La escena conmovió hasta a los más ajenos. Ni bien la figura orgullosa de Franco Carrizo se dejó ver en la sala de recepción del Aeropuerto Internacional Benjamín Matienzo, los pies de Isaías, su hijo mayor, se transformaron en rayos. "¡Papá, te extrañé mucho!", gritó el pequeño, de seis años, en el mismo gesto en que se colgaba del cuello del recién llegado. Atrás, familiares y conocidos ensanchaban cada vez más sus sonrisas para aguantar las lágrimas de emoción.
Carrizo tocó su suelo natal a las 12.50, tras la experiencia que tal vez pueda contarse como la más terrible de su vida. El viernes, cuando el peor terremoto de la historia de Japón asoló a ese país, él se encontraba navegando en bote en una costa cercana a Tokio, adonde estaba junto con otros colegas de la firma Arcor, por razones de trabajo. "Al principio no nos dábamos cuenta de lo que ocurría, creíamos que todo se movía por causa del viento. Fue tiempo después cuando entendimos la magnitud de lo ocurrido", relató a LA GACETA.
El hombre -que fue recibido por un gran grupo de parientes, entre los que se encontraban su mujer, Alejandra Nieva, y sus tres hijos- recordó que en ese momento sólo pensó en su familia. "Me puse a rezar; todo lo que quería era estar aquí. Desde el barco podíamos ver cómo se sacudían los edificios y los postes de luz: parecían de goma. Incluso, una vez que nos bajamos, la tierra seguía moviéndose", indicó, todavía sorprendido por la cantidad de medios que lo esperaban en la aeroestación.
Según señaló, en un primer momento se refugiaron bajo el techo de un templo budista y esa noche se hospedaron en una estación. "No podíamos volver a Kyoto, la ciudad donde nos alojábamos, porque no funcionaba el servicio de trenes. El domingo pude partir desde Japón a Buenos Aires", agregó Carrizo, que en ningún momento de la charla con la prensa dejó de ser besado y abrazado por sus seres queridos.
"Me recorrió un escalofrío al abrazarlo nuevamente", contó Graciela, madre de Carrizo. Por su parte, la esposa expresó: "todo esto me enseñó a que debemos aprovechar más cada momento que pasamos juntos, ya que él viaja mucho. Para mí es como si hubiese vuelto a nacer". LA GACETA ©