Aunque el calendario marque que faltan semanas para diciembre, hay quienes ya despliegan el árbol, cuelgan luces y llenan la casa de adornos navideños. Para algunas personas, este impulso temprano no tiene que ver con la moda o la ansiedad por las fiestas, sino con un trasfondo emocional mucho más complejo, según explican los especialistas.
La Navidad suele asociarse con felicidad, calidez, reunión familiar y sensación de hogar. Estas emociones, tan intensas como universales, hacen que muchos deseen adelantar el espíritu festivo y extenderlo lo máximo posible. Para estas personas, la psicología ofrece lecturas que permiten entender por qué el entusiasmo se anticipa a la fecha señalada.
Los especialistas indican que, en muchos casos, se trata de patrones inconscientes que conectan la Navidad con experiencias pasadas positivas. Los recuerdos de infancia, los momentos familiares significativos o aquellos períodos en los que la persona se sintió especialmente acompañada y contenida pueden reforzar el deseo de revivir esa atmósfera cuanto antes.
Sin embargo, no es la única explicación. La psicóloga Carmen Harra sostiene que, para algunos individuos, decorar el hogar antes de tiempo puede estar vinculado a ciertos rasgos de personalidad, como una tendencia al narcisismo. En estos casos, existe una necesidad marcada de recibir elogios, reconocimiento y admiración. La decoración navideña se convierte, entonces, en una forma de llamar la atención y validar la propia imagen a través de la mirada ajena.
Harra también advierte que este comportamiento puede esconder vacíos emocionales. Para algunas personas, vestir la casa de Navidad anticipadamente funciona como un intento de proyectar felicidad, aun cuando internamente atraviesan momentos de tristeza, ansiedad o incertidumbre. Los adornos pasan a ser una coraza brillante que intenta ocultar emociones no resueltas.
Por otro lado, hay quienes simplemente encuentran en estas fechas un refugio emocional. Para ellos, las luces, el árbol y los colores característicos evocan sensaciones que difícilmente puedan experimentar de otro modo. En estos casos, decorar antes de lo esperado es una forma de prolongar las emociones agradables ligadas a la Navidad y mantener vivos recuerdos que ya no pueden recrearse en la vida cotidiana.
Así, detrás de una casa decorada en noviembre -o incluso en octubre- puede haber un abanico de razones: desde la búsqueda de reconocimiento hasta la necesidad de sanar, conectar o revivir momentos significativos. Lo cierto es que, para muchos, la Navidad es mucho más que una festividad: es un estado emocional que desean habitar por más tiempo.