Juan Sebastián Verón no estuvo en un palco ni en una zona preferencial durante la final del Trofeo de Campeones ante Platense. No podía. El presidente de Estudiantes de La Plata cumple una suspensión de seis meses impuesta por el Tribunal de Disciplina de la AFA, que le impide ejercer funciones formales vinculadas al fútbol. En ese escenario, su presencia en San Nicolás se dio desde otro lugar: el de la tribuna, entre los hinchas, compartiendo el viaje, la previa y el pulso de una final que el “Pincha” terminó ganando 2-1.

Lejos de tratarse de un gesto espontáneo, la imagen tuvo una carga simbólica clara. Verón volvió a acompañar a la gente de Estudiantes en un partido decisivo, como ya lo había hecho días atrás en Santiago del Estero. 

La decisión de viajar junto a los simpatizantes fue parte de ese mensaje. Según trascendió, Verón subió a uno de los micros que partieron desde el estadio UNO Jorge Luis Hirschi rumbo a San Nicolás. Eligió el número 11, dorsal que lo acompañó durante gran parte de su carrera como futbolista y que, para muchos hinchas, sigue siendo un símbolo inseparable de su figura. Durante el trayecto no hubo discursos ni apariciones grandilocuentes: el presidente suspendido fue uno más en la caravana "pincharrata".

Al llegar al Estadio Único de San Nicolás, la escena volvió a romper con cualquier lógica de jerarquías. Verón ingresó caminando, a la par de los hinchas, y fue sometido al control policial habitual, como cualquier simpatizante. La situación llamó la atención de quienes estaban en el lugar y se comentó rápidamente en las tribunas: el máximo referente dirigencial del club pasaba por el mismo filtro que el resto, sin atajos ni excepciones.

Ya en la tribuna, su presencia generó una ovación espontánea. Aplausos, cánticos y muestras de reconocimiento bajaron desde distintos sectores del estadio, replicando lo ocurrido en la final anterior ante Racing. Verón observó el partido acompañado por su pareja, Valentina Martín, y su hija Mila, y vivió el encuentro desde ese lugar, lejos del banco de suplentes y de cualquier espacio reservado.

La escena, repetida en dos finales consecutivas, termina de dibujar un momento particular en la vida institucional de Estudiantes. Verón eligió no correrse del mapa. Acompañó, se mostró y ocupó un rol político desde la tribuna, en contacto directo con la base social del club, en una final que terminó con festejo.

El resultado deportivo, con el triunfo 2-1 ante Platense, completó la postal. Estudiantes volvió a levantar un título y su presidente, impedido de ejercer como tal, estuvo ahí para verlo. No desde el palco ni desde la comodidad del cargo, sino desde el mismo lugar que eligieron miles de hinchas para vivir la final.