Laura Madariaga, impulsada por una profunda conexión con la naturaleza y un deseo de superar sus límites, completó el ascenso al Kilimanjaro en tan solo siete días. Esta imponente montaña, ubicada en Tanzania, deslumbra con su asombrosa diversidad de ecosistemas, desde selvas tropicales hasta páramos salpicados de brezos gigantes y lobelias, pasando por un desierto alpino cubierto de musgo. En la cima persisten glaciares perpetuos.
La expedición de Laura Madariaga tomó un giro inesperado cuando, impulsada por su determinación, se separó del grupo y, acompañada por dos guías experimentados, ascendió a la cumbre en un tiempo récord de cuatro horas y 30 minutos.
"Debes ser valiente, porque encontrarás algo que hará que valga la pena vivir", reflexionó Laura. Tras alcanzar Stella Point (5.756 metros sobre el nivel del mar), un punto de referencia al borde del cráter donde el frío y la altura se intensifican, la cima se hizo palpable. Unos 15 minutos más de caminata separaron a la tucumana de su objetivo. Al llegar al Uhuru Peak (5.895 msnm), el punto más alto del continente, la emoción la embargó en plenitud.
"Rompi en llanto. Mi corazón latía al ritmo de los corazones africanos. Nos abrazamos, uno de los guías pronunció palabras de agradecimiento en suajili, cantamos y así coronamos el techo más alto de África", recuerda Laura Madariaga sobre ese momento cumbre, alcanzado el 29 de agosto a las 5 de la tarde (hora local).
Mientras que la ruta tradicional lleva a los grupos a salir a medianoche y alcanzar la cima tras 11 horas de extenuante caminata, ella aceleró el ascenso, partiendo desde el penúltimo campamento y adelantando la travesía en un día.
Más que una cumbre, una conexión espiritual
El Kilimanjaro, un gigante solitario con su cumbre nevada y una vista que corta la respiración, representa un desafío para la humanidad y una aventura espiritual. Es una oportunidad para conectar con la naturaleza en su estado más puro, encontrar la soledad y la paz interior. Escalar esta montaña implica superar los propios límites, al enfrentar desafíos que revelan una fortaleza interior desconocida.
Para Laura Madariaga, la verdadera recompensa reside en la experiencia vivida, el esfuerzo personal y el inestimable trabajo de los guías y porteadores. "Sin ellos, nada sería posible" admite con emoción al recordar la dedicación de aquellos que cargaban pesadas mochilas en sus espaldas.
Un festín para los sentidos
La belleza del Kilimanjaro, sus paisajes únicos y los cielos al atardecer, ofrecen una experiencia sensorial inolvidable que deja una huella imborrable en el alma. Este viaje a la cima de África, para Laura Madariaga, fue mucho más que una conquista física; ha sido un encuentro consigo misma en la inmensidad de la naturaleza.