Si la danza tradicional es como una de sus esculturas renacentistas imponentes y lejanas, apreciables en su perfección desde la distancia, “Solo/Cuerpo y Piano” rompe por completo el esquema. Vendría a ser como una fogata en un campamento. El público es invitado a sentarse justo al lado del fuego (en el escenario, del otro lado de la platea), compartiendo con los bailarines el calor (de los focos) y el proceso creativo de cada movimiento. Una experiencia directa, casi palpable.
Martín Piliponsky, a cargo de la Compañía de Danza Contemporánea del Ente Cultural, asumirá el doble rol: el de director artístico de la puesta y el de bailarín, codo a codo con los integrantes del cuerpo. Desde las 20, en el teatro San Martín se verá el resultado de esta propuesta-concierto.
Piliponsky empezó la charla con LA GACETA hablando de los cómo y de los por qué de “Solo/Cuerpo y Piano”. Desde allí las ramas se fueron extendiendo hacia varios espacios: las formas de ejercer un liderazgo, los miedos que acechan a los bailarines, su mirada de estos complejos tiempos por los que navega la cultura. Y mucho más.
- ¿Cómo será esta inusual puesta en la que el público accede al escenario?
- Es una puesta muy poco convencional. El acceso va a requerir tiempo porque el público atraviesa los palcos y la platea para llegar al escenario e instalarse allí. Esto es un intento por horizontalizar la escena, lo que significa ubicarnos en un mismo plano. Al invitarlos a ubicarse en ese horizonte buscamos una danza cercana y afectiva. Van a sentarse en gradas que estamos montando de manera bastante artesanal.
- Al estar ubicados en la caja escénica, ¿cuál es la experiencia que espera al público?
- Van a encontrar el caos de un detrás de bambalinas. No hay nada oculto. Van a ver los pesos de las barras que sostienen las luces y van a sentir el calor de los focos en la cabeza y en la piel. Lo que hay ahí es realidad. Es parte de un viaje al que invitamos al público, en un mismo vehículo, para estar juntos.
- Por ahí, en ese lugar, a muchos les salga soltar el cuerpo....
- Yo espero que suelten un poco más el corazón.
- ¿Podemos clasificar “Solo/ Cuerpo y Piano” como una obra de danza tradicional?
- No, posiblemente yo diga unas palabras al inicio y explique que no es una obra de esas características. No van a encontrar “Carmen”, no hay una historia que contar; no hay un cisne que muere. En cambio, se trata de un concierto, de una sucesión de piezas en solitario. Un ritual muy antiguo que tiene cero digitalidad.
- El título menciona la presencia del piano. ¿Quién es el solista y qué tipo de música interpretará?
- Tendremos dos pianos en la escena, uno es el Steinway. El pianista invitado es el franco-iraní Nima Sarkechik, que es realmente un “loco”, como buen artista. Toca todo sin partitura y quiere acercarse a lo escénico y lo performático. Hemos elegido piezas muy reconocibles, trabajando hace varios meses con Nima y la Compañía. Estoy hablando de piezas clásicas de Bach, Schubert, Mozart, Beethoven, Debussy y Rahmaninov.
- ¿Por qué ese repertorio?
- Buscamos algo cercano al público. La persona que menos idea tenga de música clásica o de danza se va a sentir parte, porque son piezas muy conocidas. Son como ese cuadro famoso que se reproduce en el cerámico o en el puzzle. La danza no busca representar; busca ser.
- Además de Nima, ¿quiénes acompañan a la Compañía en esta puesta?
- Contamos con el aporte de Fer Villagra en el vestuario. La Compañía necesita colaborar con artistas, ya que en el arte contemporáneo no podemos seguir aislándonos. Por ejemplo, Ramón Teves está haciendo un proceso como fotógrafo, interesado en la imagen de la danza. Los vestuarios son importantes; son vestuarios que no tienen género y buscan mostrar nuestras infinitas diferencias, no unificarnos.
