La carta del lector Francisco Amable Díaz (“¡Argentinidad!”, 24/05), instándonos a colgar nuestra enseña nacional al frente de cada domicilio, institución o empresa, etc. en los días declarados como fecha patria debería nacer espontánea y abiertamente. ¿Por qué? Pues en muestra de agradecimiento por habernos cobijado desde la cuna, sin pretender retribución alguna, más que el agradecimiento natural, como corresponde a un ciudadano bien formado. Chico o grande, varón o mujer, instruidos o no, todos somos producto de esta generosa tierra y a ella nos debemos. Sería una grave falta de cultura no reconocerlo. Aún más, es increíble que en los días feriados nacionales no se observe la motivación a través del despliegue de los colores patrios. ¿Acaso estamos abrumados de problemas como para pensar en la Bandera? Craso error. Esta es parte nuestra, tal como el padre y madre humanos. Es el estandarte que, en su pureza de colores, nos guía en el camino a las bondades del cielo al que naturalmente aspiramos. Nada de mentiras o deshonestidad. Para eso dieron la vida los próceres a los que hoy rememoran los colores del cielo, puro y diáfano, que en ningún hogar, taller o institución deben faltar, como símbolo de nuestra autenticidad. Por eso, a colgar la Bandera Argentina, ya. Y viva la Patria, pues sin ella no somos nada.
Darío Albornoz lisdaralbornoz1@gmail.com