En 1860, el tucumano Nicolás Avellaneda (1836-1885) no había iniciado aún la carrera política que lo llevaría a la presidencia. Era redactor de un diario porteño, "El Comercio del Plata". Allí publicó, en la edición del 17 de marzo, un elogioso artículo sobre el desempeño de su comprovinciano, el coronel-doctor Marcos Paz, como gobernador de Tucumán. "Las dificultades de la vida interior han cesado para Tucumán, y los estados de Tesorería dan un sobrante de 19.000 pesos fuertes en los gastos del año pasado, a pesar de haberse invertido 10 ó 12.000 en la construcción de obras públicas", decía. Subrayaba la gestión educativa: "cada pequeño departamento de campaña se halla con dos escuelas que costea el Estado". La flamante Sociedad de Beneficencia había fundado otras dos, gratuitas, en la Capital y se abocaba ahora al arreglo del Hospital.
Ello además del Colegio que, dirigido por el doctor Amadeo Jacques, "sabio de reputación europea", ha conseguido establecerse; y que es "indudablemente, por sus catedráticos, por sus métodos y la amplitud dada a su enseñanza, el primero de la República". Funcionaba "bajo la protección del Gobierno y con una renta permanente asignada para su sostén".
En cuanto a la Administración de Justicia, era la más "regularizada" después de la de Córdoba, con "dos jueces letrados de Primera Instancia, sus jueces de alzada y su Cámara de Apelaciones". Respecto a las finanzas, en 1858 las rentas alcanzaban a 54.822 pesos, 7 y medio reales; y, al terminar 1859, llegaban a 94.886, con 6 reales y 3 cuartos.