Argentina llegó al Final 8 de la Copa Davis con la ilusión intacta, con un año sólido detrás y con la sensación de que este cruce ante Alemania podía marcar un punto de quiebre. Pero la madrugada italiana terminó devolviendo una postal dolorosa. Derrota 2-1, eliminación en cuartos de final y un dobles que se definió al límite, en un tie-break larguísimo, cargado de nerviosismo y de oportunidades perdidas.

La serie había empezado de la mejor manera para el equipo de Javier Frana. Tomás Etcheverry abrió el duelo con autoridad frente a Jan-Lennard Struff y puso el 1-0 después de dos tie-breaks intensos, en un partido donde tuvo que reconstruirse desde el primer game y donde encontró, a tiempo, su mejor versión. Fue un triunfo trabajado que parecía acomodar la noche.

El segundo punto, en cambio, planteó un desafío mayor. Francisco Cerúndolo tuvo que medirse con Alexander Zverev, número 3 del mundo, y aunque empujó, sostuvo y llevó el segundo set al desempate, el alemán hizo pesar su jerarquía en los momentos decisivos. El 6-4 y 7-6 volvió a emparejar la serie y empujó todo hacia el dobles, donde Argentina depositaba buena parte de sus esperanzas.

Horacio Zeballos y Andrés Molteni saltaron a la cancha para enfrentar a Kevin Krawietz y Tim Puetz, una de las parejas más confiables del circuito y prácticamente invencible en Copa Davis. El inicio argentino alimentó el sueño con el primer set por 6-4 y buenas sensaciones. Pero Alemania reaccionó, ajustó devoluciones, presionó sobre el saque de Zeballos y recuperó terreno hasta quedarse con el segundo parcial por 6-4, dejando el destino de toda la serie en un tercer set cargado de nervio puro.

El tramo final fue una batalla punto por punto. Argentina tuvo chances claras, también Alemania, y el desenlace llegó en un tie-break que se volvió eterno. Match points de un lado y del otro, devoluciones milimétricas y un silencio espeso en un estadio ya casi vacío. Zeballos y Molteni levantaron situaciones límite, incluso tuvieron punto de partido, pero el quinto match point alemán terminó inclinando la historia hacia el lado europeo. El 4-6, 6-4 y 7-6 (12-10) dolió por lo cerca que estuvo y por cómo se escurrió.

Así se despidió Argentina de un año que había ilusionado. Con derrotas traumáticas, sí, pero también con señales claras de crecimiento. El equipo había llegado a Bolonia con hambre y con un recorrido firme, después de superar a Noruega y dar un golpe resonante contra Países Bajos. Esta vez, la jerarquía alemana y un dobles casi perfecto frenaron el avance cuando parecía posible volver a meterse entre los cuatro mejores.

La ilusión se apagó en la madrugada italiana, pero el balance deja algo más que una eliminación. Argentina compitió, empujó y quedó a un paso de pisar una semifinal que, por detalles, se escapó demasiado pronto.