Raúl Soldi, el Teatro Colón y Glew
Cada 30 de noviembre se conmemora el Día del Teatro Nacional y Argentina, que cuenta con salas de teatro extraordinarias, habrá de celebrar ese día con justicia. Porque, además, entre ellas contamos con el Teatro Colón, considerado uno de los mejores del mundo. Y, hablando precisamente de este Monumento Histórico Nacional, diremos que hace unos años, allá por 1965, un pintor y muralista argentino llamado Raúl Soldi puso su granito de arena en él. Subido a un andamio de 30 metros de altura, trabajó incansablemente por espacio de 41 días y pintó la cúpula abovedada en su interior en forma magnífica y que aún perdura. Si uno tiene la suerte de asistir a una función en el Colón seguro no dejará de levantar la vista. Ya el afamado artista francés Marc Chagall había hecho lo propio con la cúpula de Garnier en París, y Soldi, impulsado por ello, lo haría con nuestro teatro. Cuando encaró el trabajo, él solía decir: “Me da mucha emoción y placer pintar la cúpula del Colón, puesto que me siento unido a él, ya que mi propio padre, violonchelista, participó de la inauguración de la sala en 1908”.
Se sabe que Soldi cobró dinero solo por el material utilizado y ni un peso más. A mediados de los ’70 y cuando todavía los buenos caminos y autopistas no existían para viajar a Buenos Aires, nuestros padres decidieron emprender el mismo, combinando el descanso con el interés cultural. De la mano de nuestra madre, mujer curiosa, entusiasta y siempre dispuesta a conocer, nos llevaron hasta Glew, un pequeño pueblo a 60 km al sur de la CABA, sin GPS, en pleno verano, porque quería llegar y mostrarnos una joya secreta de la pintura argentina, los murales que había pintado Soldi en una iglesita del lugar: la Capilla de Santa Ana. A la distancia recuerdo que tuve esa sensación de descubrimiento y revelación. Nuestra madre (Lic. en Artes Plásticas) nos hablaba de Soldi y de esa humilde iglesia mientras otros pasaban para las playas. Hoy se lo agradezco. Para siempre, Soldi había plasmado en sus muros una de sus obras más íntimas y generosas de nuestra historia artística, y la había pintado en 23 veranos consecutivos (de 1953 a 1976).
Reivindicar a Soldi, en lo personal, es también reivindicar la curiosidad que detentaba nuestra madre, siempre buscando lo valioso, aunque estuviera lejos o no estuviera de moda o ni siquiera tuviera un cartel. Cada persona que vaya a Glew sentirá que el legado de Soldi sigue vivo, al igual que cuando entre al Colón y levante la vista. El arte es así: es puente entre generaciones, mundos y sensibilidades, y Soldi nos dejó su huella y aporte. El 30 de noviembre se celebra el Día del Teatro y en esa fecha se honra a los actores, a la gente y a la familia del teatro: felicitaciones a todos. Pero también, nuestro agradecimiento a quienes, como Raúl Soldi, supo entregarnos de corazón y desinteresadamente su arte para que nuestro orgullo nacional, el Teatro Colón, luciera por siempre más bello.
Juan L. Marcotullio
marcotulliojuan@gmail.com
Un general inesperado
El análisis de José Nazaro, bajo el título “Tres desafíos de un general inesperado” (28/11), abre un interrogante en la política del actual gobierno. La designación de un militar de máxima graduación en actividad vino a romper una posición de gobiernos constitucionales en designar a un civil a cargo del Ministerio de Defensa. Está decisión responde a un plan y una política de adhesión, que sustenta el actual gobierno, a regímenes de ultraderecha. Gobiernos democráticos como los de Frondizi, Alfonsín, Illia y otros más, en cumplimiento de lo que dictan las leyes y la Constitución, tuvieron señores ministros como lo fueran Gabriel del Mazo, Raúl Borrás y Horacio Jaunarena, entre otros, que en épocas más difíciles encuadraron a los militares al acatamiento de la Constitución. Hoy veo peligroso que el actual ministro conserva su charretera de general e integra el gabinete; lo ponen en disponibilidad, manda la tropa y asiste a reuniones de gabinete en uniforme. Hay que leer los comentarios donde algunos creen o ya piensan el regreso al gobierno de la ideología de derecha, como cuando designaron a Milani, acusado de violaciones de lesa humanidad, que era a su vez jefe de los servicios de inteligencia. Interesante análisis de José Nazaro; insisto, temo en el futuro, veremos.
José Luis Avignone
Marcos Paz 922
S. M. de Tucumán
Ciudad del caos
Menciono una canción de Axl Rose. líder de la banda Guns & Roses, “Welcome to the Jungle”, sobre el tránsito de esta ciudad. Conducir acá es tarea de gente corajuda que en vez de circular como corresponde tiene que hacer maniobras a cada rato para evitar choques por las motos y autos mal parados sobre todo en el casco céntrico. Me parece bien que el Concejo capitalino se meta con esas aplicaciones de rodados que no deben haber realizado ni siquiera un examen de manejo o un psicofísico. Esto debe tener un orden y una regulación de un ente para sostener una legalidad de las actividades y que paguen los tributos que correspondan. Vivir en democracia no es hacer lo que uno quiere, hay normas y leyes que hay que respetar. Por eso menciono la canción de Axl Rose donde compara Estados Unidos con una selva primitiva donde residen seres humanos. Estoy cansado de que cuando alguien quiere hacer algo gente estulta empiece con la letanía “Perón tiene la culpa”, cuando el General murió hace más de 40 años. Un país no se forja con odio atrapado en su pasado. Y es lo que la sociedad tucumana no puede entender. Puede existir Uber con taxis y colectivos en esta provincia, totalmente, pero que cada uno tenga que afrontar lo que le compete. Eso no es populismo; eso es poner orden donde no lo hay.
