En un contexto donde la tecnología avanza dentro de los hogares y el sedentarismo crece entre niños y adolescentes, las colonias de vacaciones se convierten en un espacio clave para el desarrollo integral: actividad física, aprendizaje en valores, socialización y juego libre. Un universo muy distinto al del deporte escolar, donde predominan el aire libre, el color verde y la sensación de libertad.
Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, más del 50% de la población argentina mantiene una vida sedentaria, porcentaje que se agudiza entre los más chicos. Este panorama convierte a las colonias en aliadas fundamentales para promover el movimiento y hábitos saludables en verano.
Un verano en movimiento: aprender jugando
Las colonias no buscan reproducir la rutina escolar ni funcionar como un programa deportivo rígido. La premisa es simple: moverse a través del disfrute.
“Cada vez vemos más sedentarismo infantil y un aumento de la obesidad. En la colonia tratamos de que los chicos encuentren placer en el movimiento”, explica Lucila Piñeiro, coordinadora del Club de Empleados del Banco Francés.
El juego libre, la exploración y la curiosidad guían las actividades. El verano habilita experiencias que durante el ciclo lectivo no siempre son posibles: contacto con la naturaleza, deportes variados y dinámicas grupales que potencian lo emocional y lo social.
Aprendizaje corporal: una educación que la escuela no siempre ofrece
Para especialistas en educación física y recreación, las colonias cumplen un rol clave: alfabetizar los cuerpos, enseñar el lenguaje corporal y permitir que los chicos experimenten sin presiones.
“El verano ofrece un espacio de duda, de placer, de descubrimiento. Los profes de educación física deberíamos enseñar a explorar el cuerpo y sus posibilidades”, señala Juan Agustín Madueño, regente de Recreación del ISTLyR.
Esta exploración también puede influir en la elección de un deporte para practicar durante el año. Pero antes de una decisión, remarcan los expertos, es necesario acompañar, escuchar y ayudar al niño a identificar qué le gusta genuinamente.
A qué edad, qué se enseña: el recorrido por etapas
Las colonias trabajan por niveles según la edad:
4 a 5 años: iniciación al movimiento; juegos simples y exploración corporal.
6 a 8 años: juegos predeportivos con reglas flexibles, que fomentan la creatividad.
9 a 10 años: más reglas, dinámicas complejas y trabajo grupal.
11 a 13 años: deportes tradicionales adaptados a la contextura física de los chicos y con mayor comprensión táctica.
Esta progresión favorece el aprendizaje motor, el pensamiento estratégico y la toma de decisiones.
Valores que trascienden el deporte
Las colonias enseñan mucho más que habilidades físicas. En cada actividad se trabajan:
Compañerismo
Respeto por los demás
Solidaridad
Higiene y hábitos saludables
Resolución de conflictos
Autonomía y responsabilidad
“El deporte enseña valores. A mí me dio un estilo de vida sano y activo. Generar ese hábito desde chicos es fundamental”, afirma Melina Asorey, licenciada en Actividad Física y Deporte.
Un espacio para sentirse cuidados, libres y acompañados
Los psicólogos deportivos remarcan que los niños no deben sentir que la colonia es un “depósito” mientras los padres trabajan. Es indispensable que perciban afecto, cuidado y un entorno motivador.
Por eso, la clave del éxito de una colonia es ofrecer una propuesta atractiva: actividades al aire libre, deportes variados, dinámicas recreativas y un ambiente donde los chicos quieran estar.
Colonias de vacaciones: una experiencia que forma hábitos para toda la vida
Mientras los adultos trabajan, los chicos juegan, aprenden, se mueven, se expresan y hacen amigos. Las colonias no buscan competir con la tecnología, sino equilibrar su presencia y ofrecer un espacio en el que la infancia pueda desarrollarse de forma saludable, activa y creativa.
Crear desde pequeños el hábito del movimiento es, para muchos especialistas, uno de los mayores legados que el verano puede dejar.