajó para abrir el portón y casi de inmediato el automóvil fue rociado por los cuatro costados por municiones de distintos calibres. Un comando del ERP, perteneciente a la compañía de monte “Ramón Rosa Jiménez”, ultimó despiadadamente a Viola y a su niña Cristina; la otra sufrió una seria herida en la cabeza, mientras la madre gritaba impotente ante el horror. Ese día fue un punto de inflexión: hasta en los propios grupos guerrilleros hubo fracturas, pues el horror superaba todo lo imaginado. Esa niña ángel de sólo tres años era mucho más que un daño colateral, fue el cachetazo final que despertó a la sociedad toda. Incluso a muchos de los que formaban grupos subversivos. A ello se le sumó el derribo de un avión de reconocimiento del ejército, donde murieron 13 oficiales de alta graduación. Para la operación los erpianos utilizaron un fusil lanza misiles de origen ruso.
El decreto
Ante el desborde de la violencia la presidente Isabel Martínez de Perón dictó el Decreto 261/5, de fecha 5 de Febrero de 1975 que establecía: “El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. El día 9 de ese mes el general Acdel Vilas fue designado comandante de la V Brigada de Infantería y jefe del Operativo Independencia. Comenzaba así otro período en el cual, así como hubo uniformados que honraron el uniforme, hubo otros que lo deshonraron.
Se incrementaron las desapariciones de personas, el robo de niños de mujeres presas por el delito de subversión y las torturas. El escenario era de guerra, de una guerra sangrienta y sin cuartel; pero es el sagrado deber del Ejército Argentino el salvaguardar las instituciones y los derechos y garantías de los ciudadanos consagrados en la Constitución Nacional y en los tratados internacionales a los que adhiere la Nación. Si para combatir a un enemigo cruel, esgrimes los mismos métodos crueles utilizados por tu enemigo, ya perdiste la guerra, porque a la larga quien en apariencia fue vencido, saldrá victorioso. Por ello los juicios a los que fueron sometidos con posterioridad, por crímenes de lesa humanidad. Pero las víctimas de los delitos cometidos por los subversivos también claman justicia, y ahora, con el pedido de elevación a juicio al montonero Mario Firmenich, por el atentado al comedor de la Policía Federal en 1976, pronto conoceremos si la Cámara también considera de lesa humanidad los crímenes cometidos por la guerrilla. Las heridas aún no cierran en un país que quiere dejar atrás el horror, para lo cual resulta indispensable conocer la historia completa; y que los jóvenes comprendan que nunca la violencia es el método para la consecución de un fin político.