Una vez más Tucumán está en el centro de la atención nacional, gracias a los hechos ocurridos en Alberdi. Es consecuencia inevitable de tener enquistado en el poder por décadas a los mismos de siempre, sin ningún tipo de control ni de alternancia en los cargos. Una vez más se confirma que el poder corrompe… y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Estamos seguros de que Alberdi no es la excepción, sino la regla, considerando que el flagelo de la droga ya azota a toda la provincia. Sin dudar, podemos afirmar que está ocurriendo lo mismo en todos los municipios (salvo cuatro o cinco), donde el poder político es un bien ganancial de ciertas familias y donde la falta de control, transparencia y alternancia son un cóctel explosivo que tarde o temprano terminará mal. En los feudos locales -dentro del gran feudo tucumano-, los “dueños” hacen lo que quieren, apañados por el Gobierno provincial. Solo hay que esperar que aparezca el audio o el video que lo confirmen. Porque debe quedar perfectamente claro que todo esto salió a la luz gracias a la viralización de un audio, cuando ya se venían denunciando irregularidades desde 2021. O sea que el poder de las redes sociales supera a los poderes del Estado… tristemente lamentable. Y vergonzoso, dicho sea de paso, el papel de los concejales del municipio, que nunca vieron ni se enteraron de nada, cuando en ciudades como esta somos pocos y nos conocemos mucho. Y “acompañaban la gestión”, como todos los concejos peronistas, sin ejercer su rol de contralor. Con todos los antecedentes sobre narcotráfico que tenemos en la función pública tucumana, nadie puede sorprenderse, comenzando por el propio gobernador. A él le advertimos lo siguiente: los tentáculos de este monstruo ya alcanzaron los cargos más altos de la vida política tucumana; y de ninguna manera crea que será fácil derrotarlo. Estos no son los adversarios políticos a los que se les gana “caminando”, con billetera, clientelismo y aparato. Por ello, queremos exigirle que, de manera inmediata, implemente para el ejercicio de cualquier cargo público una rinoscopía para todos los funcionarios, comenzando por el mismísimo gobernador, a manera de ejemplo, y para disipar todas las dudas que acaban de surgir a partir de este hecho. De no ser así, todos serán culpables hasta que se demuestre lo contrario, y vamos derecho a convertirnos en la segunda Rosario, ciudad donde el poder del narcotráfico hace rato que superó al Estado provincial. De no ser por el auxilio de las fuerzas federales, su destino ya estaría marcado.
Ricardo Rearte
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