La tarde en Yerba Buena se desliza con un aire tibio. Al oeste, el cerro San Javier comienza a esconder al sol detrás de su silueta. Inés Berton se acomoda en el sillón con un aire fresco y voz amable para conversar sobre su vida, sus descubrimientos y la alquimia que transforma simples hojas en historias.
Su historia comienza en noviembre de 1972. Hoy es emprendedora reconocida y premiada, pero su camino atravesó continentes y disciplinas. Trabajó en Francia como perfumista, para profundizar el conocimiento en la creación de fragancias, y en 1993 fue a Nueva York a trabajar en el museo de arte Guggenheim. Allí, bajo la tutela de su mentora japonesa, descubrió la sensibilidad de su nariz y la manera de aplicar la precisión de los aromas en el arte del Tea Blending o “mezcla de té”. Especializada en perfumería de cosechas de té, regresó al país en 2001, en medio de un contexto económico incierto, con la visión de crear un nicho de “lujos posibles”. Dos años después creó Tealosophy, un proyecto que convirtió el té en filosofía y estilo de vida, como describe la propia Inés en la web de la marca: “Té. Tea. Thé. Cha. Chai. Cualquiera sea su nombre o la hora, algo tan simple como unas hebras de té, un poco de agua, sensibilidad y paciencia son capaces de refrescar los sentidos, serenar el espíritu y crear un momento. La gente de la tierra me enseñó el respeto y el amor por lo que hago. Soy buscadora de té. Así nació Tealosophy, el compromiso de compartir una filosofía de vida, quizás un estilo…”
Berton desarrolló fusiones personalizadas de té y hierbas, frutas o especias con unos perfiles únicos para personalidades como el Dalai Lama, los Reyes de España, José Saramago, Chris Martin y los Red Hot Chili Peppers, y también para marcas de prestigio como Bulgari, Hermés, Chanel y Burberry. Su propuesta provee a más de 500 hoteles y restaurantes en la Argentina y algunos en el exterior, desde el Palacio Duhau y el Four Seasons hasta el Llao Llao en Bariloche. En 2004 ganó el Premio Innovación en la SIAL de París, y hoy Tealosophy está presente en más de 20 países y fue elegida por la guía Louis Vuitton como la mejor tienda de tés en Europa bajo el título “sublime teas”. Forma parte de la red Endeavor, obtuvo los Premios LATAM y el Emprendedora de 2017 del Gobierno de la Ciudad, y fue nombrada Globe Trotting Icon por Leading Hotels.
Conversar con Inés es adentrarse en un universo sensorial donde aromas y sabores cuentan historias, donde culturas y memorias se traducen en una taza, entre el calor de la tarde y la vista del cerro.
- ¿Qué significa tener olfato absoluto y ser “blender” de té?
- Es como el oído absoluto. Es la capacidad de crear y reconocer aromas. Para dar un ejemplo simple, la gente suele decir “perfume cítrico”. Pero si raspamos un limón, una lima, una clementina, una mandarina o un quinoto, cada uno tiene un perfume distinto. Lo mismo pasa con las rosas: la rosa Charles Aznavour es muy distinta a la Blue Parfum.
- ¿El olfato se entrena?
- Sí. Hay que estar atento. Muchas veces uno debe aprender a describir lo que percibe y también cómo buscar nuevos aromas para después componer con más ingredientes. A veces descubrimos un aroma que no está en nuestro país y es fundamental poder nombrarlo para luego recrearlo.
- ¿Cómo descubriste esta cualidad?
- De chica tenía fuertes dolores de cabeza. Me hicieron muchos estudios médicos y los especialistas no entendían qué era. A los 18 años, cuando me fui a vivir a Francia, me hicieron más análisis y descubrieron que tenía olfato absoluto. Percibía muchos olores, no perfumes, en especial los amoníacos o los de la lavandina, que me detonaban migrañas. Ahí aprendí a usarlo y a controlar mi respiración.
- Transformaste ese dolor de cabeza en una profesión...
- Creo que hay un romanticismo en la idea de convertir un problema en un don. Pero la realidad es que en el té encontré esa fusión de Oriente y Occidente que tiene que ver con mi personalidad. Yo pensaba que me iba a dedicar a la pintura. Me fui a Nueva York, trabajaba en un museo y en la planta baja del edificio había una casa de té. Ahí entendí que el té, que es el segundo producto más consumido en el mundo después del agua, no conoce fronteras. Luego vino la parte de aprender a crear: pensar en peras de otoño con ramas de canela, cardamomo, jengibre y pimienta para recrear el perfume de los mercados de especias en la India; o vainillas de Madagascar con cacaos de Venezuela y naranjas tostadas para lograr un blend reconfortante.
- ¿En la mezcla todo queda bien?
- No, muchas cosas no combinan. El té es un lujo accesible, hay que entender que es el placer de lo simple. La sofisticación está en lo simple. No hace falta algo rebuscado. En lugar de levantarte a la mañana y hacer el “ahorcado” con un saquito de té, podés empezar el día tomando algo que te reconforte, terminarlo con flores de manzanilla que llaman a la calma, cedrón o naranjas tostadas, o elegir un blend digestivo después de almorzar. Eso es lo lindo.
- ¿Qué notas aromáticas y sabores incluirías al hacer un blend para Tucumán?
- Llegué a la noche y a la mañana salí a dar una vuelta. Me gusta el calor que es tan exuberante. Me impactó la arboleda y la vista de las montañas verdes. Veo este paisaje y me imagino algo muy verde y fresco. Una base de té verde, en limón tucumano prensado en frío, me animaría a las hojas de palta, en higos y en nueces. Es una provincia exuberante y rica.
- ¿Cómo describirías un té tuyo en experiencia más que en sabor?
- Uno de mis blends más conocidos se lo hice recientemente a Cazzu, la cantante. Tiene jengibre, limón, miel, cúrcuma y anís. Es rico frío o caliente, y se pueden hacer hielos con la infusión.
- Trabajaste y seguís trabajando con celebridades y marcas internacionales. ¿Qué significa eso hoy tras un comienzo difícil?
- Volví a la Argentina en 2001, cuando todos me decían que no era el momento. Vivía en Nueva York hacía años, pero sentí que debía volver. Lo que me da felicidad es que Tealosophy sea una marca argentina y verla en la NBA, en el Super Bowl, en Nueva York o en París. Empecé con U$S132, pero con un gran capital: la educación. Eso es lo que hoy más necesita el país. La educación permite soñar, crear y concretar. Se dice que “la visión sin ejecución es alucinación”. Vine en un contexto complejo y ver lo que pasó con Tealosophy me llena de felicidad.
Berton propone un mundo sensorial que va más allá de lo visible y lo concreto. Reconocida entre las narices más refinadas del planeta, construyó una narrativa de vida en la que el aroma de las hojas de té y la armonía de las esencias se combinan para ofrecer algo más que sabor o perfume: es una experiencia que invita a viajar hacia el interior, a recrear lugares en la mente, a establecer un diálogo silencioso con la memoria y la naturaleza. En cada taza, en cada blend, logra que la tradición, la creatividad y la sensibilidad se unan para recordarnos que lo simple puede ser sublime, y que un momento de té puede transformarse en un instante de conexión profunda.