El próximo domingo por la noche será de mucho desconcierto, a partir de que las fuerzas políticas salgan al unísono a vociferar con sumas más que confusas de porcentajes no homogéneos a nivel país que han “ganado” la elección. En ese mismo momento, para evaluar la situación será más que bueno para la ciudadanía poner la pelota debajo de la suela, levantar la cabeza y mirar el horizonte, ya que la verdadera diferencia, la que va a decidir cuál fue la fuerza más beneficiada por el voto de la gente, sin considerar en ningún caso a quienes lamentablemente no concurran a votar, saldrá finalmente del número de bancas que cada una de ellas obtenga en las dos cámaras del Congreso.
En un país federal, una compulsa legislativa no es por definición una elección de distrito único, donde gana quien saca más votos. En tal caso, los porcentajes funcionan correctamente como medida de comparación, pero los números habrá que ponerlos también en sintonía con el lugar donde se producen los resultados, por más que La Libertad Avanza, que está en los 24 distritos y Fuerza Patria (en 14) y los demás peronismos dispersos por el país van a querer monopolizar los videographs de la televisión después de las 21, con un valor relativo de peso visual apenas.
Sabido esto y para no comprar peces de colores que enturbien luego los razonamientos, está muy claro que la lectura política definitiva habrá que hacerla con mayor tranquilidad a partir del lunes, ya con los datos ciertos sobre la mesa, sin la interferencia de ruidos que buscan simples posicionamientos de coyuntura. Y también deberá analizarse el resultado por sus consecuencias y básicamente mirando hacia adelante, tal como sucede en todas las elecciones y en las legislativas, mucho más.
Javier Milei reordena su gabinete y crecen las dudas sobre FrancosEn la Cámara Baja se renueva algo menos de la mitad de las bancas (127) y allí, cada provincia tiene un número asignado de escaños en relación a la cantidad de habitantes que tenía en el año 1983, sobre la base de un legislador cada 161 mil habitantes, lo que, además, merecería una revisión porque después de 42 años hay provincias que quedaron sub-representadas. Si se observa la Cámara de Senadores la distorsión relativa entre votos y bancas es más acentuada, ya que van a entrar 2 por la mayoría y 1 por la minoría (24 de 72) sólo de las ocho provincias que deben renovar ahora y todas con padrones de muy diferente volumen. Está claro que también por este dato, medir este tipo de elecciones por porcentajes es, al menos, distorsivo.
Desde ese día, entonces, la responsabilidad central pasará de los ciudadanos directamente al gobierno nacional que, conociendo ya de cuánta fuerza propia dispone y sin excusas, deberá empezar a jugar desde el fondo de la cancha y buscar tres cosas básicas para los dos años de mandato que le quedan a Javier Milei: un perfil de gobierno diferente, probablemente vía alianzas; un programa sólido y consensuado y una identidad –quizás distinta también- que sustente su liderazgo. Ya se verá bajo qué circunstancias, porque no será lo mismo haber conseguido llegar a conformar un bloque propio de 87 bancas (1/3 más uno) en la Cámara de Diputados que haber estado por debajo de ese número mágico.
¿Por qué esa cantidad de diputados propios resulta vital para que Milei sienta que ganó y para que Donald Trump no le baje el pulgar al amigo? El Presidente mismo lo ha dicho: con un tercio a favor se impide la figura del juicio político y también quedan a salvo eventuales y futuros vetos que necesitan de mayorías especiales para ser rechazados. Aún si no los lograra de sangre pura “violeta” (es casi imposible), la suma de los aliados del PRO (una vez más) en las listas de LLA podrían jugar como reaseguro.
Conviene recordar que en esta elección, el oficialismo pone en juego sólo 8 de las 37 bancas que tiene, por lo que el bloque arranca con 29, más los que se puedan sumar ahora. Necesita ganar 58 diputados y este número será clave para moldear el futuro, más que los efímeros porcentajes. Y mientras que los “amarillos” tienen que renovar 21 bancas, el kirchnerismo deberá defender 46 de sus 98 lugares. El segundo escalón importante que deberá mirarse en detalle es el número de 129 asientos (mayoría simple) que deberá conseguir LLA a través de alianzas, que serán seguramente negociadas por el Gobierno contra los clásicos favores monetarios que pidan las provincias y deberá hacerlo sin serruchar el equilibrio fiscal ya que eso, de seguro, no se va a negociar.