Fernando Esteban Saade
fernandosaade77@gmail.com
El desafío del espejo familiar
Las palabras de nuestro gobernador al referirse al caso de violencia escolar de público conociendo en una escuela de nuestra provincia “Nosotros no podemos controlar al cien por cien de los alumnos que concurren a las más de 1.000 escuelas que hay en la provincia de Tucumán. Por eso, en esto, nosotros necesitamos la ayuda del papá y la mamá, necesitamos la concientización a los chicos desde la casa”. La comunidad tucumana toda mira con profunda preocupación el persistente y creciente flagelo de la violencia en nuestras instituciones educativas. Lo que ocurre detrás de las puertas de colegios y escuelas de la provincia no son meros “conflictos juveniles”, sino un síntoma de una disfunción social que requiere la más urgente y honesta autocrítica. Observamos cómo directivos y docentes se encuentran en una batalla diaria no solo contra las agresiones entre alumnos, sino también, y paradójicamente, contra la negación de la primera línea de contención: los padres. Es habitual que, al ser convocados para abordar el comportamiento violento de sus hijos, muchos tutores reaccionen a la defensiva, minimizando los hechos o, peor aún, culpabilizando a la escuela, a los otros niños, o incluso al sistema educativo en su totalidad. Esta negación sistemática no solo obstaculiza la resolución de los conflictos, sino que congela toda posibilidad de cambio. Es imperativo que, como sociedad, enfrentemos una verdad incómoda: la violencia en la escuela, en la mayoría de los casos, no nace en el aula, sino que se gesta y se normaliza en el hogar. Un niño que agrede, insulta o no respeta límites en el ámbito escolar es, a menudo, el reflejo de una dinámica familiar donde la autoridad está ausente, la comunicación es agresiva, o las consecuencias de los actos son nulas. Cuando un padre se niega a ver la conducta violenta de su hijo, está negando su propia responsabilidad formativa y, en ocasiones, el ambiente problemático que inconscientemente reproduce. El respeto, la empatía y la gestión de la frustración son los primeros pilares que se aprenden en casa. Si esos cimientos son frágiles, la escuela no tiene las herramientas mágicas para reconstruirlos sola. Por ello, es imperativo que las autoridades educativas (supervisores, directivos y docentes) trabajen estos temas , especialmente juntos a los padres y madres de Tucumán: es hora de mirarnos al espejo. Necesitamos dejar de percibir a la escuela como un depósito de niños y asumir nuestra ineludible tarea como primeros y principales educadores. El abordaje de la violencia requiere de una alianza inquebrantable entre la familia y la escuela, y esta alianza solo será posible cuando la familia esté dispuesta a reconocer, aceptar y corregir lo que se está haciendo mal en el núcleo del hogar. La paz en las aulas comienza con la autocrítica en casa.
Ricardo Anis
ricardoanis@yahoo.com.ar
Semáforos nuevos
Quisiera por este medio llegar a oídos de los encargados de la colocación de nuevos semáforos en el ámbito capitalino, ya que como vecino con domicilio en calle Las Piedras al 1.200, desde hace años solicitamos la urgente semaforizacón de la esquina de callse Bernabé Aráoz y Las Piedras. En la actualidad transitan por esta última las líneas 10, 12, 17, 102, 110 y 130, entre otras, generando un caos total casi a toda hora, poniendo en real peligro a los muchísimos transeúntes que hay en todo momento, debido a que en la zona están escuelas, colegios, hospitales y oficinas. Desde ya, muy agradecido, si fuese posible las autoridades se acerquen a esta zona en horas pico y corroboren lo que exponemos.
Gerardo Antonio Castillo
Las Piedras 1.252 – S. M. de Tucumán
De los amigos de mi juventud
En los años de mi juventud tuve amigos muy buenos que me dejaron innumerables recuerdos gratos. Uno de ellos (no daré sus nombres por respeto a su privacidad), me contó que un día su señora le pidió dinero, como todos los días; dinero para la casa supongo, y él respondió que no tenía ni un peso. Entonces, su esposa, enardecida, le dijo: “Yo no sé, todos tus amigos trabajan y llevan dinero a sus casas. A vos nunca te alcanza la plata. Me parece que tienes otra mujer”. En un acto reflejo, mi amigo le respondió: “Dios te oiga”. Lo que irritó más a la pobre dama. Otro se emborrachó y se fue a la cancha del barrio en la que solíamos jugar y, como nunca, unos desconocidos nos desafiaron a jugar un partido. Nosotros aceptamos el desafío sin saber que en el equipo de ellos había un joven de nuestra edad, que era enorme: alto, corpulento y prepotente, pero tan patadura que era una desgracia verlo jugar. Y comenzó el partido y el susodicho a mostrar sus limitaciones y sus fallas. Y mi amigo, ante cada falla, estallaba en gritos y carcajadas, pese a que le decíamos que no molestara. Tanto molestó mi amigo que el muchachote se le fue encima y se agarraron a piñas hasta que los separamos. El molesto tuvo tanta suerte que si hubiera habido un juez dirigiendo lo habría declarado ganador de la pelea. Uno de ellos ya partió y al otro todavía lo veo, siempre con la sonrisa de oreja a oreja.
Daniel E. Chavez
chavezdaniel04@gmail