Argentina está hoy inmersa en una profunda grieta moral, que ha llevado a una violencia política con insultos, escraches, y hasta escenas de pugilato en el Congreso Nacional. Por un lado el populismo, representado por el kirchnerismo, que tiene desprecio por la libertad individual y una idolatría por el Estado. Además tiene complejo de víctima, pretendiendo la libertad de la ex presidenta condenada en varias instancias por la Justicia. Según el populismo todos nuestros males han sido siempre culpa de otros, menos de su propia incapacidad para respetar instituciones que nos permitan salir adelante. Al incrementar el poder del Estado, se han enriquecido el grupo político en el poder a expensas del pueblo, beneficiando a los amigos y abriendo las puertas a la corrupción. Subieron impuestos y emitieron moneda sin control, para desarrollar una red asistencialista gigantesca que tenga a millones de personas dependiendo del Estado. Cada vez que el populista llegó al poder para hacer “ más iguales a todos” , lo que hizo fue concentrar el poder en sus manos, incrementando la desigualdad y condenando a la población a mayor miseria. Pues es evidente que si el gobernante controla todo, se va a arreglar con sus amigos como lo hacía Kirchner. Un sistema así no puede generar riqueza, pues los incentivos están puestos para saquear al resto, y no para crear valor. El kirchnerismo dio la “gran batalla cultural” basándose en las ideas de Gramsci, de dominar primero la cultura y de dividir a la sociedad en amigos y enemigos. Como define Marcos Aguinis, muchos argentinos padecen de “autoritarismo pasivo”, que es la obediencia inconsciente a los mandatos autoritarios. Mandatos que se caracterizan por un alto nivel de desprecio, que manipulan al sometido como si fuese un incapaz y un indigno. Del otro lado de la grieta, se plantea un cambio de fondo en la mentalidad y cultura del país. La batalla por la cultura y por la conciencia de las personas, es la clave de cualquier proyecto que pretenda ofrecer esperanza. La forma de vencer al populismo, pasa por ser persistentes en la batalla de las ideas. El Nobel de economía F.A. Hayek insistió que “son las ideas las que en definitiva definen la evolución social, económica y política de las naciones”. Pese a que las formas del presidente Milei pueden no gustarnos, esa manera espontánea y directa, transmite un mensaje fuerte, principalmente a los jóvenes y a los partidarios de la sociedad abierta, pero siempre debe cuidarse la honestidad intelectual y resguardando la verdad. Cada vez surgen más voces y grupos dispuestos a resistir la maldición populista, la corrupción y la decadencia, y exigir una vida digna, es decir sin pobreza, inseguridad, corrupción, temor, todos problemas que el populista promete resolver para sólo terminar agravándolos. La población tiene una cuota muy importante de responsabilidad. Debe ir a votar y no mantenerse en un alto porcentaje, indiferente como en las últimas elecciones provinciales. En las escuelas debe enseñarse a los chicos los beneficios de la libertad, la importancia del esfuerzo y el mérito, y que hay que trabajar para comer. Es muy importante también que los “think tank”, con sus intelectuales, tengan una influencia decisiva en la batalla de las ideas, y en las políticas públicas y económicas. El periodismo juega un papel fundamental para contribuir al cambio cultural. Las ideas deben estar presentes en la cultura de una manera honesta, inteligente, atractiva, optimista y mostrando la verdad. Y los empresarios deben invertir en esfuerzos intelectuales para difundir y promover estas ideas y hacerlas masivas. Es necesario más empresarios que creen en la libertad, que tengan coraje, generosidad y claridad mental para promover iniciativas que contribuyan a consolidar una auténtica República.
José Manuel García González
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