Como es obvio, con una sola Cámara no alcanza y en el Senado, LLA tendrá muchas dificultades también, pero llegar al número de 37 no parece ser tan difícil siguiendo las mismas vías, sobre todo porque el kirchnerismo reducirá su peso, probablemente a 30 legisladores. Esto sería lo mínimo para avanzar en el Presupuesto y en las leyes de fondo prometidas, las que podrían acelerar la inversión: la reforma tributaria, la laboral y, desprendida de ésta, una necesaria y robusta nueva ley previsional que contemple salarios dignos surgidos de los aportes de toda la vida y apoyos por Rentas Generales para quienes no tuvieron la oportunidad de completar años de servicio.
Estas serán las formas, devenidas de los números que la ciudadanía habrá digitado, aunque en las listas –que siguen siendo sábana pese al lápiz- hay muchos tránsfugas escondidos que sólo se han presentado para hacer negocios y saltar hacia otro lado cuando le convenga a sus intereses, por lo que las cuentas iniciales nunca serán definitivas. En función de ello, el concepto central que más debe preocupar al gobierno nacional cuando vea todas las cartas sobre la mesa es el de la gobernabilidad porque eso es algo que no se impone, sino que se construye mediante legitimidad, eficacia institucional y articulación política.
Milei se reunió con el jefe de JP Morgan, el mayor banco de Estados UnidosUn gobierno que busca relanzarse, tal como se impone en el caso de Milei, tiene que generar necesariamente condiciones de estabilidad, previsibilidad y diálogo y esto implica necesariamente fortalecer el vínculo con el Congreso, articular con actores sociales y territoriales y establecer mecanismos básicos de concertación que se han perdido en la intransigencia (y los insultos) de los primeros dos años. La gobernabilidad no es sólo capacidad de mando, sino de escucha y de síntesis, algo vital que requiere reglas claras, vocación de acuerdos y una narrativa que convoque a la ciudadanía a un proyecto común, superando la lógica de la polarización.
Cualquier cosa que se intente al respecto, le va exigir al Presidente redefinir el perfil y, en ese sentido, las alianzas legislativas son su principal herramienta. Los maridajes compatibles combinan pragmatismo con visión estratégica para incorporar a diversos sectores que ampliarán la base de legitimidad y permitirán renovar el discurso oficial. Esta vía implica reconocer límites, ceder espacios y construir confianza. Un gobierno que apela a consensos muestra flexibilidad, apertura y capacidad de reinvención, sin perder su núcleo identitario ni diluir su responsabilidad. Tampoco se trata únicamente de sumar apoyos porque si, sino de reconfigurar el mapa político con vocación integradora.
Ese segundo tiempo –si realmente llega- requerirá también de un programa económico que combine solidez técnica con legitimidad política, ya que no basta con disponer medidas eficaces, sino que deben ser comprendidas, compartidas y sostenidas por amplios sectores. La clave está en construir consensos sobre objetivos estratégicos, como pueden ser el equilibrio fiscal y el crecimiento, con una cuota de mayor inclusión, sustentabilidad y sobretodo, en relación a los medios para alcanzarlos. Esto implicará diálogos serios con sindicatos, empresarios, universidades, organizaciones sociales, etc. Un programa consensuado no es sinónimo de unanimidad, sino de gobernabilidad económica, derivada de la capacidad de implementar políticas con respaldo plural y un horizonte claro.
Milei pidió apoyo para defenderse de un “Congreso destituyente”Por último, un eventual relanzamiento implicará mostrar una identidad distinta, capaz de interpelar nuevas sensibilidades, sin perder coherencia. Para sustentar ese nuevo look deberá percibirse que, en lo que se ejecuta, hay deseos genuinos de seguir en el poder, pero que se lo observe como algo renovado. Sustentar un liderazgo así exige combinar firmeza con empatía, visión con escucha y autoridad con ejemplaridad. La identidad renovada no se impone desde arriba, se construye en el vínculo con la sociedad, ya que un liderazgo sustentable se basa en la capacidad de representar, inspirar y convocar, más allá de la coyuntura. ¿Tendrá uña de guitarrero el Presidente para todo esto? ¿Estará en su naturaleza cambiar?