Perón fue un error histórico desde la mirada de las oligarquías argentinas. Después de todo, ellas motorizaron el uso de los uniformados para recuperar el poder que los conservadores habían perdido en manos de Hipólito Yrigoyen y los desposeídos (la causa de la UCR era la de los desposeídos, aunque luego los correligionarios pasaron a ser los causantes de que existan cada vez más desposeídos). Perón fue el primero en llevar a la práctica la visión del país industrializado, el país con derechos y el país con una justa redistribución de la riqueza. Néstor Kirchner fue el segundo gran error histórico para estas viejas oligarquías que, para el 2003, tenían mucho más poder que en el período 1945/1955, gracias a los beneficios y privilegios obtenidos de la mano de las dictaduras (1966 a 1983) y del menemismo (1990/2000). Néstor expulsó al FMI de la República Argentina y de las oficinas que ocupaban en el Ministerio de Economía; le dio impulso a la Industria, a la Ciencia y Tecnología, a la unidad de la América del Sur y pueblos del Caribe. Cristina Fernández de Kirchner fue el tercer error histórico para los grupos concentrados, para el conservadurismo, para el patriarcado en su conjunto y para el machismo hecho callosidad en millones de hombres y mujeres. Pero, en su caso, la experiencia fue traumática para los dueños de la Argentina, debido a la distribución de la riqueza que se alcanzó en este período: al caer o terminar el ciclo neoliberal de Menem y su continuidad con De la Rúa (ambos de la mano de Cavallo y de las relaciones carnales con el FMI y EEUU), la brecha entre lo que ganaba el 10% de la población más rica y el 10% de la población más pobre era de 54 veces. En 2009, luego del primer mandato de Néstor y transcurrida la mitad del primer mandato de Cristina, esa brecha se había reducido a 25,6. Era imperdonable y había que eliminar a CFK de la Política. Lo intentaron por todos los medios y caminos, incluso con un arma. La bala no salió, el fallo -tal como lo anticiparan Magnetto y sus empleados bien pagos- lo hizo en tiempo y forma, según los mandatos externos y no según nuestra Constitución y la legalidad, por cierto. El último clavo que el presidente Milei quería poner en el cajón no era anecdótico ni se trataba de una broma. Era un profundo deseo para obtener el premio al empleado del mes. Javier Iguacel, ex ministro de Mauricio Macri y padre de aquella gran estafa llamada “Causa Vialidad” (mediante la cual condenaron a CFK), recibió su premio en dos partes: 1) el juez Julián Ercolini y el fiscal Gerardo Pollicita duermen una causa desde hace cuatro años por el desvío de unos $ 50.000 millones actuales, que Iguacel hizo desde su cargo en Vialidad a su propia campaña a intendente; 2) desde el gobierno de los Milei lo ayudaron a armar una empresita petrolera con un capital inicial de apenas U$S 6.000 y le otorgaron activos de YPF (cuatro áreas de explotación en Vaca Muerta) que le permitirán hacer negocios por U$S 100 millones anuales, mínimo. Aquellos “errores históricos” (a los ojos oligarcas), provocados por el voto popular, les generan menos ganancias o menor rentabilidad a las oligarquías y a sus grupos concentrados al servicio del imperialismo anglosajón; simplemente eso. Mas, cuando el error histórico cometido por el voto popular lo hace a contramano de sus propios intereses como pueblo y alejado de toda lógica y sentido común, lo que pierden las grandes mayorías es incalculable, trágico, irreparable en algunos casos y corregible en otros, aunque -para arreglar lo destruido- se requiera de en un proceso tan largo y extenuante que ni siquiera una década ganada lo puede hacer en su totalidad. Aun así, hay gente que no aprende más.
Javier Ernesto Guardia Bosñak
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