“El corazón del siglo XXI se está haciendo sedentario antes de aprender a latir fuerte”, advierte el doctor Valentín Fuster, y la advertencia no podría ser más clara ni más oportuna. En un tiempo donde las pantallas y los videojuegos se convirtieron en las nuevas niñeras -chupetes digitales-, los cuerpos de los chicos aprenden a quedarse quietos demasiado pronto. Frente al brillo hipnótico del celular, la notebook y la tablet, la calle, el juego y el movimiento (esas características tan ancestrales del niño) se van retirando en silencio. El doctor Fuster -máximo referente mundial en prevención cardiovascular- insiste siempre: “La salud cardiovascular se construye desde la infancia y no tiene que comenzar recién en el consultorio o en la adultez, sino en la mesa familiar, en el aula de las escuelas y en la enseñanza de cómo los niños deben aprender a vivir con un estilo de vida saludable”. Fuster desarrolló un protocolo de estudio a nivel mundial que llamó Salud Integral y con él demostró que los hábitos, como la buena alimentación y el ejercicio, se incorporan mejor cuando el cerebro y el cuerpo aprenden a decidir juntos desde niños. Pero algo se rompió en ese equilibrio que se daba generación tras generación: muchos chicos que hoy deberían saltar, correr, trepar, jugar, pasan horas frente a una pantalla y, por lo tanto, el cuerpo así queda quieto. Una reciente investigación científica danesa (de agosto de 2025, liderada por el doctor David Horner) confirmó efectivamente todo esto, al comprobar que cada hora que el niño pasa frente a las pantallas aumenta progresivamente el riesgo cardiometabólico: obesidad, hipertensión arterial, insulinorresistencia y elevación del colesterol. Es claro que actualmente los cardiólogos ya vemos enfermedades de adultos en cuerpos que todavía no terminaron de crecer: el niño hipertenso, el joven con hígado graso o con las arterias precozmente rígidas. El problema no es solo biológico, sino que es principalmente educativo y cultural. El corazón, que necesita del movimiento y los vínculos, queda desconectado del ritmo vital que lo sostiene. La tarea, entonces, será recuperar la actividad física, y con ello sí o sí ayudaremos a que cada niño descubra que su cuerpo late, y que cuidar ese latido será también cuidar su vida. Valentín Fuster sostiene además: “La prevención cardiovascular no es solo una tarea médica, sino que es de todos. El desafío en el siglo XXI es lograr que las nuevas generaciones vuelvan a oír su corazón antes de que la tecnología lo silencie”. En realidad, la actividad física es el verdadero secreto de la prevención cardiovascular, y debe ser promovida e impulsada en las diferentes etapas de la vida, desde la edad temprana hasta la vejez. Con ella, más una alimentación sana, fomentaremos el estilo de vida cardiosaludable. Al día de hoy, no existen reemplazantes ni medidas artificiales que suplan o cumplan esta noble función. En octubre tuve la oportunidad de asistir a una mesa panel en el Congreso Argentino de Cardiología, y allí se trató el tema en profundidad. La conclusión fue clara: “Tecnología y pantallas, bienvenidas sean, pero su uso con mesura e inteligencia, sobre todo en los niños”.
Juan L. Marcotullio marcotulliojuan@gmail.com