Investigadores de la Universidad de Harvard y de la Universidad de Stanford anunciaron la creación de un prototipo de computadora biológica que utiliza agua, sal y ADN para procesar información. El avance podría revolucionar la manera en la que se diseñan los sistemas informáticos del futuro, especialmente los vinculados con la inteligencia artificial.

El prototipo fue bautizado como “biocomputadora líquida” y está compuesto por un fluido cargado con iones, que fluye a través de un circuito impreso sobre una placa de vidrio. A diferencia de las computadoras tradicionales, esta nueva tecnología no se basa en componentes electrónicos sino en la dinámica molecular, lo que permite replicar ciertas funciones del cerebro humano, como el aprendizaje y la toma de decisiones.

Un modelo de computadora que piensa como nosotros

Según explicaron los científicos involucrados en el proyecto, el dispositivo fue capaz de resolver problemas simples de forma autónoma gracias a un mecanismo de retroalimentación que imita la plasticidad cerebral. Esto significa que el sistema puede "aprender" de su experiencia, modificando sus patrones de funcionamiento para mejorar su desempeño.

“Este es un paso hacia máquinas que no sólo calculan, sino que también piensan”, dijo Ali Hajimiri, uno de los investigadores principales del proyecto. El equipo trabajó durante cinco años para desarrollar esta tecnología, inspirándose en cómo las neuronas humanas utilizan señales químicas y eléctricas para comunicarse.

A nivel práctico, la biocomputadora aún se encuentra en una etapa temprana de desarrollo, pero sus posibilidades a futuro son inmensas. Podría utilizarse en áreas como la medicina personalizada, la robótica cognitiva, el análisis de datos complejos y, eventualmente, como complemento de los actuales sistemas de inteligencia artificial.

Amable con el ambiente

Otro de los aspectos innovadores de este proyecto es su bajo consumo energético. Mientras que una computadora tradicional genera calor y necesita de sistemas de refrigeración, la biocomputadora funciona de manera casi pasiva, con mínimos requerimientos energéticos. Esta característica la hace especialmente atractiva para aplicaciones en entornos extremos o donde la energía es limitada.

Los científicos también destacaron que este tipo de tecnología es altamente compatible con sistemas vivos, ya que no produce residuos tóxicos ni requiere materiales raros o contaminantes. Esto abre la puerta a dispositivos implantables, como sensores cerebrales o prótesis inteligentes, que podrían interactuar directamente con el cuerpo humano sin rechazos.

Por ahora, el desarrollo sigue en fase experimental y se están realizando pruebas para mejorar su estabilidad y precisión. El equipo espera que, en los próximos años, puedan escalar el diseño para realizar tareas más complejas y eventualmente conectarse con sistemas electrónicos convencionales.

Este avance se suma a una creciente tendencia que busca integrar biología e informática, en lo que muchos ya llaman la “informática viva”. En un mundo cada vez más dominado por algoritmos, el objetivo de replicar el pensamiento humano —o incluso superarlo— no parece tan lejano.