- ¿Cómo fue la experiencia de los ensayos y la dirección de la Compañía en este proceso?
- Siento mucha contradicción, pero conmigo mismo. La dirección no intenta ser verticalista. Creo que mi trabajo mientras permanezca en esta dirección, que es temporal, como todo en esta vida, es crear la posibilidad de que los integrantes tengan suficiencia, voto, opinión e ideas. Eso potencia a cualquier pequeña comunidad. Trabajar en compañía para mí es tener un pensamiento común, que no significa pensar igual, sino entender qué es lo que eleva, qué es lo que nos potencia como comunidad y como un cuerpo artístico que pertenece a la cultura de una provincia.
- ¿Qué se les pide a los bailarines y cuál es el objetivo final de esta danza?
- Al bailarín le pido que baje el ego, que baje su imagen de lo que bailaría y la ponga en el tono del cuerpo. Los intérpretes están en un proceso muy profundo de vacío, de exposición a su propia realidad. La danza busca manifestar y elevar la conciencia, no mostrar un paso ni una figura. Lo que se verá busca hablar poéticamente y abstractamente de las cuestiones de nuestra realidad.
- ¿Cómo abordás desde la dirección de la Compañía los desafíos que proponen este momento complejo para la cultura?
- La crisis es lo que nos sostiene, el caos. Creo que el verdadero trabajo mío como artista es nivelar el ego, mi necesidad y lo que realmente es. No tengo una mirada vertical. Si seguimos sosteniendo estructuras caducas e imágenes del cuerpo que no existen, perpetuamos cadenas violentas de acciones. La danza tiene la suerte de trabajar con esas cadenas de violencia, y para trascenderlas, sólo es posible lo grupal.
- Y en lo particular, ¿cómo habitás este tiempo?
- Hago este trabajo porque creo en la cultura, pero no en la cultura entendida como una acumulación del saber. La danza tiene esa capacidad efímera de construir y desarmar instantáneamente, en tiempo real. Para mí la cultura tiene eso. Hoy contamos con la posibilidad de trascender en un montón de formas. Es cierto que el mundo se volvió digital, que hemos perdido la analogía, pero hemos creado otras formas y eso es la necesidad del ser humano de evolucionar. Ahora bien, lo que van a ver en el San Martín es un ritual muy antiguo, que tiene cero digitalidad, y habla poéticamente de la violencia de estos tiempos. Quien tenga la capacidad intelectual de viajar en esa onda va a encontrar mucha poesía.
- En general, la danza contemporánea no es un arte multitudinario. ¿Pensás que la disciplina sigue en un lugar distante para el público?
- Sí, muchas veces la danza es lejana, figurativa, soberbia. Ahí es donde la gente dice: “yo eso no lo entiendo”. A menudo se ve como un cuadro al que no hay acceso, como la figura del bailarín que es “perfecta”. Lo de la bailarina en la cajita de música. Pero esa imagen ya no existe más. Nuestro trabajo busca justamente romper con esa distancia. La poesía es quizás la práctica artística más cercana a la danza, porque nombra aquello que es abstracto e innombrable.
- Estás en Tucumán después de circular mucho por el mundo. Desde esa experiencia, ¿cuál es tu análisis de la época?
- Veo muchas cosas malas, pero creo que está la posibilidad de algo nuevo y eso tiene que ver con la vida. Cuando nos quejamos de todo lo que está mal, de nuestra política, de los recursos destrozados, la Tierra ya nos hubiera pateado hace muchos años, ¿cierto? Va a haber más huracanes, va a hacer más calor, más frío, pero me parece que hay algo positivo de la vida. La queja y el enojo limitan la posibilidad de seguir bailando. ¿Cuál es el mayor miedo que tienen hoy los bailarines? Lo que no conocen. Y no es que me crea un mesías, porque lo que hago es viejísimo, pero tengo una mirada distinta.