El cine puede imitar la vida, pero pocas veces el espejo devuelve un reflejo tan crudo. Brad Pitt lo entendió apenas se puso el casco. En "F1", la esperada película que se estrena este mes y que lo tiene como protagonista, interpreta a Sonny Hayes, un piloto veterano que vuelve a la Fórmula 1 tras un retiro obligado por un accidente. Pero lo que más lo marcó no fue el vértigo de los monoplazas ni el estruendo de los motores: fue la presión real que padecen quienes manejan esos autos.
“Pensé que los actores la pasábamos mal. Pero esos chicos de F1 reciben tanta mierda… Es chocante para mí”, confesó Pitt en una entrevista con GQ. Y no exageraba. El actor, que pasó meses conviviendo con los pilotos en el paddock para preparar su papel, se mostró sorprendido por el aislamiento emocional que atraviesan. “Tienen que tener la piel más gruesa que nosotros”, reconoció.
La película dirigida por Joseph Kosinski (Top Gun: Maverick) se propuso representar con autenticidad el universo de la "Máxima". Y para lograrlo, no solo recreó escenarios reales de la Fórmula 1, sino que involucró a buena parte de la parrilla actual. “Cuando vieron lo decididos que estábamos a hacerla auténtica, nos abrazaron”, explicó el director a Motorsport.
Pero la autenticidad va más allá de lo visual. "F1" se mete con un tema que los pilotos conocen de cerca y que, en los últimos años, dejó de ser tabú: la salud mental. Lando Norris, piloto de McLaren, es uno de los que se animó a hablar públicamente sobre sus dificultades emocionales. “No siempre estoy bien”, admitió, incluso cuando peleaba por los primeros puestos. Esa sinceridad no lo blindó de los comentarios de Helmut Marko, asesor de Red Bull, que llegó a criticar su “debilidad mental”.
Pitt no se quedó en la superficie. Percibió el desgaste. “Hay un aislamiento. Una discusión constante con uno mismo”, reflexionó. Y si bien el personaje que interpreta, Hayes, es ficticio, su historia resuena con la de muchos pilotos reales que lidian con la exigencia de ser perfectos a 300 km/h mientras esquivan las críticas de millones.
La película aún no llegó a los cines, pero ya puso sobre la mesa una verdad incómoda: la F1 no solo es una carrera de autos, es también una carrera contra uno mismo.