Un puente sobre el río Salí, que conectara la ciudad de Tucumán con la zona de los ingenios, fue una necesidad que se planteó con fuerza hacia la mitad del siglo XIX. La Nación asumió el asunto. En 1872, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, fueron presentadas siete propuestas para esa obra. Por decreto del 22 de julio, se aceptó la de Luis Dode y Julio Delacroix, con la fianza de don Diego Pereyra.

El contrato se suscribió en Tucumán, el 21 de agosto, en un acto donde el gobernador Federico Helguera representaba al Estado Nacional. El puente debía construirse en un año y medio, de acuerdo a los planos del ingeniero nacional Guillermo Dahlquist. "Será construido -decía el contrato- de madera de quebracho colorado, sobre palos clavados en tierra, hasta 3 y medio ó 4 metros bajo la superficie, y con las vigas principales reforzadas de fierro batido". Tendría "200 metros de luz, divididos en 20 tramos de 10 metros cada uno; la anchura, de 8 metros de medio a medio de las barandas. La altura del piso será de 1,60 m. más arriba del nivel de un palo elevado en las orilla del Río, y del cual tiene conocimiento el ingeniero municipal".

En cuanto a los trabajos complementarios, consistían en un puente de 5 metros de tramo en la orilla derecha; un terraplén; y un camino de 360 metros en la orilla oeste, además de alcantarillas de cal y ladrillo sobre las tres acequias que atravesaban el camino en esa parte. Todo sería de "madera sana y de puro corazón, sin blanco alguno", y "el fierro empleado será de la mejor clase, dando preferencia al fierro inglés patentado o fierro de Suecia". El Estado pagaría por la obra 54.000 pesos fuertes, en 6 entregas de 9.000 pesos. El largo texto del contrato se publicó en el Registro Nacional.