No se trata de una ciudad costera invadida por la bruma que empuja un viento marino. No se trata de una nube baja o niebla que avanza sobre un pueblo del pedemonte tucumano. No se trata de humo por la quema de pastizales o maloja de la caña tan propio de nuestra provincia. Lo que se observa en esta foto es el humo que nubla el barrio Arturo Illia de Simoca como consecuencia de la quema de basura a solo 500 metros de él. Ese humo pestilente, de alta toxicidad irrita las vías respiratorias y los ojos de sus habitantes, en particular la de los niños que terminan, literalmente, ahogándose en sus secreciones. De nada valen bronco-dilatadores, antiinflamatorios bronquiales, nebulizaciones y oxígeno para tratar la tos irritativa que lleva a lactantes y niños al ahogo, al vómito y a la horrible sensación de asfixia. Llegar a la noche y ser invadido por la pestilencia y el humo abrasador y sentir a los niños toser incesantemente hasta agotarse, genera además de miedo por riesgo de vida de un hijo, sentimientos de bronca e impotencia hacia las personas que queman basura y a las autoridades que se lo permiten y que hacen caso omiso a las quejas de vecinos. Cómo médico de algunos niños de Simoca, solicito por este medio, la intervención de la autoridad sanitaria correspondiente, para que ellos tengan la posibilidad de respirar aire limpio y puro. Es lo menos que merecen los más indefensos.
Lorenzo Marcos
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