Los dos primeros disparos lo hirieron en las piernas. Luego, desde distintos ángulos, lo balearon en el hombro, en la cadera, en el abdomen y en la ingle. Recibió los últimos cuatro tiros en el baño. En total, diez balas perforaron el cuerpo del juez Héctor Agustín Aráoz.
Ayer declaró la médica forense Yolanda Lilia Gordillo, que realizó la autopsia al cuerpo del magistrado al día siguiente del crimen. La especialista dictaminó que Aráoz falleció por un shock hipovolémico producido por pérdida de sangre.
Una a una, Gordillo fue describiendo las heridas que encontró en el cuerpo del juez. De las 10 lesiones por arma de fuego, cinco de ellas fueron producidas por disparos efectuados a una distancia menor a 50 centímetros.
"Las heridas más graves fueron la del cuello y las realizadas en el tórax. Estas produjeron una hemorragia interna, y perforaron los pulmones. La del cuello le cortó la arteria carótida, por lo que perdió mucha sangre hacia el exterior", dijo Gordillo. Estos cuatro disparos fueron concomitantes, es decir que se efectuaron casi al mismo tiempo, explicó la forense.
Aráoz fue asesinado el 26 de noviembre de 2004. El fiscal de Instrucción Guillermo Herrera acusó a Ema Hortensia Gómez (que había sido novia del juez) y a Alejandro Darío Pérez por el homicidio.
Según la descripción de Gordillo, los disparos a las piernas fueron realizados cuando el juez estaba de pie. "Por la marca de la sangre que salió de las heridas. No puedo precisar el orden en que se produjeron, pero esas podrían haber sido las primeras", dijo.
Las cuatro heridas letales podrían haber sido las últimas. "La pérdida de sangre de la arteria carótida produce la muerte en dos o tres minutos. Y todas las heridas que tenía la víctima son vitales. Es decir que fueron realizadas cuando estaba con vida", explicó la forense.
Distintos ángulos
"Los disparos tienen distintas direcciones. Si bien solamente uno ingresó por la espalda, algunos entraron de costado", dijo Gordillo. "¿Eso quiere decir que pueden haber sido varios agresores?, le preguntó el representante de la querella, Dante Ibáñez. La forense dijo que no podía realizar esa afirmación, pero sí que había varios ángulos por donde ingresaron las balas. "No sé si el agresor se movió, o si fue la víctima la que cambió de posturas. Es posible que hayan sido dos, pero eso no lo puedo asegurar", explicó.
Además, la forense contó que todas las heridas tenían orificios de entrada y de salida. "No había ningún proyectil dentro del cuerpo. Y estaba claramente marcada la trayectoria de cada bala entre las lesiones de entrada y salida", manifestó. "La autopsia tiene algunos límites. Nosotros precisamos las heridas y rastros que quedan en el cuerpo. La valoración y la búsqueda de otros datos corresponden a la investigación policial y al fiscal", dijo Gordillo. La autopsia al cuerpo de Aráoz se realizó el 27 de noviembre a la mañana.
"Sé que el cadáver llegó a las 3 o 4 a la Morgue Judicial. Me llamaron a esa hora, pero llovía muchísimo y no podíamos llegar. A la mañana comenzamos nuestra tarea y terminamos al mediodía", declaró. Por eso, según la forense, no pudieron determinar el horario exacto de la muerte.
Las uñas de Ema
"En la cara anterior del cuello había una excoriación ungueal", explicó Gordillo.
"¿Qué quiere decir eso?", la interrogó la fiscala de Cámara Juana Prieto de Sólimo. "Una lesión producida con las uñas. Un arañazo, digamos", respondió la forense.
Y ese dato no pasó inadvertido: en las uñas de Ema Gómez se encontraron restos de piel, que luego se confirmó que eran de Aráoz.
Esa afirmación comprometía seriamente la situación de la imputada. Por eso, Ibáñez se apresuró en afianzar esa parte de la declaración. "¿Pero la lesión puede haber sido después de la muerte", preguntó. "No, le repito. Todas las heridas son vitales", dijo.
"Por la forma de la lesión, ¿la tiene que haber producido una persona más baja que Aráoz?", indagó el querellante. "Si estuviera de pie sí. El juez medía 1,80 metro. Una persona más alta no podría haberle arañado en ese lugar. Repito, si estaba de pie", contestó Gordillo.
Mario Mirra, el abogado de Gómez, se apresuró en poner incertidumbre en esa afirmación. "O sea que si estuviera sentado el agresor, ¿podría haberle arañado el cuello?", dijo el letrado. "Sí", respondió la forense.
La consistencia de la perito fue tal, que nadie se animó a cuestionar de manera contundente sus dichos. Y por primera vez, un testimonio apunta directamente a Gómez: la lesión en el cuello de Aráoz se lo habría producido ella, cuando el juez estaba vivo.