Finalmente se confirma, como muchos esperábamos, que no habrá en 2027 en Tucumán reforma electoral, ni boleta única ni electrónica. El contundente rechazo de la Legislatura a las intenciones del Gobernador nos demuestra que en el peronismo local no existe el tan mentado verticalismo peronista. De hecho, los legisladores Mansilla y Monteros le dijeron al mismo, en nombre de la Legislatura más cara del país, la misma cuyos “honorables” les costaron a los tucumanos en 2024, unos 1.500 millones de pesos anuales cada uno (algunos con hasta 100 “asesores”), que el tema no era prioritario. Y nuevamente tendremos el día de la votación: escuelas desbordadas de fiscales y votantes; cuartos oscuros con miles de boletas partidarias; una interminable jornada cívica para conocer a última hora los resultados; denuncias varias de acarreo de votantes, compra de voluntades y entrega de bolsones…y otras “yerbas”; sedes partidarias peronistas repletas de “ñoquis”, perdón, “militantes”. Y, por supuesto, y ya casi un clásico, la última arremetida en la Junta Electoral para asegurarse todos los lugares posibles. Pero todo este martirio al que nos vuelve a someter nuestra sempiterna dirigencia vernácula, quizás pueda considerarse una “buena” noticia. Y lo fundamentamos: en esa jornada electoral, dios mediante, solamente habrá dos proyectos políticos en pugna, el resto serán meramente testimoniales, como quedó demostrado en la última elección. Por un lado el que sostiene la rancia “casta” política tucumana que, desde hace más de 20 años, persigue como único fin mantenerse en el poder a como dé lugar, con la mascarada del “Estado presente” por delante y que no va a permitir de ninguna manera perder sus millonarios privilegios… y en frente, el proyecto libertario que pregona a los cuatro vientos el equilibrio fiscal, la transparencia de las cuentas públicas, la baja impositiva, el achicamiento impostergable del Estado, las profundas reformas estructurales que el país necesita, pendientes desde hace décadas y fundamentalmente la solución de todos los males, que nuestra denostada dirigencia política nos legó. Si en estos meses venideros, el presidente Milei tiene la capacidad de lograr solamente parte de estos objetivos, los tucumanos estaremos ante la disyuntiva más fácil de toda la historia, al igual que el resto de los argentinos: elegir entre el atraso o el progreso, el blanco o el negro, sin matices de ningún tipo. Y seguramente su decisión, salvo contadísimas excepciones, pintará de violeta el país entero.

Ricardo Rearte                                           

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